Cuando la guerra se libra en las cuevas
El espeleólogo vasco Jabier Les aborda en un libro el uso del espacio subterráneo en conflictos bélicos: refugio de civiles, cuartel general o escondite de tropas, hospital de campaña, fosa común…
El Ejército español puso en marcha en 2015 el programa de Preparación Integral para el Combate en Ambiente Subterráneo (PICAS), que definen así: «En el entorno operativo actual y futuro, será cada vez más frecuente el uso por parte del enemigo asimétrico de espacios subterráneos, naturales o artificiales, con redes de túneles y galerías, con la finalidad de evitar la superioridad tecnológica propia para la vigilancia y observación, y evitar el enfrentamiento directo». Citan como ejemplo la red de túneles de Hamás y la guerra contra el Daesh o Estado Islámico en Siria, que dejan entrever «la evolución que seguirán los conflictos en las próximas décadas».
Nada nuevo en realidad, pues ya en 1960, Fidel Castro arengaba así a los suyos: «Hay que despertar el interés de nuestra juventud para que investiguen, conozcan y se entrenen, porque una cueva no es solo útil desde el punto de vista científico, turístico o económico, es útil desde el punto de vista militar«. Y mucho tiempo antes que el histórico dirigente cubano, prácticamente a lo largo de toda la historia de la humanidad, las cuevas o cavernas naturales han sido utilizadas como espacio estratégico en guerras, conflictos o luchas tribales, como escondite de tropas, cuartel general, refugio de civiles, hospital de campaña, fosa común donde esconder los cadáveres... Desde entonces hasta hoy, en plena guerra tecnológica, la importancia de estos espacios sigue creciendo.
De todo ello queda constancia en el libro del espeleólogo bilbaíno Jabier Les. 'El uso del espacio subterráneo en conflictos bélicos', editado este mismo año por la Sociedad de Ciencias Espeleológicas Alfonso Antxia. «Desde 1997 hastra 2004 estuve investigando en cuevas de Cuba, en la zona militarizada de PInar del Río que está preparada para acoger a población civil, guardarla de bombardeos, catástrofes o lo que sea. Y en una de las cuevas pudimos ver que había piezas de artillería del ejército cubano. Y me sorprendió mucho, pues como espeleólogo nunca había visto nada parecido. A raíz de eso empecé a investigar en qué más sitios del planeta las cuevas habían tenido un papel importamte en conflictos. Y durante 25 años he estado recopilando datos, miles y miles de documentos que he logrado reunir aquí». De aquellos días en Cuba, las fotos de Castro en reuniones con los suyos en cuevas como la de Santo Tomás. Hay muchas más imágenes que ilustran esta publicación, desde las enormes cavidades usadas como cuartel general en la Primera Guerra Mundial, hasta los aviones dentro de cavernas utilizadas por los nazis, pasando por vietnamitas apareciendo por sorpresa del suelo.
El libro comienza en la Prehistoria y termina prácticamente en los recientes conflictos en Afganistán. Recuerda cómo las islas Pascua y Hawaii presentan antiguas cuevas modificadas de la misma manera pese a estar separadas por miles de kilómetros de mar, y que en ambas el acceso era imposible si no se realizaba prácticamente a rastras. Pascua está horadada por galerías de origen volcánico de entre 1 y 5 metros de diámetro por donde discurrió la lava, y allí se escondían sus habitantes durante las cruentas guerras tribales, ya fuera como vivienda, modificadas con muros, para cultivo, rituales o enterramientos. A la entrada colocaban cabezas cortadas que ejercían de guardianes. Igualmente en Hawaii, donde sus habitantes podían llegar a vivir bajo tierra durante años para protegerse de los conflictos entre los clanes.
La Primera Guerra Mundial
Cavernas que podían albergar a más de 3.000 soldados
Muchas batallas más importantes tuvieron lugar en el sector alpino del frente italiano, un terreno kárstico donde las cuevas resultaron muy útiles. «Apenas unos metros bajo la superficie, las rocas ya proporcionaban una buena protección contra los proyectiles de artillería, pues el espesor medio del techo era de 10 metros. Pero siendo escasas las cuevas sin modificar favorables para ser utilizadas, el ejército austriaco utilizó los servicios de espeleólogos e ingenieros para fortificarlas. Adaptaron las entradas para sellar el interior, incluso herméticamente en caso de ataque con gas; redujeron el tamaño de los puntos de acceso en caso de desprendimiento de rocas, y encargaron la modificación más habitual desde el punto geográfico militar, que es la excavación de múltiples entradas». La cueva del Monte Ermada conserva aún una escalera interna completamente de hormigón para ir a la parte inferior, fue utilizada como hospital y sobreviven los restos de un sistema eléctrico.
