Marian Ochoa de Eribe, la voz en castellano de Mircea Cărtărescu
El Ministerio de Cultura le ha concedido el máximo reconocimiento en su especialidad por traducir del rumano al español la novela 'Theodoros'
Se había cogido unos días libres para descansar en un pueblo de Burgos y la sorpresa le llegó de golpe y porrazo. «Estoy flotando, todo ... es loquísimo. En lugar de subirme a un coche me parece que ahora voy encima de una alfombra maravillosa», reconocía ayer Marian Ochoa de Eribe Urdinguio (Bilbao, 1964), en el camino de vuelta a Bilbao, sentada en el asiento del copiloto y agarrada al móvil. A duras penas podía gestionar la avalancha de felicitaciones y no era para menos. Ha tocado techo al conseguir el Premio Nacional a la Mejor Traducción por la novela 'Theodoros', de Mircea Cărtărescu, el mejor escritor vivo de Rumanía.
Se trata del mayor reconocimiento a su especialidad que concede el Ministerio de Cultura. El jurado ha valorado muy especialmente «la minuciosidad, riqueza lingüística y perfecto dominio de fuentes y documentación con los que la traductora ha conseguido trasladar al español la excelencia de una novela total». Lo cierto es que nada se le resiste a una profesional de las palabras como Ochoa de Eribe. No solo se gana la vida como profesora de Lengua y Literatura en el instituto de Balmaseda, sino que también es una de las traductoras de referencia en España. Domina ocho idiomas pero se centra en el rumano, «que hablo perfectamente, sin acento y, además, me fascina». No hay matices, ni dobles ni triples sentidos –los compatriotas de Drácula son maestros de la ironía como recurso estilístico– que se le escapen. «El jurado se ha centrado en 'Theodoros' y la verdad es que lo entiendo. Es un libro con muchos niveles narrativos: novela bizantina, de piratas, sentimental, histórica... En un principio plantea muchas dificultades para el autor y después, claro, nos toca a nosotros. El propio Mircea Cărtărescu bromea al respecto. Dice que sus traductores sufrimos pero que luego siempre nos llevamos un premio, ja, ja, ja».
Sin Ochoa de Eribe, muy pocos conocerían en España la obra de un creador que rinde culto a la infancia, los sueños y los bosques, «bajo una mirada muy original, que lo mismo va de lo microscópico a lo telescópico». Una experiencia fuerte desde todos los ángulos, habitualmente con el telón de fondo del régimen comunista. Permanente candidato al Nobel de Literatura, el autor de 'Nostalgia' y 'Las bellas extranjeras' fue una de las estrellas más rutilantes del Festival Ja! en 2018 y el pasado mayo recibió la Pluma de Plata de la Feria del Libro de Bilbao. Lo cual –quién sabe– igual supone que más pronto que tarde volverá. Es un hombre muy fiel a sus obsesiones y da la impresión de que la capital vizcaína no le resulta indiferente. ¿Será un sentimiento mutuo? ¿Habrá ganado muchos lectores vascos en los últimos años?
«Se le conoce y lee más, pero no es un autor para masas. En estos tiempos de consumo rápido, yo entiendo que poca gente se enfrente a su obra. Muchos de sus libros requieren 'músculo' para sumergirse en su contenido, no son aptos para lectores blanditos. Eso sí, en el plano personal, es un hombre muy cercano. Yo lo veo como un encantador de serpientes que cuenta historias como nadie», advierte su traductora y admiradora más meticulosa en España, incapaz de leerlo sin un boli en la mano.
El descubrimiento de Rumanía
Marian Ochoa de Eribe jamás se imaginó que llegaría tan lejos. De jovencita, soñaba con dar clases de Literatura en la Universidad de Deusto y no le tentaba el mundo de la traducción. Y eso que muy pronto se reveló como una políglota arrolladora. Controlado el inglés, aprendió ruso y alemán mientras cursaba Filología Hispánica. Tampoco desechó el francés y el italiano. Al terminar la carrera, pasó una temporada en Estados Unidos y luego se doctoró en Literatura Comparada con un trabajo sobre la recepción de Walt Whitman en la poesía española de posguerra.
Más adelante consiguió una plaza como profesora de español en la Universidad Ovidius de Constanza, a orillas del mar Negro, y aprovechó su estancia a tope. No solo disfrutó de la playa y de los sustanciosos caldos de la región –con legumbres, callos, carne picada...–; también practicó el idioma con pasión, tanto en las aulas como en el mercado, plazas, taxis, bodas y funerales. Entre 1993 y 1997 se enamoró del país y de su literatura. Decidió traducir a los autores rumanos, desde Mihail Sebastian a Mircea Eliade, y no tardó en brindársele la posibilidad de volcarse en Cărtărescu y trabajar para la editorial Impedimenta.
– Usted sabe trasladar al castellano la profundidad poética de los autores.
– Lo intento, claro que sí.
– ¿Cree que eso lo conseguirá alguna vez la Inteligencia Artificial?
– Desde mi total desconocimiento, porque todo va a un ritmo inimaginable, no sé hasta qué punto lo podrán hacer las máquinas. De momento, está claro que no.
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