Dewolff elaboran suites de gran rock
En su cuarta visita a Bilbao en la última década, el power-trio tulipán reunió en la Santana 27 a más de 600 almas que se deleitaron con sus chispazos a lo Led Zeppelin, Deep Purple o Ten Years After
Más de 600 espectadores se concentraron este viernes en la Santana 27 (la mitad de público que la víspera ante el transformista folklorista astur Rodrigo Cuevas) para catar la actuación del power-trio tulipán Dewolff (Geleen, Países Bajos, 2007) en la última fecha de su gira española (Barcelona, Zaragoza, Madrid y Bilbao de martes a viernes) presentando su décimo disco, 'Muscle Shoals' (2024), grabado en Alabama. El líder, el guitarrista y vocalista despechugado y agilísimo dando patadas al aire Pablo van de Poel, hizo memoria y aseguró que se acordaba de su primera visita a Bilbao, «en un pequeño café llamado Satélite» (sí, en el Satélite T, en 2015), dijo que luego estuvieron en el Kafe Antzokia, en la sala pequeña de arriba (el jueves 28 de abril de 2016; ese día fuimos a ver a El Arrebato al Campos y sólo llegamos al final de los tulipanes), y hace un par de años en la sala grande del mismo Kafe Antzokia (en un frío domingo de 2023, cuando congregaron a 555 almas, más del 90% del aforo). O sea, que si han estado cuatro veces en Bilbao, hemos visto todas y escrito sobre tres contando con esta.
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Pues este viernes Pablo van de Poel (guitarra y voz), su hermano Luka van de Poel (batería; «my little brother, el hijoputa», le presentó un par de veces así: oír para creer, porque la primera vez pensamos que habíamos entendido mal) y Robin Piso (teclados; «mi hermanito, pero de diferente mujer», dijo en castellano), los tres flacos y vestidos como tahúres endomingados en la feria del ganado de Bakersfield, dieron un bolazo ardiente de 99 minutos (de 21.18 a 22.47 horas) para 10 temas a menudo unidos y bastantes de ellos en modo suite, o sea desarrollando varios pasajes (dos temas hubo en el bis, que duró 25 minutos).
Con atractivo visual escénico (el líder Pablo se movía mucho: tenía dos micrófonos separados para cantar, se asomaba a puntear al borde del tablado, descendía un escalón y se colocaba sobre los bafles del foso, y en una ocasión bajó a cantar entre el público, al que hizo alzar las manos y dar palmas), exhalando un sonido retro y setentero basado en el gran rock y aireado mediante psicodelia no abstracta, y además alargando las canciones mediante solos (uno de batería, que se note su amor por los 70), arreglos y cambios de ritmo y hasta de estilos (pero sin nunca ponerse pesados, pues el bolo se hizo corto), Dewolff honraron a sus influencias y supieron recrearlas de modo fiel pero sin parecer copiones sin personalidad.
Dewolff irradiaron quintales de gran rock bajo el influjo de Led Zeppelin y Deel Purple, esto sobre todo por la abrasiva aportación de los teclados (el inaugural 'Night Train'), sobre fondos rojos facturaron lisergia en plan Cream ('Natural Woman', cuando ordenó Pablo que no se dieran palmas sino que se chasquearan los dedos), supieron libar el soul de modo genuino ('In Love'), el blues vía Bonamassa derivó hacia la psicodelia Ten Years After ('Will o' the Wisp'), se atrevieron con el jazz acuático no sólo por el aire del órgano ('Snowbird', que a su vez derivó hacia el sonido británico y tuvo un rápido punteo de Pablo a lo Alvin Lee), y acabaron en falso con su extensa suite 'Rosita', arrancada por Pablo en plan bluesman, diciendo ardiente como Muddy Waters «Bilbao, estoy en la onda para hablaros de mi beibi», y luego condensando reflejos de los Rolling Stones, del diddley beat, del soul con poso blues, del góspel de celebración, del órgano de Deep Purple que no falte…
Y en el bis, tras comunicarnos que llevan 17 años como banda (Pablo lo explicitó también en su castellano esforzado) y de presentarnos el merchandising que tenían a la venta en esta gira (una baraja con naipes customizados -«en las cartas no existe el 1, es el as», ilustró Pablo a la masa que hizo la cuenta atrás-, la camiseta de Rosita y un diseño de gorra), Pablo aseguró que tocarían otras dos piezas (alegó insistiendo en que, como en las cartas no hay 1, iban a tocar dos), que fueron 'Nothing's Changing' y 'Freeway Flight', y que sonaron multiplicadas y nutridas con influencias de Hendrix, Bad Company, híbridos de Deep Purple y Black Crowes, de Triana según comentó un espectador pero serían coincidencias por beber de la misma fuente, rock espacial y un último solo de órgano con un groove más allá del rock.
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