Explica Les que las cuevas naturales con varias bocas de entrada son raras, pero es mejor tener más de una cuando están ocupadas militarmente, «así que excavaban túneles artificiales para alcanzar el exterior en varios puntos, y conectándolos se creaba una ruta alternativa de escape si había colapsos». El ejemplo más espectacular de esta modificación es la montaña Sabotin, sobre el valle del rio Soča. Estas interconexiones generaban además «un flujo de aire natural por el gradiente de de presión barométrica, algo esencial especialmente en cuevas superpobladas». Las hay que albergaron hasta a 3.200 soldados.
Porque el objetivo no era solo defensivo; detalla el espeleólogo que en muchas de ellas se establecieron baterías de cañones, puestos de observación, ametralladoras, depósitos de municiones, y algunas fueron adaptadas para convertirlas en auténticos cuarteles: «En la Cueva llamada de las Patatas (Delle Patate), se preparó espacio habitable para medio centenar de militares con camas, habitaciones especiales para los oficiales, letrinas, duchas, cocina, depósito de agua, central telefónica, puesto de observación y periscopio, con la entrada fortificada».
La Guerra Civil española
Escondites, escaramuzas, ejecuciones y fosas
Asegura Jabier Les que, aparte de la utilización que hizo la resistencia antifranquista de estos espacios para esconderse y para sus escaramuzas, el uso más habitual de estos espacios durante la Guerra Civil española fue el de «convertirlas en lugares de ejecución y fosas para cadáveres». Aporta datos del antropólogo forense Francisco Etxebarria, quien detalla que desde el año 2000 se han exhumado 379 fosas comunes y recuperado 6.680 esqueletos, en cuevas y simas de León, Navarra, Gipuzkoa, Gran Canaria, Burgos, Lugo, Teruel, Huesca, Badajoz, Toledo y Valladolid, lo que demuestra que estos espacios se usaron para ocultar cadáveres.
La Segunda Guerra Mundial
Fábricas nazis construidas bajo tierra con prisioneros judíos
Para los nazis, la espeleología fue clave, destacando la figura de Benno Wolf (1871-1943), pionero en la catalogación de cuevas en Alemania antes de la Segunda Guerra que mantenía además una base de datos de todas las cavernas del mundo. Los nazis supieron aprovechar estos conocimientos, y le enviaron a un campo de concentración por sus antecedentes judíos, donde murió. En mayo de 1941, Himmler se apoderó de todos los clubes de espeleología y sus registros, ya que Hitler quería utilizar las cuevas para construir fábricas de armas, y se creó el Batallón SS especializado en Karst. Prisioneros de los campos de concentración trabajaron a destajo para ampliar y acondicionar las cuevas.
«Muchas de las fábricas nazis se instalaron en túneles construidos por la mano humana, porque las cavernas naturales presentaban problemas de humedad que afectaban a la producción militar por la corrosión, además de por la dificultad de acceder a ellas. Pero también usaron cueva naturales, como la de Heimkehle, cerca de Rottleberode, que acogió la producción de trenes de aterrizaje y herramientas para aviones. La cueva, que antes de la contienda ya tenía cierta reputación turística por sus estalactitas y estalagmitas, se niveló y pavimentó con hormigón, se erigieron túneles con paredes de ladrillo y bloques de hormigón prefabricado... Unos 650 prisioneros trabajaron en ello».
La de Mittelbau-Dora fue la mayor fábrica subterránea destinada a la guerra del mundo. Explica en el libro su autor, cómo el sistema de túneles alcanzó los 120.000 metros cuadrados: «allí se construyeron cohetes balísticos V2, que luego se desarrollaron para la carrera espacial entre EE UU y Rusia. Contenía un campo de concentración y todos los reclusos trabajaron allí, muriendo 20.000 de ellos por la dureza de las tareas o la violencia de los guardias. Tras la evacuación del campo en abril de 1945, los estadounidenses encontraron la fábrica y los servicios de inteligencia se llevaron a científicos alemanes especializados. Más tarde, apareció el ejército rojo y encontró tanto material técnico que también mejoró su programa de cohetes. La historia mundial se escribió en estos túneles subterráneos en el sur de la cordillera del Harz».
