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Escuchas la música de la película y sabes que es de Morricone. Un estilo propio, reconocible, capaz de vincular la narración cinematográfica, sus atmósferas visuales ... o sus caracteres interpretativos, con los ritmos melódicos o con las aportaciones instrumentales que suscitan emociones para siempre asociadas con la nostalgia por el mejor cine. Pasa lo mismo con las composiciones de Zimmer, Steiner, Hermann, Tiomkin, Mancini, Jarre o Williams, entre otros, todos ellos subordinados en su genial trabajo compositivo o en su diferente estilo a la temporalidad, a la duración, al director de turno o incluso a la realidad sonora de la propia acción cinematográfica, pero al mismo tiempo creadores legendarios de un género al que aportaron prestigio y hasta un carácter tan fundamental en el cine como el de la acción y los diálogos.
A Ennio Morricone, al compositor y a su carrera, se les ha asociado muy tópica y exageradamente al subgénero del 'spaghetti western', a los antihéroes fronterizos de Sergio Leone, aunque lo cierto es que su extenso trabajo comprende no solo las instrumentaciones excéntricas de sus primeras composiciones para el cine, sino también orquestaciones mucho más complejas y frondosas para películas de época, melodramas históricos, de género y hasta éxitos de taquilla memorables.
Seguramente el homenaje documental que ahora le tributa Giuseppe Tornatore no solo servirá para conocer en profundidad al hombre y al artesano musical, sino también para entender la enorme influencia de quien logró asociar al cine la improvisación libre, la música popular, la creación de inquietantes paisajes sonoros o también el sinfonismo de la música para sala de conciertos.
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