Enescu y Mendelssohn a la octava

A un rutilante 'Allegro moderato ma con fuoco', muestra de una existencia despejada de nubes y de sombras, de una pasión irradiada de clasicismo, siguieron un 'Andante' de delicadeza muy medida y un 'Scherzo' al que los ocho dieron esa ligereza mágica que asociamos a la Elfenmusik, la música élfica tan característica del compositor. En el 'Presto' resurgió el sonido denso del comienzo, casi orquestal, junto a una expresividad avasalladora que a veces se evita cuando se hace música de cámara. Nadie diría que Jonathan Schwarz (del Cuarteto Leonkoro) estaba sustituyendo a Pierre Colombet (del Ébène), o que Suyeon Kang lleva solo un año como integrante del Belcea. La cohesión del grupo fue esencial en el resultado, como lo fue el liderazgo de Corina Belcea con su porte clásico y elegante, con ese violín de sonido no especialmente atractivo (nunca lo ha sido) pero dominante, siempre presente.

Con el 'Octeto' de Enescu la velada entró en una dimensión diferente, situándose en una de las puertas de entrada al siglo XX -lo compuso en 1900-, en un lugar en el que la música se enfrentaba al gran reto de la modernidad. Tampoco hubo titubeos y los ocho dieron carácter e intensidad a todos sus temas y un aire expresionista al conjunto, volcados como si el mundo dependiera de ellos y unidos como si llevaran toda la vida tocando juntos.