El «milagro» de cumplir 35 años de puro riesgo en escena
La Fundición celebra hoy su aniversario como centro de apoyo a la danza y las nuevas tendencias. Llenó un vacío y sigue buscando «la belleza de lo extraño»
En Bilbao no se hablaba de las fábricas de creación, sino de las otras, ni del mestizaje entre disciplinas artísticas cuando Luque Tagua y Laura ... Etxebarria empezaron a hacer todo eso en un edificio de Deusto con montacargas. En los 600 metros cuadrados de la antigua sede de Fundiciones Ligeras del Norte, en Ramón y Cajal, habilitaron en 1986 dos salas de ensayo y una de exposiciones. Con lo que ganaban dando clases de danza y los «mecenas» que reclutaron entre amigos y familiares pusieron en marcha un centro situado en las antípodas del Arriaga, que ese mismo año reabrió sus puertas después de las inundaciones.
Se habían conocido en el Institut del Teatre de Barcelona, «que era la ciudad de la danza contemporánea», y continuaron su trayectoria en Bruselas. Se asomaron a «nuevos modelos de creación» que ella quiso traer a su ciudad. «Bilbao nos parecía un lugar de posibilidades puesto que no había nada», recuerda. Empezaron a invitar a artistas de Amsterdam y Nueva York con los que habían coincidido «y que venían como amigos, se quedaban en nuestras casas». Público no les faltaba porque enseguida corría la voz entre los alumnos «y por la pasión de los propios artistas. Había expectación ante lo nuevo. Nunca ha sido masivo, pero siempre hemos conectado con la gente curiosa que tiene necesidad de otro tipo de lenguajes, de miradas singulares», cuenta Laura Etxebarria.
«Tuvimos que dejar la compañía y aprender el lenguaje administrativo para ser posibilitadores»
Luque Tagua
Su hermana Marian, socióloga de profesión, se unió al equipo y asumió tareas de gestión, que han demostrado tener gran importancia. Al principio ni siquiera existía el epígrafe de danza en las ayudas a la creación del Gobierno vasco. Forros, la compañía impulsada por La Fundición (luego se llamó Puertas Abiertas), y la vitoriana Traspasos empezaron a pedirlas «y fue como una bola de nieve». Así arrancó un proyecto que lleva 35 años asumiendo riesgos, «un milagro» que celebrarán hoy con buena parte del sector de las artes escénicas en Euskadi.
En este periodo han programado 1.700 espectáculos de compañías independientes y han apoyado la producción de 200 montajes de artistas locales. Su labor ha sido recompensada con un Max y dos premios Ercilla. Tras diez años en Ramón y Cajal, cambiaron de sede -también en Deusto- y renunciaron a su compañía, que había cogido vuelo internacional. «Tuvimos que dejar la parte creativa y aprender el lenguaje administrativo, porque era muy complicado contratar compañías y generar un discurso artístico», afirma Luque Tagua. «Apostamos por ser posibilitadores».
«Nunca hemos tenido un público masivo, pero siempre hemos conectado con la gente curiosa»
Laura Etxebarria
Su centro de recursos para la danza y la escena contemporánea sigue buscando «la belleza de lo extraño, algo que te descoloque a ti y a nosotros como programadores. La Ribot, Angélica Liddell, Matxalen Bilbao, Asier Zabaleta, Blanca Arrieta... ¿cuál era su casa, su espacio natural? La Fundición». Algunos de los premios nacionales que actúan en Dantzaldia -su programa más conocido junto a Lekuz Leku- ya habían estado aquí mucho antes. «Iratxe Ansa es la cuarta vez que viene».
En su programación hay un 60% de danza, toda una declaración de intenciones, junto a piezas escogidas de teatro y performance. Con un aforo de 70 localidades, el teatro se utiliza también como sala de ensayos. La ceden gratis a los artistas durante un tiempo a cambio de que estrenen allí. Organizan talleres de espectadores, para acercarles a distintas facetas de las artes escénicas, y tienen un público fiel que los sábados suele quedarse al coloquio después de la función.
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