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Ambientazo, expectación, predisposición y buenrollismo este jueves en el Euskalduna lleno al 95% (sólo se quedaron sin vender un centenar de entradas de las de arriba del todo, las de 45 €), donde en general todo osciló entre lo muy bueno y lo ma-ra-vi-llo-so en manos de un Coque Malla eufórico y pletórico que celebraba su gira del 40º aniversario, pero sin nostalgia, como avisó en su primer parlamento.
Todo genial, aunque a juicio de este enviado especial tres cositas quedaron regular: la tercera canción, 'Este es el momento' (vaya, de la banda sonora de la película 'Campeones'), a ritmo de Nueva Orleáns, lo cual puede sonar a verbena incluso si lo baten los Neville Brothers; la primera de las tres colaboraciones, a cargo de Valeria Castro, que con su vibrato y una alegría inusual en ella casi fue el lastre de 'No puedo vivir sin ti'. Y otra manía personal del que suscribe, la canción a solas 'Berlín', una de las favoritas de Coque Malla, como dijo al presentarla, pero es que es demasiado triste.
Perdón por la personalización, pero esto se cuenta para que se tenga constancia de que cada cual percibe los conciertos en función de sus circunstancias, y en el caso de Coque hasta de la memoria, los recuerdos, pues son 40 años de andadura. ¿Pero qué son tres detallitos regulares en un concierto de 20 canciones en 113 minutos? La escenografía resultó espectacular, con luces y pantalla molonas, y nada de humo en el escenario.
El sonido fue potente y diáfano. La banda operó perfectamente engrasada y rodada, desde el quinteto con Coque hasta el noneto con los esporádicos cuatro vientos: «Ellos van a hacer el milagro, van a volaros la cabeza y yo haré unos bailecitos y poco más», exageró el jefazo al hablar de sus músicos. Y es que Coque estuvo contento, eufórico y pletórico incluso. Ya dijo al principio del show que nunca habían congregado a tanto público en Bilbao (a ojo estábamos 2.050 almas).
Repasemos lo superlativo de las canciones, lo más importante del bolo y de su carrera, como subrayó en su introito: el arranque con dos rocanroles empuñando la guitarra, con el gran auditorio a oscuras y el riff de su guitarra anticipando la fiesta del 'Por las noches' de Los Ronaldos, con Coque enchufadísimo, los coros de la gente y el aura de los Rolling Stones. Y una 'Sólo queda música' acelerada, demostrativa (de su poderío) y hasta combativa; 'La carta', con Coque muy teatral, recitando (recitó y rapeó en bastantes ocasiones o canciones más), y la música explotando en plan Nick Cave progresivo; tres piezas seguidas como fueron '¿Volverá?', con recuerdo a Dani Martín y Rulo y cadencia de estadio,
Seguimos con 'Todo el mundo arde' y sus recitados, y sus bailecitos, y su poderío, y 'La señal', en plan Ron Sexsmith y con una petición de Coque: «Arriba las manos, por favor, más, más, mucho más…». 'El último hombre', comenzado en solitario a lo Ron Sexsmith y culminado con la banda al completo en una suerte de vals eléctrico; para acabar en falso 'Un lazo rojo, un agujero', la del sombrero, en la que subió por las escaleras, brincó y se subió luego a su pódium (otra canción en la que rapeó). Y en el bis triple, para empezar un 'Guárdalo' de Los Ronaldos en el que punteó imitando en la pose a Keith Richards, y para acabar el bis y el concierto una solemne y creciente 'Me dejó marchar', en medio de la cual agradeció con un «gracias, Bilbo, hasta siempre», y el respetable público se puso otra vez en pie para ovacionarle largamente de manera sentida.
Jorge Malla Valle (Madrid, 22 de octubre de 1969, o sea 55 años, hijo de los actores el difunto Gerardo Malla y Gema Valla, que ambos salieron en la pantalla de fondo) estuvo contento, cercano al gentío al que pastoreó sin cebarse. Incluso sincero, como cuando contó que se tiró varios años «tan difíciles como interesantes, en los que estuve muchas veces en Bilbao, tocando en garitos ante 20 personas, y ahí me convertí en el cantante, guitarrista y compositor que soy ahora, para bien o para mal». Sí, Coque ya no es un niño (lo pensamos varias veces en el Euskalduna), ya no sale a la escena perdido en vapores etílicos, y cada concierto suyo es una experiencia como mínimo agradable y con frecuencia memorable.
Sigamos con las canciones y momentos del segundo cajón del pódium del Euskalduna («como Maracaná», halagó en su primer parlamento, cuando dijo que era increíble estar actuando ahí), lo de la medalla de plata, como 'Cuando estemos muertos', y su aire de brit pop de estadio, el dúo estupendo con Mikel Erentxun cantando como si fuera suya 'Hasta el final' (al irse dijo el muy futbolero: «vais ganando 0-1 a la Roma», que jugaba contra el Athletic en Europa, un partido que acabó con 2-1, grrrr...).
Y ya en las seis últimas canciones, con la gente en pie en todas ellas, la fiesta de 'Adiós papá' de Los Ronaldos, el fiestón con el 'Hace calor' de Los Rodríguez (que ya sabemos se titula 'Mucho mejor'), y la del medio del bis triple, 'Ruido', de Sabina, a medias con Fito («señoras y señores, el rey de Bilbao», le presentó), que salió contento a escena y que aportó su Stratocaster con el síncope de Dire Straits.
Muy buen show, vive Dios. A ver si le contratan para las fiestas de Bilbao y bate el récord de asistencia en la ciudad. Ya le vimos en las fiestas de Santurtzi del año pasado, donde en las pantallas usó bastantes diseños que ha repetido en el Euskalduna en esta gira de los 40 años.
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