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Las Vulpes en directo. E.C.
Aquellos jóvenes punks de Euskadi

Aquellos jóvenes punks de Euskadi

Un repaso a los debuts en EL CORREO de las Vulpes, Eskorbuto y Cicatriz

Carlos Benito

Bilbao

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Sábado, 11 de agosto 2018, 19:17

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Las hemerotecas permiten mirar a la Historia a los ojos, de tú a tú, sin las distancias y las distorsiones que impone el tiempo, y a menudo ofrecen inesperadas perspectivas contemporáneas de algunos personajes. Este reportaje es una expedición a la etapa inicial de tres nombres míticos del punk vasco a través de sus primeras apariciones en EL CORREO. Las entrevistas a los vizcaínos Eskorbuto y Vulpes (ambas a cargo del periodista Javier Fuentenebro) y a los alaveses Cicatriz (con la firma de Juan José Corcuera) presentan a unos jóvenes muy jóvenes, a medio camino entre la ilusión de la edad y el desencanto propio de aquel movimiento.

La clave

  • Primera mitad de los 80 En aquellas tempranas entrevistas, las bandas se debatían entre la ilusión y el desencanto

Vulpes-Noviembre de 1980

«En Bilbao, el punk ni ha existido ni existirá»

El propio periodista admitió su profundo asombro al conocer en persona a las Vulpes. «Tenía ante mí a tres de las cuatro componentes de la primera banda femenina rockera de la villa, si la memoria no me falla, y ninguna de ellas sobrepasaba los 17 años». La formación del grupo en aquel momento era la siguiente: «Tere, estudiante de COU, toca la batería; Inma, tercero de BUP, canta; Loles, segundo de BUP, intenta sacar sonidos a su guitarra, y Susi, la ausente, vive bien y se dedica al bajo». Era aún un periodo muy temprano en la historia del cuarteto, que ni siquiera había dado ningún concierto y ensayaba «con el instrumental de otros grupos como 091 (los baracaldeses, hemos de puntualizar desde el presente, no el famoso grupo de Granada) y Fase».

A las Vulpes, que todavía no lucían la segunda ese en su nombre, también les faltaba pericia interpretativa, pero en aquella entrevista tan cercana a su formación ya demostraban que iban sobradas de ideas claras y seguridad en sí mismas: «Por ahora hacemos versiones en castellano de Ramones y Clash, nuestros grupos favoritos, ya que no nos hemos planteado todavía componer nosotras mismas. Estéticamente vamos de punk, pero solo estéticamente, porque el punk ha muerto y en Bilbao ni ha existido ni existirá», sentenciaban. Además de los citados, admitían la influencia de Janis Joplin, The Runaways y Sex Pistols, a la vez que manifestaban un profundo desdén por la «nueva ola hispana» y, muy en particular, por su figura femenina más emblemática: «Alaska y los Pegamoides solo hacen pachangadas».

Aquellas adolescentes de aspiraciones modestas jamás habrían podido anticipar que, dos años y medio después, iban a protagonizar el mayor escándalo del rock en este país, cuando el programa de televisión 'Caja de ritmos' emitió su tema 'Me gusta ser una zorra'. Pero tampoco se hacían grandes ilusiones sobre la acogida que iba a brindarles el público: «Nos imaginamos que al principio nos tomarán como algo exótico, simplemente como payasas. Al mínimo fallo, por ser tías, se nos echarán encima». El periodista les preguntaba si no habían empezado demasiado pronto. «Hay que comenzar jóvenes -respondían-. A partir de los 30 años, ¿para qué te sirve todo?».

Eskorbuto-Septiembre de 1981

«Nos gustan Visage y Spandau Ballet»

Recorte de un artículo
Recorte de un artículo E.C.

A Eskorbuto ya los habían citado una vez en el periódico, por su participación en el concurso de la discoteca Tope junto a UHF e Isidoro y su Colección de Puertas Plegables. La primera entrevista les llegó poco después, cuando solo había transcurrido medio año desde su fundación, y de hecho muestra a unos Eskorbuto chocantes si se comparan con la formación clásica y con su propio mito: ejercen de portavoces el batería y el bajista de entonces, Miguel 'Gugu' e Iñaki 'Laiky', y están ausentes los dos pilares de la banda, Iosu Expósito (en pleno servicio militar) y Jualma Suárez. «Vas reconociendo poco a poco una música que al principio sonaba distante y ahora es atronadora. Son los Motörhead a toda pastilla que suenan allí, al fondo, en una casa cuya puerta es iluminada intermitentemente por un foco blanco. La guarida de Eskorbuto, una mezcla de local de ensayo y pub, con posters de los Stones y de mucha más gente y el anagrama del grupo colocado en una de las paredes: un esqueleto haciendo un corte de mangas», describía Fuentenebro.

Pese a tratarse de unos Eskorbuto embrionarios, ya habían definido buena parte de su filosofía, incluida la famosa etiqueta de 'eskizofrenia-rock': «El vivir en un núcleo tan marcadamente urbano como es la margen izquierda condiciona a cualquiera y, sobre todo, marca a quien quiera hacer música. Quizás por eso nuestras letras hablan de la frustración de la vida diaria, con algo de ironía, violencia y mucha realidad», comentaban. El grupo había decidido no hacer versiones «para evitar influencias o comparaciones», se distanciaba del movimiento punk y rechazaba la corriente de los nuevos románticos: «Aunque nos gustan Visage y Spandau Ballet», precisaban, en una frase que nadie habría esperado de Eskorbuto. Para la conclusión, reservaban una de esas dosis de realismo tan suyas: «La música no nos va a dar de comer».

Cicatriz-Marzo de 1984

«Somos el grupo más 'pringao' de Gasteiz»

Recorte de un artículo de periódico.
Recorte de un artículo de periódico. E.C.

En realidad, a aquellas alturas de la historia, Cicatriz ya habían acumulado cierta veteranía, si es que ese término puede aplicarse a una banda anárquica e imprevisible por definición. Su primer concierto data de diciembre de 1982, pero durante buena parte del año siguiente desaparecieron de la escena como si se los hubiese tragado la tierra. La entrevista celebraba su resurrección, con nuevo nombre (habían acortado el original, Cicatriz en la Matriz, tras la marcha de la vocalista Poti) y nuevos miembros. «Queremos ir en serio de una vez, pero sin perder nuestra marcha. Sabemos que podemos hacer algo guay, a pesar de que nos consideramos, por muchos motivos, el grupo más 'pringao' de Gasteiz», planteaba el cantante, Natxo Etxebarrieta.

La banda había surgido de las terapias contra la heroína de la residencia Las Nieves y siempre estuvo marcada por su relación con la droga, así que, durante su parón, habían cundido los rumores sobre recaídas en la adicción. Natxo lo desmentía: «Tuvimos una temporada baja porque nos habían echado de nuestro local de ensayo en Las Nieves. Estuvimos sin tocar hasta que encontramos un garaje en Errekaleor, frío y perdido en el culo del mundo», aclaraba, además de insistir en que el caballo era cosa del pasado: «Todos somos 'ex'». A juicio de Natxo, en Vitoria había «mucho niñato y mucho punky de plástico» y lo que hacía falta era que las instituciones promocionasen el rock: «Ya es hora de que los estamentos se enrollen y empiecen a organizar festivales, pero, aunque lo hicieran, estamos seguros de que pasarían de nuestra movida. Somos unos incomprendidos en Euskadi».

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