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«Este libro le hará mucho bien a mucha gente», le escribió el editor Jorge Giménez Bech al escritor Hasier Larretxea (Arraioz, Navarra, 1982) en ... un correo sobre el proyecto que éste tenía entre manos, 'Idaztea gibelera kontzatzen ikastea da'. El poeta tiene ese mensaje bien guardado, porque no mucho tiempo después de recibirlo moría Giménez, «una persona tan importante de la cultura vasca, un creador de puentes». Eso fue a finales del año pasado, el libro se publicó este verano y ahora Larretxea se anima a plantarse en la Azoka, cosa que antes no le gustaba mucho hacer porque las multitudes no son lo suyo -«tengo un carácter un poco esquivo»-, y de paso a recordar a su editor como homenaje en esta entrevista. «Él fue el primero que lo leyó. Y, además de eso, a mí lo que publicaba Alberdania me descubrió de adolescente muchas voces más periféricas de la literatura en euskera y autores de la literatura universal, perspectivas más diversas», recuerda. En su adolescencia necesitaba encontrar esas otras voces, vidas, ideas; como siempre dice, ser un chaval homosexual en el rural euskaldun navarro era complicado, no había modelos, ejemplos. Su aita quería que le diera al deporte rural, y él era más de leer, de imaginar otras historias.
La literatura y la música le ofrecían esas perspectivas diferentes, variadas, y de paso eran un escape. Así que presentar 'Idaztea gibelera kontzatzen ikastea da' -que en castellano, en un futuro, podría llevar la traducción literal del título, 'Escribir es aprender a contar hacia atrás'- le da la oportunidad de «conectar con el público», sí, pero también de hacer unas cuantas compras y apuntarse a alguna sesión musical. En mente tiene «el pop oscuro y de letras poéticas» de Izaki gardenak, el grupo de Jon Basaguren, lo último de la cantautora Olatz Salvador y pasar por el concierto de los de Kaskezur, que son de Elizondo. De paso, recomienda el libro 'Basokoa' (también en Alberdania), una novela de terror rural escrita por Izaskun Gracia Quintana. «Es un género que no se escribe en euskera y es una novela muy buena». Larretxea estará en la presentación, a las cinco del sábado en Ahotsenea, solo unas horas después de presentar su propio libro (a las 12.30).
Y hablando de su libro, es una mezcla de poesía y diario, con mucho de autobiográfico, y «con un lirismo muy grande, un trabajo fragmentario estéticamente muy cuidado, a veces vitalístico y otras con claroscuros... Con sensaciones comunes a muchas personas, como un diálogo universal. Trasciende lo que cuenta porque habla de las búsquedas de cariño y de aceptación del padre y eso conecta con el público más allá de pertenecer o no al colectivo», explica. En la pandemia el autor ya empezó a hablar más directamente de sí mismo y no solo para centrarse en el pasado, sino para «revisarlo, revisitar lugares y hechos que quería olvidar y que van aflorando, y mirarlo con perspectiva, con calma».
Larretxea vuelve al lugar de origen desde la madurez, tras muchos años ya en Madrid, para hablar de cómo se ha ido construyendo y también del que es hoy, porque «Hasier es todo eso, el de antes y el de ahora«. Es el que se debatía «con la sensación de estar perdido» y el que reflexiona desde el balcón de su piso madrileño, donde vive con su marido, para ir «expandiendo los textos desde la memoria, la luz, la vida».
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