Bieito monta un 'Giulio Cesare' que acaba con váteres dorados
El Liceu acoge un montaje rompedor de la ópera de Haendel, con instrumentos de época y la dirección musical de William Christie
El maridaje entre Calixto Bieito y el director de orquesta William Christie, una eminencia en el repertorio barroco, se ha saldado con éxito en el ... Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Da la impresión de que el maestro neoyorquino radicado en Francia, que tiene 80 años (además de un castillo) y se marchó de EE UU para evitar el reclutamiento en la Guerra del Vietnam, se siente a gusto con el rompedor montaje de la ópera 'Giulio Cesare', de Haendel (1685-1759). Nada que ver con la actitud de Jordi Savall, que hace dos años no sintonizó con la vuelta de tuerca que Bieito le dio a 'L'incoronazione di Poppea' porque, decía, echaba en falta la belleza y elegancia que refleja la música.
La modernidad en escena y la tradición en el foso –con instrumentos de época, primera vez que los tocaba la Orquesta Sinfónica del Liceu, reforzada por virtuosos de la tiorba, la viola da gamba y el clavecín– causaron el pasado domingo una impresión tan hipnótica que las cerca de cuatro horas que dura la ópera de Haendel no pesaron a casi nadie. El sonido de las cuerdas de tripa, los metales sin pistones y el diapasón a 415 Hz –un semitono por debajo del estándar moderno– apuntaban a tiempos barrocos, mientras ante la mirada de los espectadores, entre los que había muchos fans del 'regista' y director artístico del Arriaga, se sucedían escenas de lujo excéntrico, morboso y patético.
Toldo desértico y proyector
En este montaje, liderado por el contratenor Xavier Sabata (Giulio Cesare) y la soprano Julie Fuchs (Cleopatra), no aparecen ni el general romano ni la reina egipcia propiamente dichos. Es un montaje ambientado en el siglo XXI, con una estructura metálica que actúa como jaula de oro y se inspira en el pabellón de Arabia Saudí de la Exposición Universal de Dubai de 2020. Se trata de una mole con espejos y pantallas que funciona alternativamente como toldo desértico y proyector de pesadillas en torno a las luchas de poder, la obsesión por el sexo y el ansia de venganza. La necesidad de perdón (y borrón y cuenta nueva) también condiciona el devenir de la trama, aunque la visión de Calixto Bieito no admita componendas ni un 'happy end' al uso.
Los tronos que se reivindican al final no son asientos honorables sino váteres dorados. Un elemento de atrezzo que ya le dio juego al director de escena mirandés hace 25 años en una visión muy particular de 'Un ballo in maschera' que ambientaba la ópera de Verdi en la Transición española. Ahora con 'Giulio Cesare', una coproducción con la Dutch National Opera que se estrenó hace dos años en Ámsterdam, demuestra una vez más que no ha perdido músculo a la hora de estrujar la esencia de los clásicos, sobre todo si el zumo que se extrae es amargo.
Apoyado en la escenografía imponente de Rebecca Ringst y el vestuario 'kitsch' de Ingo Kruegler, establece paralelismos entre la corrupción del Egipto ptolemaico y las dinámicas de poder contemporáneas. También explota el filón de la relación enfermiza entre Cornelia, viuda de Pompeyo (la mezzo Teresa Iervolino) y su hijo Sesto (la también mezzo Helen Charlston), que lleva al extremo la manipulación y el resentimiento heredado.
La iluminación de Michael Bauer y los vídeos de Sarah Derendinger -colaboradores habituales de Bieito- realzan el enfoque vitriólico al recrear atmósferas que oscilan entre la seducción visual y la crítica social mordaz. Todo fluye, sobre todo en la primera parte, que sitúa la acción y perfila a los personajes. Lo que no decae en ningún momento es la dirección musical de William Christie, fundador del legendario conjunto Les Arts Florissants y figura clave del movimiento de la interpretación historicista, sin haber incurrido nunca en el fundamentalismo ortodoxo.
Christie defiende los instrumentos de época, pero no desprecia otras opciones. Es un artista que vive y deja vivir. Su debut a los 80 años en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona ha entusiasmado a los aficionados, con una energía y precisión que ha sacado lo mejor, que es mucho, de la partitura de 'Giulio Cesare'.
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