Borrar
Françoise Hardy

Adiós a Françoise Hardy, icono pop a su pesar

La cantante y modelo falleció ayer a los 80 años sin lograr la eutanasia, cuya legalización en Francia demandó durante sus últimos años

G. Elorriaga/ M. Aizpuru

Miércoles, 12 de junio 2024, 00:23

Comenta

Françoise Hardy, icono pop y de la canción francesa, falleció ayer martes a los 80 años, según anunció su hijo Thomas Dutronc a través de las redes sociales. La artista parisina, intérprete de grandes éxitos internacionales como 'Tous les garçons et les filles', 'Le temps de l'amour' o 'Comment te dire adieu', fue una de las primeras cantantes en darse a conocer fuera de las fronteras galas y una de las máximas representantes de la ola 'yé-yé'.

Es más, Hardy fue la única representante de Francia en la clasificación de la revista estadounidense Rolling Stone de los 200 mejores cantantes de todos los tiempos en 2023. Diagnosticada con un primer cáncer en 2004 y, víctima después de una enfermedad terminal que le provocaba grandes sufrimientos, reclamó la eutanasia durante sus últimos años de vida y el pasado mes de enero reclamaba al presidente Emmanuel Macron la agilización de los trámites necesarios para que Francia aprobase la muerte legal.

Influenciada desde muy joven por el pop británico que reinaba en todo el planeta a principios de los 60 –versionó, por ejemplo, a The Kinks con 'Who'll be the next in line'–, Hardy se convirtió, casi a su pesar, en uno de dichos iconos pop pero a la francesa, con su estilo melancólico y su particular imagen un tanto andrógina. Y es que no le gustaba en exceso destacar, ni tampoco se consideraba una cantante vocacional o innata. «Cantar no era algo natural para mí», reconoció años más tarde de su despegue musical.

Pese a ello, fue apadrinada por el omnipresente Serge Gainsbourg –también artífice del éxito de otros dos mitos de la época: Jane Birkin y France Gall– y lanzada al estrellato por la entonces floreciente industria musical del pop y el rock. Uno de sus singles superventas fue precisamente una adaptación de Gainsbourg del tema estadounidense 'It hurts to say goodbye', el ya citado 'Comment te dire adieu', con el que todo el planeta se enamoró de aquella muchacha tímida, entonces todavía estudiante de literatura germánica, que componía, tocaba la guitarra y cantaba en clubes de París.

Pero para éxito inmortal, su tema 'Tous les garçons et les filles', que fue difundido en un interludio musical en 1964 mientras se difundían los resultados de un referéndum nacional. Aquella historia sobre una adolescente que lamentaba desconocer los placeres del amor se convirtió en un hit de los de antes, de los que se traducían en millones de 'singles' vendidos, y pasó a ser considerada la quintaesencia del estilo yé-yé. Y, como guinda, al año siguiente representaba a Mónaco en Eurovisión con 'L'amor s'en va', un título que también ejemplificaba bien ese poso melancólico tan característico. No ganó, pero, nuevamente, volvió a proporcionar otro clásico.

Nace un mito

Había nacido un mito, pero su identidad llegó después, cuando conoció al fotógrafo Jean Maríe Perier, una suerte de Pigmalión que la convirtió en el arquetipo de la joven parisina, urbana y resuelta, con estilo propio y muy bella, algo distante y exquisitamente pop. De ahí saltó al mundo de la moda, que le permitió diversificar su carrera y darse un respiro de la música, y donde también triunfó con un físico y una discreción con los que lucía a la perfección los futuristas vestidos metálicos del costurero Paco Rabanne y se convirtió en un modelo de revistas como 'Paris Match'. Además, la cantante francesa probó suerte en la gran pantalla con películas como 'Un castillo de Suecia', '¿Qué tal, Pussycat?' o 'Grand Prix'.

Pero la imagen que genera el mundo del espectáculo y la cotidianidad no siempre se avienen bien. Su larga melena y el «glamour» innato escondían una vida complicada que relató, en buena parte, en la autobiografía 'La desesperación de los simios y otras bagatelas', publicada hace siete años. Las memorias descubren a alguien con un pasado doloroso, que padecía un cierto síndrome del impostor y miedo escénico, y que nunca soportó demasiado bien el asedio fotográfico al que fue sometida. Además, la sofisticada joven que se codeaba con la jet-set y protagonizaba portadas había sufrido una infancia dickensiana.

Su aspecto de joven privilegiada engañaba. Era hija de madre soltera con escasos medios porque su padre, casada con otra mujer, apenas aportaba nada a la economía familiar. Creció tan acomplejada por su físico larguirucho que se sorprendió cuando Mick Jagger le reveló que ella constituía su ideal de mujer. El amor pareció redimirla cuando se emparejó con Jacques Dutronc, otra de las estrellas de esa generación rebelde (juntos tuvieron a su hijo Thomas, que también se convertiría en cantante). Sin embargo, Dutronc le fue infiel (entre otras, con la actriz Romy Schneider) y la pareja se acabó separando, pero se dio otra oportunidad años después para acabar casándose en 1981. El matrimonio no funcionó y tampoco lo hizo en dicha década su carrera musical, a la que Hardy decidió poner fin en 1988, con algunos regresos posteriores desde los años 2000.

Últimos años

En 2004 le diagnosticaron un cáncer linfático y, tras superar la enfermedad, parecía que la vida le daba una tregua, lo que le permitió regresar a los escenarios y grabar en 2018 'Personne d'autre', su vigésimo octavo álbum, con una presentacióna modo de videoclip en el que la Françoise de los años sesenta cantaba a la entonces septuagenaria. Pero todo iba mal. La enfermedad había regresado y el disco destilaba un aire de despedida. Incluso ella confesaba entonces a AFP ser consciente de que su vida languidecía ya: «La muerte solo afecta al cuerpo. Al morir, el cuerpo libera el alma. Pero de todas formas la muerte del cuerpo es una prueba considerable, y le tengo miedo, como todo el mundo».

Las últimas noticias hablaban de una persona atormentada por el sufrimiento. Las agresivas sesiones de radioterapia e inmunoterapia le habían provocado gravísimos daños en las cuerdas vocales, la pérdida de la visión en un ojo, desequilibrio y angustiosos episodios de asfixia. Por ello, llevaba tiempo reclamando una ley de eutanasia, procedimiento que, según llegó a confesar, aplicó con la ayuda de un médico a su madre, también víctima de una enfermedad incurable. Pese a escribir al propio Macron para que agilizara los trámites de la norma, Hardy no ha conseguido verla aprobada y no ha podido evitar el sufrimiento extremo de años conviviendo con la enfermedad.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Adiós a Françoise Hardy, icono pop a su pesar

Adiós a Françoise Hardy, icono pop a su pesar