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La discoteca de Jamiroquai lo mejor del 7º BIME Live
A pesar de arrastrar una laringitis diagnosticada horas antes, el cantante Jay Kay mantuvo el tipo y salvó la papeleta con un repertorio bailón y retro saqueador de ideas ajenas: Bee Gees, Boney M…
Según las cifras oficiales, el 7º BIME Live ha alcanzado su record de público con 21.000 personas durante dos días. 9.000 el viernes y 12.000 el sábado, cuando se notó que había más gente y que el pabellón del BEC estaba congestionado. Imagínense: actuaba en el escenario Heineken la soulera Brittany Howard ante una explanada llena por miles de espectadores y, cuando aún faltaban 20 minutos para la hora de arranque de Jamiroquai, el cabeza de cartel del sábado, más de mil aficionados ansisoso ocupaban sitio delante del escenario Eguna.
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Y justo entonces un anuncio proyectado sobre el fondo del escenario encendió las alarmas: al cantante y líder Jay Kay le habían diagnosticado laringitis esa misma mañana, pero intentaría sacar adelante el compromiso. Nosotros, el público, debíamos hacer ruido y animarle, no más. Glups…
Pues en vez de recortar repertorio para permanecer menos tiempo en escena con la garganta expuesta, Jay Kay / Jamiroquai dieron un bolo normal de una docena de piezas en 110 minutos. Hubo un pequeño retraso y muchos espectadores silbaron para manifestar su protesta. ¿Se suspendería el concierto?, se preguntaban algunos. Buf: ya se había anulado el concierto de Michael Kiwanuka previsto para esa misma tarde de sábado. Será demasiado, pero el de Jamiroquai salió bien. Casi perfecto, oigan.
Los once músicos aparecieron con ocho minutos de retraso. Sí, once músicos: tres coristas afrofemeninas, tres teclistas (en realidad el de la derecha manejaba un secuenciador Ableton Live), batería y percusión, bajo y guitarra, más el cantante Jay Kay, éste con gorro estrafalario (eligió uno con luces), chándal para pasear por el Arenal de Mallorca y barriga más que considerable. Durante el show Jay bebió té para pasar el trance, bailó un par de veces de modo efectista y agilísimo, y mantuvo el tipo en lo que fue el mejor concierto del 7º BIME Live con mucha diferencia. Fue un show tan bueno, que durante su primera mitad aspiró a entrar en nuestra lista de lo óptimo de 2019 gracias a la calidad y potencia del sonido, al colorismo y la modernidad de los focos y las visuales, y a la contundencia en la ejecución.
Jamiroquai (Londres, 1992) irrumpieron en la década de los 90 defendiendo el funk discotequerosetentero con un barniz actualizado vía acid jazz. Y casi tres décadas después ahí siguen, con su labor reivindicativa y retro pero resultona. Reinventan tanto el pasado que uno se pregunta: ¿pero estos tíos tienen alguna idea propia? Es que lo roban todo, desde samples de flautas sensuales hasta falsetes del soul negro. Si les pasaran a sus canciones un programa antiplagio seguro que les descubren más recorta y pegas que a la tesis del doctor Pedro Sánchez.
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Además, ese sábado en un recinto tan difícil de sonorizar como el BEC, gracias a un volumen poderosísimo y a una mezcla diáfana se oía perfectamente cada parte de los once participantes: las palmas de las tres afrocoristas, los parches de la batería y la percusión, el bajo de finísimas cuerdas, las teclas que nunca se solapaban… Y así Jamiroquai pusieron en danza a la masa milenaria: los tíos se aplicaban al baile, como siempre a nosotros nos rodeaban bailarinas cargadas con molestas mochilas, y la gente sin dejar de contonearse daba palmas cuando se lo pedían desde el escenario. Y es que eso era una fiesta neodiscotequera con momentos climáticos de pura rave.
Y lo dicho, que Jamiroquai lo roban todo. Las cinco primeras piezas, que brotaron a modo de delirio luminoso perfectamente interpretado y si se llega a acabar el bolo ahí hubiera entrado en la lista de lo mejor de 2019, fijaron un puñado de elementos ya conocidos pero en su caso abrillantados hasta otorgarles la necesaria pátina de modernidad: 'Shake It On' amalgamó el bajo de Giorgio Moroder, las armonías vocales de los Bee Gees y el canto también de Michael Jackson; 'Little L' batió la discoteca como unos Boney M. del tercer milenio; 'Use the Force' fue samba sintética muy 'principesca' (por Prince, si); 'Main Vein' remozó el funk urbano de Isaac Hayes y coló falsetes a lo Michael Jackson; y la quinta, 'Alright', se prologó con new age guitarrística vía George Benson, rompió en funk discotequero transversal en plan Earth, Wind & Fire, y subrayó el estribillo de 'yes alright' tan buenrrollista e ibicenco. Ya ven. ¡Todo copiado, fusilado! Ni una idea nueva. Pero cómo nos gusta desde siempre Jamiroquai, ¿eh?
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Sin embargo, durante la sexta y la séptima canciones se produjo lo imperdonable: el aburrimiento. Ambas piezas estuvieron igual de bien ejecutadas sónicamente, pero el ritmo bajó y se notó que Jay Kay andaba reservándose: en 'Space Cowboy' se inspiró en Marvin Gaye, Al Jarreau y de nuevo en Earth Wind & Fire, y en 'Corner of the Earth' el gran grupo insufló la bossa brasileira al acid jazz de terraza británica de Matt Bianco, aunque en esta el bueno de Jay ya no podía ni vocalizar con fuerza o claridad.
A partir de entonces, para matar el tiempo y disimular ante la masa, el cantante del gorro de luces hizo un poco el chorra cual hooligan en Mallorca, nuestra tierra prometida. Continuó flojo de voz en la ampulosa 'Runaway', consiguió la cima de la cita en su exitosa 'Cosmic Girl', y ya hasta el final los once estiraron el chicle con menos gracia y más reiteraciones estilísticas que ya no sabemos si se trataba de más robos o de autohomenajes, como los de ese 'Travelling Without Moving' tan lleno de trucos. Pero a pesar de todo, la masa mixta no dejaba de bailar feliz de la vida.
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