John le Carré, genio de las novelas de espionaje, muere a los 89 años
El escritor trabajó para los servicios secretos británicos y vendió millones de libros con su inmortal y taciturno George Smiley
Antonio Paniagua
Domingo, 13 de diciembre 2020
John le Carré, genio creador de 'thrillers' y memorables novelas sobre la Guerra Fría, padre del personaje George Smiley y autor de mundos neblinosos y esquinados, murió este sábado a los 89 años en Cornualles de una neumonía no relacionada con el Covid, según informó la agencia literaria Curtis Brown. 'El espía que surgió del frío', 'El topo' y 'El honorable colegial', entre otras narraciones, encumbraron a Le Carré como el maestro indiscutible de un género que cautivó a legiones de lectores en las décadas de los sesenta y setenta.
«Con gran tristeza debemos confirmar que David Cornwell -John le Carré- falleció de una neumonía el sábado por la noche tras una corta batalla con la enfermedad», dice el mensaje compartido por el agente literario en nombre de la familia del autor.
Le Carré, nacido en Poole, Dorset, en 1931, era conocedor del mundo que recreaba. En su libro de memorias 'Volar en círculos' reconoce que trabajó como agente secreto en Alemania durante la Guerra Fría. Nunca llegaremos a saber con certeza cómo son las tripas del espionaje, aunque el escritor admitió que durante esa época hizo cosas de las que se avergonzó toda la vida.
En la biografía que escribió de él Alan Sisman, este revela que uno de sus primeros encargos fue interrogar a personas que abandonaban el bloque soviético a través de Hungría en busca de la libertad. En esos quehaceres, también le tocó exprimir la memoria de funcionarios británicos que militaron en su juventud en el partido comunista, como él mismo.
La carrera de John le Carré como agente secreto, en la que trabó contacto con políticos, terroristas y otros espías, se vio arruinada por el agente doble británico Kim Philby, que reveló al KGB (los servicios de inteligencia de la URSS) la cobertura de numerosos de sus compatriotas. Para fortuna de la literatura, que consiguió a un autor de fuste literario y éxito popular, John le Carré dimitió entonces del MI6.
Como narrador experimentado se adentró en mundos turbios, desde el terrorismo islámico a los conflictos causados por el desmembramiento de la Unión Soviética, la política de Estados Unidos en Panamá o los enjuagues de la industria farmacéutica. Logró cuajar novelas de gran ambición testimonial, sustentadas en un sólido andamiaje documental en el que latía una voluntad de denuncia y una inocultable repugnancia.
Éxito temprano
Consiguió un éxito temprano con 'El espía que surgió del frío' (1963), un libro que fraguó «consumido por el aburrimiento» que le causaban sus actividades de diplomático en la embajada británica de Bonn, en Alemania. Esa novela, junto a 'Un espía perfecto' (1986), son dos de sus grandes obras maestras.
De 'El espía que surgió del frío' se vendieron más de 20 millones de ejemplares en todo el mundo. Cuenta la historia de Alec Leamas, un agente doble británico en Alemania del Este. Su adaptación a la gran pantalla, con Richard Burton en el papel protagonista, marca el comienzo de una larga colaboración con el cine y la televisión.
De su mente salieron personajes inmarchitables, como el agente George Smiley, un hombre taciturno como él que no tuvo más remedio que abandonar el servicio secreto. Cuidadoso, endiabladamente inteligente, tedioso en su vestimenta y en su fisionomía, Smiley libraba una pertinaz lucha contra su eterno su rival, el agente soviético Karla.
En 2017 recuperó al emblemático personaje en su nueva novela, 'El legado de los espías', 25 años después de su última aparición. Muchos agoreros profetizaron el derrumbe de su carrera literaria con la caída del Muro de Berlín. Se equivocaron de cabo a rabo. Sus libros continuaron ofreciendo una visión atinada a la vez que descarnada de las miserias humanas, más allá de las vicisitudes geopolíticas.
Quizá para exorcizar la sombra de su padre, en 2016 glosó su figura aterradora. Ronnie, como le llamaba, abusó de su hijo y su esposa, circunstancia que le llevó a pasar largas temporadas de su vida en prisión. Era «un granuja» según el escritor, cuyo genio para crear mundos imaginarios comenzó desde el mismo momento en que empezó a mentir a su padre para librarse de sus palizas. El hombre estaba persuadido de que su hijo le debía todo lo que era y llegó a demandarle cuanto el escritor no le citó en un documental televisivo.
Casado en dos ocasiones, Le Carré vivió sus últimos 20 años refugiado en su residencia de Cornualles, mientras seguía escribiendo. La nueva guerra contra el terrorismo islamista alentada por el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, horrorizó al escritor, especialmente al observar las primeras imágenes del campo de internamiento de presuntos talibanes afganos que Estados Unidos levantó en la base de Guantánamo.
Sus últimos años los pasó amargado por el Brexit, «la mayor idiotez perpetrada por Reino Unido». «Conforme avanza la vida me he hecho más radical, más contrario a la guerra, desesperadamente preocupado por la ecología y el cambio climático», sentenció en una ocasión.
«En el mundo siempre habrá espías, pero hoy se mueven por dinero»
Las novelas de John Le Carré son un material puramente cinematográfico, tanto que ha sido fácil mantener su esencia en el salto a la gran y pequeña pantalla, con excelentes adaptaciones, como 'El espía que surgió del frío', 'El jardinero fiel', 'El topo, 'La casa Rusia' o 'El infiltrado'. El perenne tirón del espionaje en lo literario y en lo cinematográfico fue explicado por el propio John Le Carré en la presentación de la versión cinematográfica de 'El sastre de Panamá', estrenada en la Berlinale de 2001 y ajena ya a la bipolaridad de la Guerra Fría. «Es posible que con la caída del Telón de Acero los espías hayan perdido fuerza en términos de relato, pero siguen ahí. En el mundo siempre habrá espías», sostuvo entonces el escritor, para quien la única diferencia es que los espías hoy «no se mueven por ideales sino por dinero».