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Imagen de los asistentes al concierto de Vetusta Morla. IGNACIO PÉREZ
El concierto de Vetusta Morla destapa las carencias de la explanada del Guggenheim

El concierto de Vetusta Morla destapa las carencias de la explanada del Guggenheim

Técnicos municipales de Protección Civil achacaron el tapón que se produjo en ese punto y la zona más cercana al escenario al inadecuado diseño del mismo, lo que provocó que se ordenara su cierre por motivos de seguridad

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Lunes, 2 de julio 2018

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El concierto de Vetusta Morla celebrado en la noche del sábado en la explanada del Guggenheim ha vuelto a demostrar las carencias del recinto para acoger con garantías actuaciones multitudinarias. El Ayuntamiento de Bilbao cuestionó ayer uno de los puntos más sensibles del montaje, organizado por la promotora Last Tour con la que trabaja habitualmente en la ciudad. La concejalía de Protección Civil subrayó la «mala gestión del control de acceso», causante de las largas colas que desataron la indignación entre algunos de los seguidores de la banda madrileña. La concentración de público obligó incluso a cerrar temporalmente por prevención la entrada principal para evitar el temido tapón, según desveló a EL CORREO el departamento que dirige Andoni Oleagordia.

Al igual que ya hiciera la promotora horas después de que se publicaran las quejas de los fans, el Ayuntamiento reiteró ayer que «la protección del público estuvo asegurada en todo momento, ya que las salidas de emergencia siempre permanecieron despejadas» para controlar una posible evacuación de un aforo que nunca llegó a superar el límite marcado en 9.200 personas. La cifra oficial de asistentes al concierto de Vetusta Morla fue de 8.263.

Cuando una empresa privada pide la autorización para organizar un espectáculo de estas características se presenta un plan de seguridad, requisito que se cumplió «escrupulosamente» en el caso del concierto de Vetusta Morla, según afirmó Protección Civil. Lo que el Ayuntamiento no exige a los organizadores de un concierto es que se detalle la forma en la que el público accederá al recinto. Los técnicos de Protección Civil comprobaron que el diseño del mismo, junto a las escalinatas del Guggenheim, provocó un tapón que podía poner en peligro a las personas que comenzaban a agolparse en ese punto y la zona más cercana al escenario, lo que impedía llegar a los espacios libres del recinto. Por todo ello, se decidió cerrar esta entrada y habilitar otra en la parte trasera donde todavía había huecos libres, cerca de los laterales.

Disculpas

Last Tour se remitió ayer al comunicado del domingo en el que pedía disculpas por la lentitud con la que se realizó la entrada al concierto con largas colas que llegaban hasta alameda de Mazarredo, un hecho que achacó a la celebración de los saltos de los clavadistas a la ría. «El sábado coincidieron dos eventos de afluencia masiva en espacios colindantes, lo que generó algunos retrasos y aglomeraciones propios de este tipo de situaciones. Nosotros tratamos de solucionarlos de la manera más rápida posible y garantizando siempre la seguridad de las personas», explicaba la empresa.

«Ratoneras» que han causado «miedo» a los gestores locales

Los problemas de espacio que sufre Bilbao también afectan a la organización de grandes eventos al aire libre. La celebración de conciertos de tirón en plena ciudad se ha convertido en un quebradero de cabeza para la Administración y los promotores por la falta de un recinto que reúna una superficie amplia, accesos sin limitaciones que faciliten el transporte y cualquier eventual desalojo, y sea además céntrico. Tras el cierre de la plaza del Gas, que se asomó al vértigo con las actuaciones de Amaral o Su Ta Gar en la Aste Nagusia, el Ayuntamiento llevó las actuaciones de las fiestas a Botica Vieja, que reunía todas esas condiciones -Fito metió a 60.000 personas sin incidentes-, pero tenía fecha de caducidad. Funcionó hasta 2011 y el escenario acabó el año siguiente en la explanada del Museo Marítimo. Fue efímero. Juan Magán lo reventó de público y el alcalde de entonces, Iñaki Azkuna, que prefería Miribilla para conciertos, reconoció que esa «ratonera» pegada a la ría le había hecho pasar «miedo».

La promotora salía al paso así de las críticas de fans atorados en las colas que temían llegar tarde al concierto -de hecho, se retrasó algo más de media hora-. Algunas personas desistieron de ver a su grupo favorito ante el temor de que se produjera una avalancha. Otros ocuparon zonas con menor aglomeración, como las escaleras del museo, pese a tener peor visión del escenario.

Vetusta Morla, que ya pidió disculpas a los fans nada más salir al escenario a través de Pucho, su cantante, animó ayer a las personas que «no pudieron disfrutar del concierto en condiciones a que presenten sus reclamaciones a la promotora». «Nos parece impresentable que la gente compre un ticket y no entre en un evento», señaló la banda, que ha participado en varias ediciones del Bilbao BBK Live que organiza la misma empresa, comprometida a ofrecer de manera conjunta «una respuesta adecuada a cada caso».

Los problemas en la explanada revelan que Bilbao sigue sin tener un espacio consolidado al aire libre para acoger grandes conciertos desde que desapareció el recinto de Botica Vieja, a raíz de las obras en Zorrozaurre y la construcción del Igualatorio Médico. El emblemático espacio habilitado junto al Guggenheim no sólo opera para actuaciones de pago -por aquí han desfilado en los últimos años Dylan, Björk, Red Hot Chili Peppers . Robert Plant o Ainhoa Arteta-. También se ha convertido en el escenario estrella de los recitales gratuitos de las fiestas, lo que lleva al Ayuntamiento a considerarlo como «un lugar seguro para acoger este tipo de eventos musicales», pese a los momentos de tensión y colapso vividos en conciertos con tirón. Como con Sergio Dalma y Malú.

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