¿A quién le cantó Pablo Alborán en Bilbao?
El cantautor pop amoroso malagueño repasó su sexto álbum, 'La cuarta hoja', en el segundo concierto de la gira, un show modernista y orgánico atestiguado por 5.700 almas en un pabellón de Miribilla con sonido formidable y tres pantallas que agrandaban al muy guaperas
Este sábado a las puertas del Pabellón de Miribilla destacaban tres tráiler y un bus nocturno necesarios para trasladar el material y al personal de una ciudad a otra de los de momento doce conciertos de divulgación de 'La cuarta hoja' (el título se refiere al trébol de cuatro hojas, el de la suerte), el sexto álbum del malagueño de 33 años Pablo Alborán, quien al acabar su concierto de 27 canciones en 112 minutos abandonó el recinto de incógnito en una minivan con cristales tintados. Un Bilbao Arena que había estado ocupado por 5.700 almas que salieron satisfechas aunque no flipadas, contentas pero no voladas.
Y es que su concierto había cursado a velocidad de crucero, mostrando las cartas desde el principio y sin generar gradaciones determinantes ni puntos culminantes constantes; no en vano, apenas se notó diferencia sustancial entre el pasaje acústico (donde recuperó el hit que le hizo estrella: 'Solamente tú') y el núcleo eléctrico del repertorio. Fue un concierto muy bueno en el sonido, en el escenario con tres pantallas (con Pablo sabedor de dónde estaban las cámaras y consiguiendo conmover al respetable cuando cantó en 'Que siempre sea verano' eso de «Es mirarnos a los ojos / Y sentir que allí hay algo», y miraba al objetivo y parecía que miraba a cada uno de los asistentes: en serio que una de las tres matures de la fila de delante se cayó de su asiento de la pura impresión), en la banda (un quinteto orgánico contando al jefe, el cantante, que además tocó teclados, guitarras eléctrica y acústica, más dos percusiones en sendos momentos puntuales: cajón flamenco y bongos, ambos en duelo con su baterista), en el repertorio, e incluso en el dominio de la escena y en la cercanía para con su público de Pablo Alborán, apolíneo y fornido, con camiseta negra de manga corta que mostraba sus brazos trabajados en el gimnasio, viril con su barba a lo George Michael y con un frondoso tupé propio de futbolista de hace varias temporadas (antes de que se impusieran las sienes rasuradas y el corte degradado).
Todo lo haces precioso @pabloalboran ❤️ pic.twitter.com/B0TSE37DXv
— Itxaro ⚔️ Mil Batallas⚔️ (@itxarodu) May 27, 2023
Guapo, bien plantado y simpático con el público y con sus músicos, Pablo Alborán se presentó dotado con numerosos talentos: estéticos, vocales, instrumentales, y también compositivos y de cariz claramente autobiográficos, y no lo decimos por la canción sobre el negocio musical, sino por tantas letras vocativas apuntando a un antiguo amor, letras palpitantes de aflicción y hasta de arrepentimiento, letras sensuales que a menudo utilizan el vocablo 'amor' quizá como sinónimo de 'sexo'. Y una pregunta nos asaltó desde el principio: ¿a quién le canta Pablo Alborán? ¿Se trata de una antigua relación o todas se subliman en su cancionero sin solución de continuidad? ¿Se reconocerá la pareja interpelada? Seguro que sí, pues bastantes de los mensajes y las diatribas y los lamentos parecen bastante obvios y Alborán llego a confesar a mitad de 'Viaje a ningún lado': «esta canción duele un poco».
Una canción inédita
En efecto, en general sus letras parecieron sufridoras, supurantes de remordimiento y nostálgicas de los tiempos en que se despertaban juntos desnudos. Mensajes bien vehiculizados (sirva el palabro) mediante un acompañamiento instrumental tendente a lo orgánico y más bien guitarrero (a modo de recurso, sin ser playback, usó efectos vocales y alguna base pregrabada), mensajes formidablemente enmarcados en un escenario futurista con aire de despejada sala de mandos de gran nave espacial (metáfora confirmada en el par de ocasiones en que la pantalla de fondo rectangular mostraba planetas; las dos pantallas laterales solían agrandar al líder), mensajes diáfanamente comunicados por el cantante gracias a esa acústica de Miribilla tan buena este sábado.
Entre los 27 títulos (un par de temas fueron dobles, enlazando canciones distintas) que arbitró el guapo Alborán, los hubo con sonido reguetonero y comparables con Pablo López, Juanes, Alejandro Sanz y hasta Manu Carrasco, y también con Juanes, Álex Ubago, ¡y Bisbal, claro! Y para no alargarnos en demasía citando demasiados títulos subrayaremos únicamente los más destacados: 'Voraces', algo Pablo Milanés y con punteo blues; 'Tu refugio', con los focos convergiendo en un haz sobre su figura (ahí nos preguntamos a quién le canta debido a frases como esta: «Dejas que me enfade como un niño / Sabes que no voy a irme, sólo soy feliz contigo»); y durante el pasaje acústico la sentida 'Perdóname' y la insuflada de jazz y bosa 'Desencuentro' (cuando contó que la primera vez que actuó en Bizkaia, en Barakaldo, antes del primer disco, llegó tarde y es que el conductor que traían no sabía pilotar).
De nuevo en eléctrico se percibió relieve en la sensualidad de 'Pasos de cero' (con vocalización jazz de Alborán sobre una guitarra a lo George Benson), en el citado pop de cámara 'Viaje a ningún lado', en el piano de 'Te he echado de menos' (uno de los varios temas con intervención coral del respetable), en el soul pop tipo Sting 'For you', en el soul uniendo 'Quién' y 'Tanto', y ya en el bis en el pop latino de poso reguetonero 'Amigos'.
Ah, hubo una canción que aseguró no la iba a grabar, la titulada 'Si quisieras', una pachanguita latina. Dijo que sólo la tocaría en directo, en especial para la gente que va a sus conciertos, que a ella le pertenece y que la podían grabar, filmar, y lo que fuere.