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Dicen que 10.000 almas congregó el martes en el BEC el roquero y fotógrafo canadiense Bryan Adams, muy apuesto a sus 60 años. Sí, ... hubo mogollón de gente, y eso que arribó a Euskadi en el seno de una gira española de cinco conciertos por grandes pabellones deportivos: martes 3 en Murcia y jueves 5 en Sevilla, que fueron las fechas sumadas a las tres anunciadas inicialmente: Madrid este lunes, Barakaldo el martes y Barcelona este miércoles.
Bryan vino presentando su decimocuarto disco oficial, 'Shine A Light' (Brilla una luz; número 1 en Canadá, nº 16 en España), y por cada entrada vendida promete que plantará un árbol, como se encargó de recordar el anuncio que apareció en pantalla a las 9.09, informando de que la gira mundial es de 80 fechas.
Pocas de estas nuevas canciones (¿solo dos?) sonaron entre las 30 que en 135 minutos (dos horas y cuarto) conformaron un repertorio bastante plano (pocos temas cañeros que la peña recibió como las vacas mirando al tren, una peña que evidentemente prefirió las baladas del canadiense), demasiado largo (para plantear un concierto sin gradación ni explosividad mejor hacerlo más corto), que sufrió una demora de 21 minutos y donde el sonido (volumen justo y ecualización empastada con un piano que solo se distinguió al final del macroconcierto) resultó claramente inferior a las visuales del fondo. Pero hay que destacar las buenas facultades vocales y la estupenda técnica microfónica de Adams: «No esquiva ninguna nota de las más agudas, hay que reconocérselo. Está muy bien de voz», calibró Óscar Esteban
Pues eso, que el martes en el BEC con un sonido mejorable las diez mil almas se dejaron llevar y participaron de distintas maneras en el espectáculo: encendiendo las luces de sus móviles (en el emblemático título titular 'Shine a light / Brilla una luz'), dando palmas (en 'Cloud # 9' el público acabó ondeando los brazos), coreando (desde distintos estribillos hasta los uh-uh-uh del springsteeniano 'Go Down Rockin'' y los nananás de 'Cuts Like a Knife'), saltando en una canción, filmando mientras cantaba ('When You're Gone', de seguido '(Everything I Do) I Do It for You', cuando una espectadora de la fila de atrás sentenció: «con esta canción nos hemos acostado todos, no hay más que ver cuántos móviles hay encendidos»; ¡y yo sin tener ese disco!, ejem...), e incluso haciendo peticiones de canciones (Bryan escogió los antojos de Íñigo, Ana, Pablo e Igor).
Bryan Adams pilotó un quinteto veterano vestido todo de negro y dio bastante cancha a sus escuderos (al pianista, al hacha solista…), pero lo que llamó más la atención fueron las visuales de la pantalla rectangular de fondo, desde el largo y genuino plano secuencia en blanco y negro que apoyó 'Can't Stop This Thing We Started' hasta el público del BEC reflejado a todo color al final del show en la versión de Bobby Fuller / Buddy Holly / The Clash 'I fought the law', desde el astronauta ingrávido de la balada 'Heaven' hasta la gente del BEC bailando y siendo capturada por dos camarógrafos en el rockabilly 'You Belong to Me' (mención especial a los dos niños de la grada).
A pesar de todo, fue el concierto menos excitante de los tres que ha dado Adams en el BEC. Y resultó mucho menos interesante que los dos que dio en La Casilla y que presenció el amigo Óscar Esteban. Eso que Bryan Adams se mostró comunicativo: saludó diciendo en castellano «Hola, Bilbao, me llamo Bryan, soy cantante por la noche», jaleó «Españaaaa», en inglés invitó a bailar «danzas tradicionales vascas», pidió varias veces que se encendieran las luces del pabellón y nos llamó gente guapa, nos sacó fotos o un vídeo, nos contó un viaje que de niño hizo con sus padres empezando en Portugal y acabando en el ferry Bilbao-Southampton, nos confió que su padre murió el año pasado (un «oooohhhhhh» inmediato brotó del BEC) y que su madre aún vive y tiene 91 años, y dilató el bis él a solas en el tablado, tocando una tras otra con la acústica.
Es que fue un concierto demasiado largo, bastante plano (sin picos emocionantes más allá de las esperadas baladas) y con numerosos temas a medio gas. Abrió con los coros a lo Munford And Sons de 'The Last Night on Earth' (una pieza del último disco), dio cancha a sus músicos (al guitarra solista en el 'It's Only Love' que grabó con Tina Turner, como recordó al presentarla), en la pantalla apareció Paco de Lucía (grabó la aflamencada 'Have You Ever Really Loved a Woman?), al menos tres temas resonaron a John Cougar (por ejemplo 'The Only Thing That Looks Good on Me Is You' y '18 til I die / 18 hasta que muera'), la masa milenaria y eufórica pataleó las gradas unas cinco veces y gritó oé-oé-oé al menos cuatro, y hubo bastante almíbar baladista: 'Please Forgive Me', 'Somebody', el villancico 'Christmas time', 'All for Love' y muchas más.
No estuvo mal el macroconcierto del martes, pero nos aburrimos, quizá porque esperábamos algo similar a lo que ofreció Bryan Adams en 2016 en el mismo BEC: un conciertazo con mejor sonido y visuales casi tan buenas que entró en nuestra lista de lo mejor del año.
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