Del Cielo al Purgatorio con The Hornies
El septeto getxotarra de soul entró en comunión ardiente con la parroquia de la Santana 27 en el octavo minifestival Mockers Day
Sabor agridulce el sábado noche en el octavo minifestival Mockers Day albergado en la Sala Blue de la Santana 27, que agotó el aforo: triunfaron soberanamente los cabezas de cartel, los souleros The Hornies; además se presentaron en sociedad con solvencia inusitada dando su primer concierto Pleasure James & The Unsatisfied Minds; y se suspendió la intervención de los terceros del lote, los rocanroleros bilbaínos Micky & The Buzz, debido al fallecimiento del padre de su guitarrista, el querido Carlos Beltrán (a quien mandamos nuestro pésame desde aquí).
Abrieron plaza tocando 14 temas en 51 minutos los también bilbaínos Pleasure James & The Unsatisfied Minds. Estrenaron su álbum debut 'The getaway' en lo que fue su primer bolo. Fue de el rock and roll a lo Heavy Trash y los Cramps, alcanzó su cima en el cool 'Barrel riding at sunset', y nos chocó que su punto flojo fuera la versión de Eddie Cochran 'Something else'.
Luego de un largo cambio de instrumental los getxotarras The Hornies ocuparon la escena, el altar, pues ofició el predicador del soul Borja Romaña, quien se ha mudado a Canarias, con lo cual la escena local ha sufrido una gran pérdida. En casi dos horas (116 minutos) tocaron con actitud, aptitud y credibilidad 21 versiones del soul (y varias del rock), sin caer en la vulgaridad de las bandas tributo. La primera mitad del repertorio fue sublime, increíble, y ya estaba más que instalada entre lo mejor del año. Sin embargo, por las luctuosas circunstancias y la caída del cartel de Micky & The Buzz hubieron de alargar su intervención, improvisando, estirando la fiesta de modo muy bueno, pero no sublime, aunque alcanzaran hitos como el 'Thunder Road' de Bruce Springsteen a dúo piano-voz, con Isra Redondo a las teclas en el único momento en que se le vio (estuvo demasiado esquinado) y con Romaña concentrado y sin leer la larga letra en ninguna parte.
Pero no piensen que la segunda parte fue una pachanguita, ni una verbena, ¿eh? Entre las versiones 11 y 21 pudimos libar esencia soul como en la dramática 'Why is it so hard' (in America) de Charles Bradley (con recitado incluido de Romaña) y en el 'Tonight I'll be staying here with you' de Bob Dylan tocada como Jeff Beck (nos iluminó con el título el guitarrista de la derecha Pit Idoyaga; a la izquierda estuvo el alto guitarrista Juan Gumuzio), y pudimos alegrar los corazones gracias a una pieza tan difícil como 'Shake a tail feather' (la de Ray Charles en la película de los Blues Brothers 'Granujas a todo ritmo') y a un rock and roll como el 'Proud Mary' de la Creedence pero revisado vía Tina Turner, con toda la parroquia desatada en la sala.
Un inspiradísimo Romaña
Sí, moló esta segunda parte, con tres revisiones de Joe Cocker, con el 'Can't judge a book' de Bo Diddley repasado como Elvis en Las Vegas, o con el proto-discoteque tribal a lo Neville Brothers que pareció el 'Claim jumping' de Sam Dees. Pero, comparada con las primeras diez piezas, claramente habíamos descendimos un escalón: del Cielo al Purgatorio.
Bajamos del Cielo al Purgatorio siempre de la mano del deustoarra Borja Romaña, un predicador desvergonzado que apareció en escena con una chaqueta rosa de las Pink Ladies (la pandilla de chicas de la película 'Grease'), unos pantalones plateados de brillantina y de pata ancha que acabaron con las rodillas sucias y gastadas de tanto rozar el suelo (¡igual que James Brown!) y una camiseta negra y holgada por fuera del pantalón que cuando saltaba de algarabía mostraba una barriga bien nutrida (ah, la buena vida en Lanzarote…)
Estuvo inspiradísimo Borja Romaña: cantó con rajo visceral sin que se resintiera su garganta, su alma se tornó negra, pastoreó al público que llenó la sala como un afro-soulman de los 60 con ínfulas predicador en el culto, lideró a una banda engrasada y genuina que le apoyó en los coros (hasta con cuatro voces, rol en el que no intervino la base rítmica, la misma de Los Brazos: Koki y Txemi), e incluso pareció tener el don de lenguas apostólico, pues cantaba en inglés y le entendían todos los presentes, y le respondían a pleno pulmón.
Crean que esa primera mitad fue sobrenatural. Increíble. Tras la espectacularidad del arranque (covers de Buddy Miles y Doobie Brothers), el primer hito absoluto, de los de provocar el pasmo de las gentes, fue el 'Cry to me' de Solomon Burke, con el saxo springsteeniano de Juan Feijoo. A la cuarta la alegría se desbordó gospeliana en el 'Take my love with you' de Eli Paperboy Reed, y siguió el ímpetu con el 'Domino' de Van Morrison. 'In the name', del predicador Little Richard, sonó a Memphis, y a la siguiente advirtió Romaña: «en esta canción las manos quieras, por favor», y entonó sensual el 'Let's get it on' de Marvin Gaye con la lubricidad de Al Green. Ardiente revisó el 'Wild night' (is calling) de Van The Man de nuevo, y el clímax absoluto lo provocó en una sentida, honda y gritada con estilo 'I found a love', la balada gospeliana de amor profano escrita por el incomensurable Wilson Pickett, aquí con la parroquia elevando al Cielo 'yeaaahhhh, yeaaahhhhh' y con Romaña cayendo de rodillas.Solo se podía decir una cosa: Aleluya. Qué grandes son The Hornies y qué poca importancia se dan.