'El fantasma de la Ópera' y la importancia de la escenografía
La obra de Andrew Lloyd Webber permanecerá en el Arriaga hasta el 15 de septiembre, funcionando como una máquina gracias a SU escenario giratorio que no da respiro
Del 14 de agosto al 15 de septiembre, y con precios entre los 30 y los 69 euros, permanecerá en el Teatro Arriaga la adaptación de 'El fantasma de la ópera', musical basado en la novela homónima de Gaston Leorux, estrenado en 1986, y escrito y musicado por Andrew Lloyd Webber (South Kensington, Londres, 76 años), compositor también de los musicales 'Jesucristo Superstar' (1972), 'Evita' (1976), 'Cats' (1981), 'El mago de Oz' (2011) o 'School of Rock: The Musical' (2015), entre otros éxitos.
Serán 38 funciones en total y, según la información del Arriaga, 'El fantasma de la Ópera' ha sido visto por más de 160 millones de espectadores en 193 ciudades y en 19 idiomas diferentes. Nosotros lo pudimos ver el martes, día del espectador, y el Arriaga estaba lleno. La propaganda dice que dura 150 minutos incluyendo veinte de descanso, o sea dos horas y media, y la función del martes, desde que subió hasta que bajó el telón, duró 147 minutos, con intermedio de 22.
La cosa funciona. Ejem, el musical está bien y los aficionados al teatro salen pensando que está muy bien. Eso que a la obra le cuesta arrancar, pues hay demasiado teatro demodé, hablado y caracterizado de modo decimonónico (así como hay antitaurinos, el que suscribe es antiteatrino, con perdón). Pero cuando todo se combina, música, canto y decorado, la cosa funciona, ya se ha dicho.
La producción (coproductor es Antonio Banderas) bascula sobre un escenario rotatorio que evita las interrupciones por cambios de decorados. En 'El fantasma de la Ópera' pasamos en un chas de las catacumbas al teatro, o de las mansiones a la subasta. La escenografía es el gran valor de esta adaptación, que empieza asustando con una explosión (avisados están quienes que vayan a verla), que tiene un momento de fuego que el martes provocó alaridos en las primeras filas (¡esto no lo logran ni los metaleros flamígeros de Rammstein!), que se atreve a romper la cuarta pared en un par de ocasiones (en esta suerte de metateatro la policía vigila desde el palco, y los actores se desparraman por la platea y más arriba al final del mejor número, el más masivo, el de 'Carnaval', aunque no todos los intervinientes son seres humanos), y que entre bailes y óperas cuela varios ahorcamientos.
El fantasma cruza como Tarzán de lado a lado de la escena, el fantasma navega por las alcantarillas neblinosas con total verosimilitud, el fantasma aparece desde detrás de un espejo como si fuera Drácula y el fantasma desaparece por arte de magia. Los secundarios están dotados de mayor profundidad (en especial el público recuerda a los dos dueños del teatro), la iluminación también está muy lograda (esas trasparencias), por el inicio hay un número zarzuelesco, como recurso se usan varios pregrabados, la orquesta resuelve la papeleta aunque le vendrían bien varios músicos más (¡como a la banda de la plaza de toros!), y a los dos protagonistas (el martes Manu Pilas y Judith Tobella como Christine) no se les entendía a menudo lo que cantaban porque con la fuerza de la interpretación perdían la entonación, sobre todo en los agudos (se agradecerían subtítulos, como en la ópera de verdad).
Ya hemos dicho que 'Carnaval' fue el número más fastuoso, y entre los más destacables 'Fantasma de la Ópera' nos evocó al grupo Mastodonte del actor bilbaíno Asier Etxeandia, bien llevado estuvo el septeto vocal de 'Prima Donna' cada uno cantando a su bola, y el momento solista femenino de 'Sueño tanto con volverte a ver' resultó intenso y levantó bravos.