El equipo de 'Così fan tutte' hace un pleno en el Euskalduna
Xabier Anduaga y Vanessa Goikoetxea lideran un elenco que brilla en un montaje lleno de magia y fantasía puesto en escena por Marta Eguilior
Todos los cantantes de 'Così fan tutte' (Así hacen todas) dejaron anoche el pabellón muy alto en el montaje que ofrece la temporada de la ... ABAO en el Euskalduna. Esta es una ópera de Mozart en la que prima el sentido grupal de la acción y la música. No hay lugar para el divismo aunque, seamos sinceros, el tenor Xabier Anduaga y la soprano Vanessa Goikoetxea tocaron techo con arias para enmarcar. El público marcó justamente las diferencias con sus vítores. También reconoció el empeño del barítono David Ménendez y la mezzo Serena Malfi, que derrocharon carisma y desinhibición, así como la chispa de Pietro Spagnoli e Itziar de Unda, en sus roles de cínicos manipuladores que mueven los hilos de la trama. Dicho esto, más allá de las prestaciones vocales –de primerísimo nivel las de Anduaga–, hay que destacar la capacidad de todos para actuar como un reloj. El punto fuerte de la Euskadiko Orkestra no es Mozart pero, aun así, contribuyó a que la velada fluyera como la seda. Tuvo mérito la batuta de Óliver Díaz.
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El éxito de los cantantes fue compartido por la bilbaína Marta Eguilior. Quienes creían que se guardaba un as en la manga para armar polémica con Mozart se han llevado un palmo de narices. La directora de escena estrenó un montaje comedido, expresamente concebido para el público de la ABAO. Los fans más fervientes de Eguilior echarán en falta su dosis habitual de osadía, pero en general la suya es una propuesta con alicientes de sobra para atraer a todo el mundo. También a los más tradicionales. Su debut en la temporada se saldó con aplausos, pero siempre quedará la duda de cómo habría sido de haberse permitido Eguilior más libertades.
Pese a que el argumento de la ópera, centrado en la presunta infidelidad 'innata' de las mujeres, podía haberle servido para hacer sangre, Eguilior ha optado por un escapismo estético que no hace daño. En la puesta en escena despliega una ambientación mágica y esotérica, con cartas del tarot gigantes, una máquina de los deseos, jóvenes aparentemente siameses y un enano como ayudante de Don Alfonso que encarna con mucho estilo el actor Rubén Jiménez Rosco. Nada que llegue a la truculencia y escabrosidad del 'Don Giovanni' que exhibió hace dos meses en la Ópera de Oviedo. En esta ocasión el conflicto entre sexos, las angustias y mentiras, se elevan a una dimensión fantasiosa y onírica, más allá de la cruda realidad. La acción de la trama original, ambientada en el Nápoles del siglo XVIII, se traslada a la 'Belle Époque' con un vestuario que lleva el sello de calidad de Betitxe Saitua. Hay un bosque y la carpa de una feria itinerante como elementos principales. Básico pero efectivo. Y algo importante: deja espacio a la música de Mozart.
Economía de medios
El montaje no aturulla con estímulos visuales ni acciones paralelas. Todo se digiere sin empacho. El estatismo sintoniza a la perfección con la propia economía de medios de la partitura de 'Così fan tutte'. Cero zarandajas. Cero ñoñerías. Esta ópera sabe a 'dry-martini' y hay momentos en que huele a arsénico. Es venenosa y cruel. Todo gira en torno a un juego de disfraces y engaños con los que dos chicos (Ferrando y Guglielmo) ponen a prueba la fidelidad de sus novias (las hermanas Fiordiligi y Dorabella). El instigador es el filósofo Don Alfonso –reconvertido por Eguilior en ilusionista–, un tipo que tiene especial interés en amargar la vida de sus jóvenes amigos. Pero no todo se reduce a un enredo chusco de vodevil.
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Esta obra de Mozart es un abismo de pasiones y morbo que da mucho juego. El papel que tiene más peso vocalmente es el de Fiordiligi, el personaje femenino de mayor ingenuidad y candor. De acuerdo con los estereotipos líricos, le corresponde a la soprano y en esta producción de la ABAO se cuenta con la baza de Vanessa Goikoetxea, una artista de Durango que continúa en estado de gracia. Se arriesga y lanza sin red, lo mismo para cantar en una ópera contemporánea (triunfó con 'Hadrian' en el Teatro Real) que para atreverse con 'Cuatro últimas canciones', de Strauss. Hija de pelotari, en su campo también hace gala de buen saque.
