El circo de Salvador Sobral
El ganador de Eurovision 2017 y superviviente a un transplante de corazón alternó en el Arriaga sus canciones trágicas y delicadas con una desconcertante y constante vis cómica que le empujó a imitar a un chimpancé
Demasiada dilatación mediante teatralización, humor físico, monólogos, solos jazzísticos sin venir a cuento y la postura surrealista del a priori delicadísimo cantante Salvador Sobral se ... padeció el domingo en su concierto en un Teatro Arriaga con estupendo ambiente provisto por los 754 asistentes que ocuparon las mejores butacas. «La gente no ha pagado por esto», protestó un impaciente Azpiazu. Y el propio protagonista llegó a alegar en el perfecto castellano que habla: «Perdón, la gente igual esperaba otra cosa. Esperarían encontrarse con el cantante dolido». Y Sobral se autocaricaturizó con gestos desgarradores antes de proseguir: «Pero no. Lo del corazón es mentira. Ha sido una maniobra para atrapar público. Nooo… Les puedo mostrar la cicatriz ». Calculen el peso de las interrupciones y las distracciones: al de 21 minutos sólo había cantado dos canciones.
En 104 minutos, o sea hora y tres cuartos, solo sonaron unas 14 piezas en el Arriaga, incluyendo en el bis el himno del Athletic interpretado por él al piano, que le quedó muy 'La La Land', reconozcámoslo. Pero es que el luso abusó de estas dos facetas: la entretenedora o humorística propia de mimo, y la cantarina, donde abundó en un trino sostenido y siseante a veces ululante hasta sonar como un serrucho fantasmagórico de esos. Eso sí, le quedó muy bien el scat vocal, la imitación de la trompeta, con lo cual el combo se convertía en cuarteto de jazz. Por cierto, dos de sus músicos actuaron en camiseta, en plan podemitas, como músicos de jazz españoles, qué diferencia con los jazzmen anglos cuando se suben a un escenario.
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¿Qué exageramos con la queja? A ver: Sobral llegó a parar una canción para contar un chiste de los de hacer el amor. Y lo nunca visto: Sobral llegó a saltar y a chillar como un chimpancé. «Este está más loco», había dicho antes el hastiado Azpiazu.
El muy políglota cantó en cinco idiomas: castellano, portugués, inglés, francés y el euskera del himno, momento con el que se ganó del todo al respetable predispuesto. Ya el lisboeta había hablado antes en vascuence, como cuando saludó: «Eskerrik asko. Aupa. Zelan? Oso pozik nago hemen egoteaz». Vamos, que se las sabía todas y aseguró que los vascos (no los bilbaínos) nacemos donde queremos y que él lo hizo en Lisboa, aunque sus padres son de Atxuri. Y que cuando se juntan dos vascos hay una apuesta, y cuando se juntan tres hay un coro, lo cual le sirvió de estribo para pedir la colaboración al canto del respetable, que lo hizo de modo tan mortecino y temeroso que soltó el luso: «parecéis gallegos». Tantas chorradas soltaba Sobral que en algunas nos reíamos: en el chiste de final inesperado, cuando contó que el baterista viajaba mucho a Bilbao porque tenía una novia aquí («¿sabes si ha venido?», le inquirió), cuando imitó a una chica noruega que pretendía ligar con el mismo baterista…
¿Y la música? ¿Las canciones? Pues ya se imaginarán con qué esporádica cadencia fueron cayeron. Actuando al modo de un miembro de Les Luthiers rejuvenecido, recitando, cantando metiendo la cabeza dentro de las cuerdas del piano, Salvador Vilar Braamcamp Sobral (Lisboa, 29 años), ganador del Festival de Eurovisión 2017con la canción 'Amar pelos dois', la cual interpretó al abrir el bis él solo al piano, este domingo dio mucha cancha a sus estupendos músicos (solos de contrabajo, de batería, prólogos del piano culto…), un trío de jazz que ofició circular a lo Jamie Cullum (otro al que le gusta mucho el circo), que se tornó acompañamiento de night club en baladas propias de Edith Piaf y que ayudó a la mutación siempre ingrávida y lánguida de su jefe, un líder que supo rapear aflamencado como Tomasito, sonar a un Jorge Drexler blusero y cantar el bolero 'Ay amor' de Bola De Nieve insuflándole desdramatizaciones grotescas fuera de lugar, un vocalista con tablas que bajó hasta cuatro veces al pasillo del patio de butacas, lo cual también sería improvisado pues en ninguna ocasión le iluminó ningún foco.
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