El 'boom' de la música en vivo no se frena
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Un informe constata que el mercado de los conciertos se ha disparado un 90% desde 2019Del final de la pandemia a esta parte, la música en vivo vive una auténtica fiebre en España, con todo tipo de festivales y conciertos ... de estadio que agotan en segundos las entradas en las plataformas web, independientemente de sus precios, y que han llevado a que artistas como Bad Bunny vendan en menos de 24 horas 600.000 entradas, llenando la friolera de diez Metropolitanos en Madrid, más dos Olímpicos en Barcelona en 2026.
Albert Guivernau, profesor de OBS Business School y director de la Fundación Civismo, ha conducido el informe 'Impacto económico en la industria de la música en vivo' que acaba de publicarse y que constata este fenómeno de locura por los directos. Explica a EL CORREO que el mercado en España ha crecido un 90% desde 2019. «2020 y 2021 fueron años de reajuste por el coronavirus, pero después no ha parado de crecer a gran ritmo», señala, recordando que el pasado año la industria facturó alrededor de 725 millones de euros, un 25% más que en 2023, con cinco millones de asistentes que situaron al mercado español entre los 15 más potentes del mundo.
De cara a este 2025, la marcha del sector apunta a que será otro año espectacular, con los festivales veraniegos a rebosar -Mad Cool ha ampliado días y otros como Primavera Sound o Arenal Sound prevén batir récords de asistentes- y con giras multitudinarias como las de Manu Carrasco, Rozalén, Coldplay o Luis Miguel. «Ya se está notando en los primeros meses la tendencia positiva», asegura Guivernau, que cree que los eventos musicales se han ido «purificando»; es decir, los festivales o ciclos que no funcionaban ya bajaron la persiana y quedan únicamente los consolidados.
«Los que han conseguido triunfar y mantenerse, ahora amplían días, escenarios y tipos de público. Hay que tener en cuenta que los festivales ya no son solo para jóvenes, como eran hace una década, sino que cada vez son más diversos, para edades diferentes y para distintos niveles de poder adquisitivo», enumera el director del estudio sobre la industria musical.
Respecto al elevado precio que tienen buena parte de estos eventos masivos, de momento no parece que disuada al público: «Siempre hay gente que está dispuesta a pagarlo». No es solo por la actuación en sí, sino por la experiencia, por la comunión colectiva que se produce y por poder transmitirlo en las redes sociales. «En la post pandemia se produjo un cambio de mentalidad y, más allá de lo momentáneo, como puede ser ver una película en el cine, el público musical lo que quiere es vivir una experiencia, sentirse en contacto con el artista y con quienes les rodean en un concierto. Busca un sentimiento de autenticidad», expone Guivernau.
Todos estos elementos provocan que en el ámbito nacional, lejos de frenarse el crecimiento de este mercado, la previsión es que siga creciendo y no se prevé un efecto burbuja que pueda pinchar después, y pese a casos puntuales como el preconcurso de acreedores de la tiquetera Wegow, que la semana pasada dejó en la estacada a decenas de bandas de todo el Estado.
«Tiene pinta de que el auge va a durar», zanja el director de Fundación Civismo, que detalla que en España incluso existe ya un potente «turismo de festivales que crece a gran velocidad». Hay que tener en cuenta que al Primavera Sound asiste público de 134 países, mientras que el Sonar registró 90 nacionalidades diferentes en su última edición.
El filón de la nostalgia
Pero, más allá de estos festivales gourmet asociados a lo moderno y a las últimas tendencias, la nostalgia juega también un papel muy importante en la industria del directo. «No hay más que ver el éxito de las giras de Bruce Springsteen, de Joaquín Sabina o de Luis Miguel. Y qué decir del 'revival' de La Oreja de Van Gogh, que se plantea volver con su cantante original para explotar este fenómeno. Está claro que hay un gusto por lo vintage y explotar la nostalgia siempre es un buen negocio», analiza el experto.
Pese a esta buena marcha del sector, hay ciertas dificultades que molestan sobremanera a los consumidores, como los habituales colapsos en las colas virtuales para la compra de entradas, que se han generalizado en los últimos años y tuvieron su clímax en la venta de tickets de la gira de Bad Bunny, hasta el punto de que Consumo ha iniciado una investigación a la distribuidora Ticketmaster por posibles irregularidades.
A juicio de Guivernau, el sistema de colas 'online' no termina de funcionar porque no estaba pensado para ser tan masivo. «Debe ser perfeccionado sin falta, porque además de los colapsos hay que evitar que grupos de personas se organicen para hacer las filas virtuales y luego revender las entradas a mayor precio».
Hay otras cuestiones más difíciles de regular, como las comisiones abusivas que cobran algunas plataformas y, seguramente, las frustraciones de los usuarios continuarán porque el número de entradas para un evento siempre será restringido: «Al final, la música en vivo es como la vivienda, hay mucha demanda, pero una oferta limitada».
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