Anoche se ganó al público por su versatilidad y fortaleza. Fiordiligi tiene escenas con tremendos saltos de octava y coloraturas extremas, sin que falten 'pianissimi' para relajar el ambiente y toques de humor aquí y allá. Exige arrojo y expresividad, porque Fiordiligi es un iceberg que se derrite a velocidad de crucero. Al final tiene poco de «escollo inmóvil contra los vientos y la tempestad», como clama en la famosa aria del primer acto. No es una mujer fría, sino alguien que ha vivido bajo una capa muy pesada de convenciones sociales. Costra difícil de romper, pero no imposible.
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Para atravesar ese escudo se bastó y sobró el tenor donostiarra Xabier Anduaga, caracterizado de albanés/siamés, con una 'vis' cómica a la altura de su voz. Es un artista con empaque incluso cuando hace el ganso. Se le ve y escucha en pleno apogeo. Le ha ido muy bien en el Teatro Real con 'La sonámbula' y en breve debutará en el Metropolitan de Nueva York. Todavía está fresca la impresión apabullante que causó con 'I Puritani' en la ABAO y se entreven en el horizonte óperas de enjundia dramática que ampliarán su repertorio. Tiene 27 años y el don de los grandes. En 'Così fan tutte' se adapta a las necesidades del conjunto y brilla cuando es necesario. Su interpretación de 'Un aura amorosa' es un lujo. Muy oportuna, además, la iluminación diseñada por David Alcorta y Marta Eguilior para ese momento.
Atención al terzettino
El uso de la luz centra la atención en los intérpretes mientras cantan y eso causa un efecto inmediato. Nadie mira el móvil, ni tose, ni abre el bolso para sacar caramelos. Muy efectiva en ese sentido la coreografía del trío 'Que suave sea el viento' que se interpreta al borde del escenario. El barítono Pietro Spagnoli (Don Alfonso) se queda de pie, como un torreón, mientras Vanessa Goikoetxea y Serena Malfi se sientan con las piernas colgando sobre el foso. Es un terzettino que raya un misticismo arrobado. Los cambios de registro eran una de tantas especialidades de Mozart. Nada le era ajeno.
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Aunque sea un recurso manido, no perturbaban las proyecciones, con la impronta del videoartista Iván Puñal, que realzaban la atmósfera. Había lógica en escena y un elenco que defendía con uñas y dientes el montaje. Hasta los roles menores se crecían. La soprano Itziar de Unda, que hacía por primera vez de criada de Fiordiligi y Dorabella, sigue los pasos de la gran Teresa Stratas en ese mismo papel. Graciosa y maliciosa (muy bien el aria 'Una mujer de 15 años'), le pone sal y pimienta a todo lo que entona, recita y dice. Tampoco duda en cantar sentada en un columpio a una altura considerable. Y es descacharrante su transformación en notario.
El humor en 'Così fan tutte' se contrarresta con la crueldad. Es atroz el momento en que el barítono David Menéndez –adecuado en gesto y expresividad– deplora la libertad sexual de las mujeres y zarandea al ayudante de Don Alfonso que se ha puesto una peluca. La escena podría ser grotesca pero funciona. El público se olvida de la altura de Jiménez Rosco (1, 32 metros) y ve en su figura el drama de una mujer. Hay magia en este montaje.
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24, 27, 28 (OB) y 30
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Intérpretes Vanessa Goikoetxea, Ashley Bell (OB), Serena Malfi, Anna Gomá (OB), Xabier Anduaga, Pablo García-López (OB), David Menéndez, José Manuel Díaz (OB), Pietro Spagnoli, Itziar de Unda y Rubén Jiménez Rosco. Coro de Ópera de Bilbao.
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Directora de escena Marta Eguilior.
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Maestro y orquesta Óliver Díaz y Pedro Bartolomé (OB) al frente de la Euskadiko Orkestra.
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Producción ABAO
La especial cercanía de Mozart al argumento
El propio Mozart vivió en primera persona experiencias muy cercanas a 'Così fan tutte' (Así hacen todas). Las protagonistas de la ópera son dos hermanas y sus respectivos novios. Por un juego arriesgado de disfraces, las chicas terminan enamorándose del que no es su prometido y eso provoca obviamente una situación muy incómoda. En el caso del compositor salzburgués no fue necesario que nadie le enredara ni engañara. Él mismo se terminó casando con la hermana de quien había sido su gran amor. Con esa segunda mujer tendría una relación con altibajos y casualmente mientras trabajaba en 'Così fan tutte' estaba en horas bajas por el temor a ser traicionado. En el verano de 1789 llegó a escribirle una carta en la que decía: «Perdóname, amor mío, por ser tan franco, pero mi conciencia y nuestro bienestar así lo exige. Recuerda que tú misma me confesaste en cierta ocasión que solías entregarte con facilidad». Mozart no estaba demasiado animado cuando escribió 'Così fan tutte'. Durante mucho tiempo fue una ópera marginada. Beethoven y Wagner la tachaban de «indecente».
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