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El bajista Marvin Nygaard caminando sobre la masa humana. CARLOS Gª AZPIAZU
Catarsis tribal con Kvelertak

Catarsis tribal con Kvelertak

El Bafle ·

Los noruegos llenaron el Kafe Antzokia en una memorable y brutal cita dominical agitada con metal vikingo. Caminaron literalmente sobre el público extasiado y confesaron: «Este ha sido nuestro concierto más cool en mucho tiempo»

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Lunes, 5 de febrero 2018, 13:26

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Kvelertak (Stavanger, Noruega, 2007) están siendo los teloneros de los célebres Metallica en su actual gira española de tres fechas: dos en Madrid y una en Barcelona. Además, en los días alternos han rascado tiempo para dar tres conciertos más de la mano de la promotora vasca Noise On Tour: en Sevilla (viernes pasado), Bilbao (domingo) y Valencia (mañana martes 6 de febrero). Su escala en el Kafe Antzokia prometía y se notó en taquilla, con más de 500 vendidas en la anticipada y al final casi 600 espectadores de mayoría masculina que no dejaron de botar, de corear puño en alto (desde hey hey hey hasta tarareos de melodías al modo de guerreros espartanos), de provocar pogos (ese baile en que los fans se empujan entre sí), de surfear sobre las cabezas del público (hasta una chica voló por encima del gentío híperexcitado)… Desde el anfiteatro, más pacífico, vimos desde volar repetidas veces una chaqueta hasta cómo el público se separaba en dos, como las aguas del Mar Rojo, a la orden del cantante Erlend Hjelvik, antes de volver a colisionar entre sí.

El cantante Erlend Hjelvik arrojado sobre la masa eminentemente masculina.
El cantante Erlend Hjelvik arrojado sobre la masa eminentemente masculina. CARLOS Gª AZPIAZU

Abajo la gente estaba enloquecida, sí, y arriba los seis músicos les espoleaban y también se dejaban llevar por el éxtasis individual: el vocalista Erlend Hjelvik apareció en la primera canción con su búho disecado sobre la cabeza, a modo de penacho o casco, estuvo todo el show con el torso desnudo, a menudo invocaba la energía del Antzoki alzando los brazos como Conan, varias veces subió totémico a la columnita de la escalera lateral, escupía al aire y agarraba al vuelo con la mano el salivazo, echaba desde su boca agua a las primeras filas y a cada dos por tres cantaba pegado a la peña, llegando a subirse sobre ella para caminar con verticalidad sobre la masa humana; el bajista Marvin Nygaard a veces hacía girar su instrumento sobre sí mismo, desde el pecho a la espalada (como hace con su guitarra Warner E. Hodges, el de Jason & The Scorchers); los tres guitarristas se sacudían espasmódicos, como electrocutados, y se arrimaban a la peña enfervorizada (y separada por una valla de seguridad) y se subían a los bafles y a la tarima de la batería; y el baterista le pegaba con una intensidad brutal y diversa.

Una pegada tan diversa como las influencias de estos iconoclastas del metal vikingo que cantan en noruego y han logrado romper sus fronteras a base de gónadas, agresividad, sudor y riesgo. Riesgo como el de poder caerse ellos al suelo o el de descoyuntarse los espectadores durante el pogo peligroso. En 96 minutos Kvelertak arbitraron unos 18 temas espasmódicos y creíbles en los que el vocalista no tardó en quedarse sin fuelle y a partir de entonces rugió como la lija, pero ello no fue óbice para que la parroquia no se dejara llevar hasta generar por sí misma un maelstrom constante. Abrieron ambientales como sus paisanos Turbonegro (y el gentío ya coreó ye-ye-ye), dispararon death metal vikingo, las guitarras emularon las melodás de Thin Lizzy ('1985'), los seis noruegos supieron arrancar canciones con centrifugados death metal y derivar hacia post rock subterráneo, cincelaron rock marcial (con lalalás de la tribu), lanzaron rock and roll propulsado como el de Entombed ('Bronsegud'), facturaron riff que podrían ser stonianos y en pleno maremágnum lograron más dianas coreadas ('Blodtørst', la última antes del bis).

En el bis, el vocalista ondeando la bandera.
En el bis, el vocalista ondeando la bandera. DANELO

Antes del bis la peña no pidió otra, sino que se quedó coreando emocionada la melodía de la canción previa. Reapareciron los escandinavos y, tras el reconocimiento de que había sido para ellos una gran noche, llegó el bis, abierto con pausado post rock instrumental ('Heksebrann'), prolongado con rock rabioso a lo Entombed, rematado con riffs turbonegros cuasi AC/DC ('Kvelertak', cuando el cantante ondeó la bandera) y cerrado con los tres guitarristas tocando tumbados sobre las cabezas del público y acabando dos de ellos al fondo del Antzoki, junto a la mesa de sonido, adonde les llevó la marea humana. Uf, no exagera nadie cuando cuenta que fue un bolo brutal y verosímil para una velada memorable.

Clip de la canción 'Kvelertak'.

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