Militantes del teatro: «Me sigue interesando verlo todo»
Espectadores bilbaínos comparten recuerdos en La Fundición con los creadores de 'Fosc', una pieza que pone al público en el centro
¿Qué recuerda el espectador? ¿ Qué le hace volver al teatro? Son preguntas que Javier J. Hedrosa y Néstor García han trasladado esta semana a ... trece bilbaínos apasionados de las artes escénicas. El taller que han desarrollado en La Fundición forma parte de un proyecto que empezó a finales de 2021 y ha ido creciendo en Valencia, Barcelona y La Gomera. A partir de las memorias compartidas han creado 'Fosc' (Oscuro), una pieza de danza-performance que «da la vuelta al dispositivo escénico» al concentrar la acción en el patio de butacas. Se representa este sábado y domingo (19.00 horas) en la sala deustoarra.
El grupo que ha aportado sus experiencias en Bilbao es tan variopinto como la propia cartelera. Desde los que se aficionaron con el mítico 'Estudio 1' a los que vivieron emociones fuertes con el teatro independiente, «cuando hacían obras prohibidas en la iglesia de Rekalde y nos decían: si viene la Policía, cantamos el coro». Ernesto quedó deslumbrado en 2014 con la 'Hécuba' de Concha Velasco y pasó de no ir al teatro «a comprar catorce entradas para el Arriaga». Álvaro vivió varios años en Madrid y en París y se dejaba los ahorros en las taquillas. «Me gusta el teatro porque me parece que es tener muchas vidas», dice Marta, que lo descubrió «con los tiriteros que iban por los pueblos».
Tienen en común la curiosidad. Del teatro de texto pasan «a otros lenguajes»: teatro físico, danza, performance... algunos son «compulsivos» y otros seleccionan cada vez más, pero a todos les engancha vivir «la emoción de lo auténtico». Como a los espectadores de la Ópera de París que «aplaudieron mucho más al bailarín que tropezó que al que lo había hecho todo perfecto». Hedrosa y García, que son profesionales de la danza, han constatado que en realidad «las obras se recuerdan poco, porque tienen muchas capas» y nuestra memoria está más ligada a las emociones.
Varios espectadores bilbaínos comentan la conmoción que les provocó 'Una noche sin luna' desde el desconcertante arranque de la función. Unos se rindieron de inmediato a Juan Diego Botto, a otros les puso en guardia. Hay curiosas 'interferencias' entre ciudades. En Valencia, un hombre recordó el enfado de algunos espectadores de 'Cómeme el coco negro', de La Cubana. En la función ofrecían bocadillos al público y les daban a elegir entre varios sabores, pero al final todos eran de mortadela. En cambio, Anabel lo vivió con alegría en el gallinero del Arriaga, al ver que también subían a repartirlos allí.
Las toses y los móviles
La magia del momento tiene sus contrapartidas. En 'Señora de rojo sobre fondo gris', es la voz inconfundible de Jose Sacristán la del mensaje grabado que pide al público que apague sus móviles «y sus toses». Durante una función en Valencia en la que toda la sala parecía estar acatarrada se vivió cierta tensión, pero el actor optó por hacer pequeñas pausas cada vez que alguien tosía para que nadie se perdiera una palabra. Peor es que suene un móvil. Ernesto recuerda que a Israel Elejalde le sentó tan mal que se las arregló para incluir la frase 'apaga el puto móvil' en su diálogo. Su cabreo, que era notorio en el momento del saludo, «me creó más tensión que el propio móvil», asegura.
En el grupo hay profesionales como Elena Bezanilla. Empezó haciendo teatro de calle «cuando era nuevo y nos comíamos todo el mercado», conoció la fama con Triki Punk, se dedicó a la enseñanza y ahora está al frente de la compañía de teatro familiar Pantzart. Lo suyo es «una militancia desmedida. El mérito es haber resisitido, nadie me ha conseguido echar. Y me sigue interesando verlo todo», proclama. Jesús Mari Platón, que se dedica a las artes marciales, cada vez está más volcado en las escénicas, una semilla que ha ido creciendo desde que de niño sus padres le llevaban a ver danza. «Me interesa muchísimo el proceso de creación, más que el resultado».
Esta «experiencia efímera» deja poso pero es difícil de documentar. Ni el texto, ni la función grabada... nada de eso se parece a estar en una sala cuando se apagan las luces. Los autores de 'Fosc' indagan en «la arqueología del teatro». Se preguntan «¿qué queda?, ¿cuál es el sustrato? Y si no queda nada, ¿para qué sirve lo escénico?». En esta pieza rompen «la jerarquía entre autor y espectador» porque para ellos el público siempre ha estado en el centro. Alguien recuerda una frase de Juan Mayorga, que dice que cuando un grupo de gente se reúne y está esperando que algo pase «eso ya es teatro».
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