El bucle eléctrico de Wicked Wizzard
Los ganadores del Villa de Bilbao 2019 estrenaron su segundo disco ejecutándolo en perfecto orden y creando una bola lisérgica de heavy rock setentero en el Bilborock
Los ganadores en 2019 del 31º Concurso Villa de Bilbao presentaron el sábado en el Bilborock su segundo disco: 'Warlords of the dark realm', que ... se podría traducir como 'Señores de la guerra del Reino Oscuro'. Hablamos de Wicked Wizzard, apelativo traducible como Mago Malvado pero escrito con dos zetas, un trío de Mungia que repartió todas las 101 invitaciones disponibles y que dio un bolo mucho mejor que lo que se percibe al oír la grabación fonográfica y ver la emisión en directo en streaming (que aún sigue colgada en el Facebook del Bilborock
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, con las tres actuaciones de la jornada: WW, Wreck Totem y Entropía). Los 'wizzards' repasaron el flamante disco de pe a pa, en el mismo orden y respetando con las introducciones. En total fueron 47 minutos de show para los 11 cortes de un álbum disponible en CD y LP y que también pueden oír en Bandcamp.
Fue un bolazo poderoso, magnético e ingrávido que desveló el crecimiento de la banda tanto en disco como en directo, y que certificó que los tres intérpretes no copian el stoner rock de moda entre las nuevas generaciones roqueras sino que facturan un genuino heavy metal de origen británico y setentero. Y así, sobrios en escena, ante el centenar de aficionados sentados en el patio de butacas con mascarillas y librando en las sillas un espacio libre por seguridad (detrás del todo estaba la clac, o sea los amigos del grupo, dando la nota, haciéndose notar, gritando 'gora Mungia' y cabeceando desde sus asientos), Wicked Wizzard generaron un bucle eléctrico de hard rock sulfuroso setentero que debería deleitar también a los que vivieron la época, no sólo a la chavalería que les sigue hoy día.
Con volumen suficiente y sonido claro, sin copiar a Black Sabbath pero aspirándolos, sin perderse en agujeros negros, con melenas en vanguardia del tablado, una luz dentro del bombo y la gran pancarta con el nombre del combo a modo de telón de fondo, WW, canónicos, humeantes, nervudos y naturales, supieron ralentizar el blues luciferino mientras el éter ardía, puntearon con wah wah sin emular a Jimi Hendrix, colaron la flauta pregrabada del disco en una introducción a pausados viajes reverberantes e interestelares que se aceleraron en cabalgadas cortacabezas ('Dark realm'; al acabarla Íñigo, el cantante y bajista, saludó poniendo los cuernos al personal), uno de los momentos más esperados y por ende cimeros fue 'The barbarian' («empuñando acero cimerio no hay enemigo que me haga frente», recitó el vocalista al presentarla), y cerraron con un luengo instrumental de psicodelia flotante en la escuela de Pink Floyd, que fue cuando se nos ocurrió el titular del bucle y la electricidad ('Cosmogony', acertado título).
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Ojalá los veamos pronto otra vez, pero en pie y sin distancias profilácticas, cuando por fin llegue la auténtica normalidad.
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