Burning Spear, el cartero de los rastafaris
A sus 80 años, la leyenda jamaicana agotó el humeante Kafe Antzokia y en noneto predicó la religión mesiánica del reggae y su vuelta a África
Una veintena de personas había este lunes a las 20.30 horas en la puerta del Kafe Antzokia intentando comprar entradas, pues se había agotado ... el aforo (600 almas). Era la hora de comienzo del concierto de la leyenda del reggae Burning Spear (Lanza Ardiente, alias de Winston Rodney, nacido en la Bahía de Santa Ana, Jamaica, en 1945). A sus 80 palos salía vestido como un viejoven: playeras New Balance, pantalones vaqueros rotos (demasiado), camiseta de su 'merchan' y a modo de chaqueta una camisa veraniega y colorista, más barba cana, gafas y gorra.
Un viejoven que cantó con la cabeza gacha (¿estaría leyendo las letras?) y la garganta narcótica, que en bastantes ocasiones se acercó a los timbales para percutirlos generando la pasión de la afición, y que varias veces también bailó alzando las rodillas de una manera que pocos ochentañeros podrían.
A esa misma hora, las 20.30 horas, en el lobby del Antzokia se olía la marihuana dulzona que escapaba por las puertas abiertas del recinto. Un olor que impregnó la camiseta de este enviado especial al concierto de 13 temas en 111 minutos (de 20.32 a 22.23 horas) interpretados por once hombres negros: tres vientos, dos guitarras, bajo, batería, teclados burbujeantes más el anciano carismático caribeño (llegarían a los trece en escena contando a los dos de seguridad plantados uno en cada lateral).
El concierto, el encuentro, incidió en el groove místico, en la búsqueda del nirvana del reggae ('rastafari' fue la palabra que más se repitió en sus canciones), con la parroquia entregada desde el arranque (había numerosos africanos, y el que estaba a nuestro lado escuchó de rodillas la primera del lote, 'Door peep', con su aire de dub). Con la banda apuntando al groove ambiental (entre muchas otras la segunda pieza, 'Jamaica', incluida en el último disco de Lanza Ardiente, 'Destroyer', de 2023), y con el líder o gurú o predicador de Jah (Dios, según los rastafaris) incitando esporádicamente a un público que se dejaba llevar y jaleaba cualquier indicación con el micrófono y cualquier grito de 'rastafari' (explica la RAE sobre el vocablo: «adj. Perteneciente o relativo a un movimiento religioso, social y cultural de origen jamaicano que se caracteriza por transmitir sus creencias a través de la música, defender el consumo de marihuana y el uso de una indumentaria y un peinado característicos»).
Con los nueve hombres negros amasando un repertorio con pocas vías de respiración ('Creation rebel' resonó a góspel vía Bob Marley, en otra ocasión pensamos en sus discípulos vascos de Akatz –en la puerta nos cruzamos con su cantante, Bita, y le consultamos una duda felizmente resuelta- y en otra con los tonos menores de The Specials, ahhh, The Specials...) y con muy pocos solos (uno de saxo tenor, otro de trompeta, varios de las dos guitarras, los de timbales del ochentañero, y paren de contar) a lo largo de un repertorio en el que no faltaron tres piezas esenciales de Burning Spear colocadas por el final de la velada: 'Old Marcus Garvey' (la duda resuelta por Bita), la denunciante 'Slavery days / Días de esclavitud' (con recitado incluido), y, tras la despedida del gurú agradeciendo nuestra presencia, predicando que Jah / Dios está en todas partes y deseando Paz, sirvió de adiós 'African postman', o sea cartero africano.
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