El Arriaga acoge un concierto barroco que se rinde al tenebrismo de Caravaggio

¿Hay argumento? ¿Tiene acción? No. La inmersión es sensorial y hasta mística. A lo largo de 70 minutos se montarán diecinueve 'tableaux vivants' (cuadros vivientes) que recrean las escenas de cuadros como 'La crucifixión de San Pedro', 'Judit con la cabeza de Holofernes' y 'Resurrección de Lázaro'. Dos hombres y una mujer compondrán la posturas, con hiperrealismo y un chorro de luz, debidamente modulado, que producirá el efecto tenebrista tan característico de Caravaggio.

En mitad del escenario se sucederán estampas cargadas de violencia y éxtasis, al compás de la música de compositores de la talla de Biber, Schmlezar, Johann Michaerl Bach y Rosenmüller. Todos ellos compositores del 'stylus fantasticus', que tuvo su apogeo a lo largo del siglo XVII y principios del XVIII. Se fomentaba entonces una estética marcada por la naturaleza improvisatoria, las estructuras libres y los contrastes dramáticos que buscaban asombrar al oyente.

Los cuerpos contorsionados, el gesto y la pose congelada no desentonarán en un montaje que incluye piezas vocales muy exigentes: 'Venid, alabemos al Señor' y 'Con anhelo espero el momento' de Johann Michael Bach; 'El que se ha confiado al Cielo', de Erlebach; 'Llanto de la Virgen', de Sances. En los últimos años las propuestas multidisciplinares se han convertido en una vía exitosa de llegar al público, sobre todo en el repertorio barroco, que habitualmente reivindica las emociones extremas y el orden formal. La fusión de técnica y pasión, que marcó la estética de los siglos XVII y XVIII, no desentona con las propuestas más originales o vanguardistas.