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«El fado se ha banalizado»

«El fado se ha banalizado»

La artista lusa interpreta hoy en Bilbao a Amália Rodrigues en el 20 aniversario de su muerte

Josu Olarte

Miércoles, 5 de junio 2019, 13:01

Susana María Alfonso de Aguiar (Oporto, 1955), Misia, regresa cinco años después al ciclo Noites de Fado para interpretar a la reina fundacional del género, Amália Rodrigues, en el vigésimo aniversario de su muerte. Con las entradas agotadas desde hace días, una de las cantantes portuguesas renovadoras de ese blues luso melancólico y fatalista actuará en la sala BBK acompañada solo por el piano de su director musical de confianza, Fabrizio Romano. «Es un formato muy puro que ya se hacía en el siglo XIX y que me gusta mucho», apunta poco antes de volar de San Petersburgo a Bilbao y en vísperas de lanzar un nuevo álbum.

– Regresa a Amália Rodrígues a la que tardó casi 25 años en dedicarle un disco.

– El camino suele ser el contrario, su presencia es casi un fantasma en la carrera de fadistas que comienzan, pero, por respeto, preferí esperar a tener una trayectoria propia antes de profundizar en su repertorio. Más que un homenaje, lo que hice en 'Para Amália' fue construir con dedicación un regalo a la artista que más admiro y venero.

– ¿Cuál cree que es su mayor legado?

– Sobre todo elevar el fado a una expresión casi filosófica y existencial Cantaba sobre la muerte como nadie antes lo había hecho y enaltecía todo lo que tocaba. En ese sentido, creo que se ha banalizado su figura y, por extensión, el fado. Se ha quedado más en la forma que en el fondo. Hoy hay cantantes que hacen canciones trágicas y piden palmas. Se está vaciando su significado y simbología.

– ¿Tan mal ve el presente del fado? ¿Le parece que su popularidad lo trivializa?

– Hay de todo. Por una parte está en un buen momento con decenas de cantantes de menos de 40 años que le dan visibilidad, pero también está en un momento peligroso. Lo importante no es tener buena voz, sino algo que decir. La juventud no implica más vanguardia. El problema de la banalización existe en un tipo de fado preocupado por ser moderno a costa de su contenido y esencia. En Portugal hay un chiste que dice: «Muchas casas de fado van a tener que cerrar. ¿Por qué? Porque no tienen sitio para la batería». Y que conste que no tengo nada contra de la batería ni contra el rock.

– De hecho, ha versionado a Joy Division y colaborado con Iggy Pop.

– Me gusta el rock alternativo, pero no para mi música. Si uso una guitarra eléctrica en mi nuevo disco, es solo para darle un poso más trágico al fado, no para sonar más moderna o pedir a la gente que haga palmas Me gusta como oyente. Hace poco fui al norte de Portugal solo para ver a Peter Hammill, al que adoro porque canta de lo mismo que los fados: de la muerte, de la vida, del sufrimiento... Una guitarra sucia también te llega al fondo del alma.

– 'Pura vida (banda sonora)' ha titulado ese nuevo disco que sale la semana que viene. ¿Como lo ha encarado tras recapitular una carrera de 25 años en la que ha cantado tango, boleros, copla..?

– Son géneros que pertenecen a la misma familia de canciones existencialistas, aunque el fado tiene para mí un misterio más profundo que está en la búsqueda que nunca llegaré a culminar. Mi nuevo disco lleva al plano emocional el fado que no es triste ni alegre, sino vida o fatum, destino. Es la banda sonora de dos años difíciles, con muchos problemas de salud en los que no he dejado de actuar, aunque fuera con médicos en los conciertos. Le pedí al maestro Fabrizio que hiciera arreglos puros. No hay ni viola de fado, ni clarinete bajo. No me preocupa si no parezco fadista sino emocionar.

– Emigró muy joven a España. ¿Qué recuerdos tiene de sus inicios en Barcelona y Madrid?

– Los primeros años fueron duros porque trabajé haciendo destape en el cabaret El Molino, aunque ahora le llamen burlesque. Era algo de lo que no podía escaparme;mi abuela y mi madre, que eran catalanas, también bailaron allí. Pero yo leía antropología en el camerino. Fue un gran aprendizaje; hoy no le tengo miedo a ningún escenario. Luego me fui a Madrid y fui cantante en el programa de Jesús Hermida. El primer mes cante 150 canciones de todo tipo con un pianista que no sabía leer música. Allí vi lo que no tenía que hacer y lo dejé. Fue una etapa muy bohemia de la que también aprendí. Vivía en una pensión en la Puerta de Sol, me casé con un madrileño de ascendencia vasca y conocí a artistas increíbles como Camarón.

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