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La neofolklórica malagueña Diana Navarro (Mälaga, 1978), la que este martes en el Arriaga dijo al agarrar las castañuelas que éstas son «imprescindibles para una folklórica que se precie», representó al segundo intento en el Arriaga, ante 650 almas, su show 'De la Piquer a la Navarro', el mismo que se vio obligada a suspender in extremis, horas antes, un domingo de febrero con casi 900 entradas vendidas en la anticipada debido a «un virus que me dejó KO la noche antes en el hotel, aunque yo soy de piedra de Chipiona, como dijo una vez Rocío Jurado a Lola Flores». Y procedió a dar gracias al equipo del Arriaga por la rapidez en buscar la nueva fecha y halagó al respetable diciendo que es, que somos, «uno de los públicos más respetuosos, entendido y cariñoso».
En tres capítulos se organizó este show teatralizado interpretado por ella, tres músicos y un segundo cantante. La malagueña durante 104 minutos (hora y tres cuartos) interpretó una quincena de temas, contando un popurrí, desgajando un instrumental que sonó durante un cambio de vestuario (usó cuatro vestidos y varios chales) en el que se mostraron imágenes en paralelo de la Piquer y la Navarro, y agrupando en un tema varios fragmentos breves de coplas y de jazz que durante cinco años cantó en Nueva York, en Broadway, doña Concha Piquer (María de la Concepción Piquer López, Valencia, 1906 - Madrid, 1990).
La Navarro abusó estilista de la misma fórmula: un trino constante, un melisma perpetuo, un sostenido incansable. Y en el primer capítulo se presentó como discípula de La Piquer, contándonos su propio currículo, su participación en concursos, su aprendizaje oyendo a doña Concha «por su perfecta dicción y fraseo», contando que le habían propuestos hacer una película y una obra de teatro sobre su gran influencia, y que eso se materializó en la pieza teatral 'En tierra extraña', representada durante dos días en el Arriaga, soltó lo de las castañuelas y la folklórica que se precie, y cantó standards españoles como 'Ojos verdes' (sosteniendo la voz con técnica de bel canto), 'Y sin embargo te quiero' (con agudos manieristas), la ovacionadísima 'En tierra extraña' (una canción sobre celebrar Navidad en Nueva York, con vino español, ¡en tiempos de la Ley Seca!), y el popurrí (los gorgoritos de 'A la lima y al limón', 'Las coplas de Luis Candelas', 'La Parrala'…).
Se quedó cantando el hombre y reapareció la mismísima Concha Piquer, criticando a la Navarro, que solo tiene carrete para hablar de ella misma, y que perece que la evita… Y con los vestidos segundo y tercero, doña Concha nos contó su historia, «el folletín», como viajó a Nueva York con 14 años, porque ella era «alta, guapa, simpática, simpática y con ganas de comerme el mundo», que dejó, en todos los sentidos, al compositor Manuel Penella, para volver a España y juntarse con otro hombre casado y con hijos, el torero Antonio Márquez, y con el tercer vestido, montera incluida, cantó el culmen de la función, 'Romance de valentía', con el hombre bailando con una capote al que sacó revoleras y zapopinas, ovacionadísimo también. La Piquer aseguró que «he vivido mi vida como me ha dado la gana, aunque me haya tocado ser 'La otra'», y otra ovación cosechó por su drama continuado y sus sostenidos, y se despidió con 'Ay, la voz secreta del amor oscuro', con la dicción menos clara de la función, porque no se e entendía apenas la letra.
E hizo mutis La Piquer y volvió la Navarro del siglo XXI, la que con 47 años dijo que lleva 30 de carrera y 20 de su primer disco, el de mayor, 'No te olvides de mí' (2025, más de 200.000 copias y 120 conciertos), donde sale su canción 'Sola'. Y en este tercer capítulo la Navarro cantó a La Piquer más LGTBI en 'Se dice', una canción que la mañagueña dató en 1928 pero quizá se publicó en 1933, y que ella ha remoazdo con un sonido electro que chirrió un tanto en el Arriaga. Pero en el epílogo estuvo bien: teatral sacó adelante 'Me embrujaste', antes de '24 rosas', una balada romántica a lo Marts Sánchez, dijo que su intención es «fusionar copla, flamenco y saeta con otros sonidos» para que los jóvenes conozcan a esos poetas de antaño, en el primer bis cancó 'Sola' (con mi pena), una suerte de tango onda Pasión Vega y 'El perdón', melodrámática como las vocalistas griegas a lo Elefthería Arvanitáki, y cuando bajaba el telón y mucha gente se iba, propuso cantar otra y a modo de sgundo bis, cantando desde el patio de butacas y estrecjhando los manos, hizo su nueva 'Ya no estoy sola', al más puro estilo musical y con una letra bastante sencilla en la que agradece el apoyo de su público («gracias por existir», parecía el estribillo)
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