'Los cuerpos celestes', una danza ficción flamenca
El quinteto comandado por Marco Vargas y Chloé Brülé amalgamó astrofísica, flamenco y electrónica en una coreografía ingrávida que encantó al Teatro Barakaldo
Sólo medio centenar de almas (a 25 euros las butacas más caras) se presentaron el sábado noche en el Teatro Barakaldo para atestiguar la coreografía 'Los cuerpos celestes. Partitura coral en siete movimientos', recuperada del heterodoxo cartel de los 24º Viernes Flamencos suspendido por el virus, montada por la compañía francesa formada por el sevillano de Triana Marco Vargas y la canadiense Chloé Brülé, y que durante sus satisfactorios, evocadores e imaginativos 66 minutos (sinceros aplausos finales incluidos) evolucionó hacia arriba aunque en el último tercio marcó una espiral redundante, o sea contándonos lo mismo.
A modo de arte y ensayo en 'Los cuerpos celestes' una voz en off con acento (se supone que la de la norteamericana Chloé) invita a observar el universo con un telescopio, o en su defecto mediante unos prismáticos 7 x 50, y atravesando las tinieblas viajar por el cosmos hasta Marte, y se llega en efecto a un planeta naranja tras una suerte de periplo a lo 'Passengers' (qué película más bonita, aunque sea de amor), en una especie de danza ficción neoflamenca (o postflamenca a estas alturas) sostenida sobre música electrónica que funciona por mil razones (no es ni pedante, ni agobiante, ni avant garde, sino retro entre Vangelis y Can, aunque por el epílogo palpita una rave de engarce folk) y donde en varios números suenan instrumentos orgánicos (el tambor batido de modo a veces tribal, la melódica soplada en pleno baile).
La voz en off de 'Los cuerpos celestes' intenta basar sus explicaciones en la Física: que si sólo vemos la parte del universo a la que alcanza la luz, lo del por qué las estrellas llegan a colapsar, las distancias medidas según la de velocidad de la luz y más zarandajas del argumento que se nos escapaban porque no somos ni astrofísicos ni termodinámicos, que hoy día parece que te piden un master para incluso ir al cine y por eso tenemos pendiente la peli de 'Tenet'. Y ya puestos a pecar de pitagorines, o de Valdanágoras, podríamos señalar que es imposible hacer zapateados en el espacio, primero porque no hay piso contra el que chocar los tacones y segundo porque en el espacio no hay ruido porque no hay oxígeno.
Y hasta aquí la teoría y la cosmografía. La realidad empírica de esta coreografía sevillano-canadiense es que, empero sus hándicaps (música electrónica enlatada: ¡y no se oye ni una guitarra flamenca!), lo corto del elenco (cinco actuantes, entre ellos el músico integrado en el cuadro de baile) o la desnudez del escenario (que al final no lo es tanto, pues se abre y hasta caen pompas de jabón del cielo, o sea de más arriba), 'Los cuerpos celestes. Partitura coral en siete movimientos' atrapa, magnetiza si prefieren, y se deja seguir con agrado en su argumento hasta esa pirueta del último tercio que es más de lo mismo pero no te lo sabes explicar (o inferir) tan bien como lo previo.
Funciona por todo, desde la luz (pronto se deshace la oscuridad) hasta el sonido (la electrónica no repele, sino que acompaña como en un documental sobre el infinito de las estrellas), desde la narración (todo es menos alegórico y más inteligible que en cualquier coreografía flamenca) hasta el vestuario, la escenografía (el arranque en verdas se asemeja al inicio de un viaje estelar y casi da un paso a la quinta dimensión) y la propia interpretación o ejecución en distintos formatos, empezando por ejemplo por el estupendo y teatral número con el trío masculino en movimientos a lo Kukai representando a un muñeco de 'Blade Runner' obrando vida o consciencia de su existencia mediante el zapateado, y siguiendo por el dúo femenino ingrávido con más sugestión que acción aunque también fascine al espectador (pensamos en otra película de sci-fi, de ciencia ficción como 'Gravity', que en realidad debió titularse 'Ingravity', ¿no?).
Y así seguimos con el primer tambor y más bailes a lo Kukai (al menos tres de los siete pasajes son muy Kukai), o la llegada al planeta naranja y la celebración con el baile folklorista que deviene en rave minimal y absorbente con la explosión de confeti (¿no es una vuelta al pasado, al origen?; parece lo del mono de '2001' pero dándole inversión al movimiento en plan 'Tenet'), o el último tercio con el tambor batiendo un ritmo de seguiriya.
Hum…, creemos que nadie salió disgustado, o trastocado de 'Los cuerpos celestes', lo cual es un triunfo en toda regla.