En Francia
La cueva de Luire, en el macizo de Vercors (Francia), acogió un hospital improvisado en la huida francesa de los nazis: «Allí había heridos, un centenar principalmente de la resistencia, y enfermeras. Pusieron una bandera de la Cruz Roja por si acaso. Hacía tanto frío que servía como cámara frigorífica para alimentos y medicinas, estaban a 7 grados. Al llegar, los nazis vieron la bandera desde el cielo y se acercaron. Pese a que cuatro soldados alemanes prisioneros les informaron de que los habían tratado bien, la mayor parte de los allí presentes fueron ejecutados y el resto, enviados a campos de concentración. Algunos se refugiaron en las cavidades superiores de la cueva y no fueron encontrados».
Un japonés escondido 28 años en la isla de Guam
Las cuevas fueron utilizadas igualmente por los japoneses como fortificaciones defensivas. Los militares excavaron además grutas artificiales y modificaron las naturales para uso bélico, en algunos casos albergaron hospitales y cuarteles generales. En la isla de Guam, en el archipiélago de las Marianas, las cuevas se emplearon para rechazar a los estadounidenses. «Una gran cueva de 40 metros de profundidad en Tinian fue utilizada por los civiles de Okinawa durante el bombardeo estadounidense de la isla en 1944; contiene construcciones, paredes, voladizos, pasarelas y escaleras de roca. También está la famosa cueva de Guma'yu'os, usada por los japoneses como hospital de campo y por civiles de Chamorro como iglesia con su altar de piedra. Otras cavernas son recordadas por las ejecuciones masivas de civiles a manos de tropas japonesas en la batalla final de Guam».
Recuerda Les que durante la guerra, el operador de radio George Ray Tweed (1902-1989) se mantuvo oculto en una cueva dos años y medio gracias a los ciudadanos locales hasta la liberación de la isla. Tras la derrota, miles de japoneses se adentraron en la jungla ocultándose en cuevas de todo Guam. El sargento Shoichi Yokoi (1915-1997) fue encontrado escondido en una cueva en el sur de Guam 28 años después de terminar la guerra. Hay muchos artefactos en grutas de la isla y en todas las Marianas: cascos, radios, baterías, comedores, máscaras de gas, botes, cuencos de metal y porcelana, fragmentos de cerámica, utensilios para comer, té, cerveza, sake, medicamentos, botellas de soja, cepillos de dientes... además de artillería.
Los muertos aún yacen en Peleliu
Los japoneses ocuparon de forma relámpago en 1944 islas de Micronesia como la de Peleliu, adonde destinaron a 11.000 soldados, muchos de los cuales combatieron desde cavidades. Los marines asaltaban a golpes de granada los nidos de ametralladoras ubicados en las cuevas. Algunas solo estaban diseñadas para albergar a un puñado de hombres, pero otras acogieron hasta mil soldados. «Hay cientos de cuevas cuyo contenido está intacto y sus ocupantes yacen muertos aún allí. Hay huesos carbonizados y pedazos de uniformes, sus posesiones y señales de combate cuerpo a cuerpo, munición sin detonar, granadas, bombas de mortero, proyectiles de artillería, cohetes, minas, cargas de profundidad, miles de balas, bidones de napalm etiquetados y otros reventados que fueron lanzados como bombas de combustible líquido cuando los marines se abrieron paso hacia las cuevas... No es exagerado afirmar que gran parte del área alrededor de la cresta montañosa es literalmente una fosa común, con huesos por todas partes. La mayoría de los restos de Peleliu pertenecen a los defensores. Algunos sitios aún siguen siendo muy peligrosos porque tienen minas, granadas y armas químicas».
No existen memorias japonesas de la batallas en Peleliu dada la aniquilación casi total de la guarnición en la isla, pero uno de los soldados de la armada imperial japonesa dejó vívidos relatos: «ras penetrar en el canal, los estadounidense comenzaron a a lanzar bombas incendiarias y granadas a las cuevas, y utilizaron constantemente lanzallamas, mientras se disponían a asarnos vivos, como si fuéramos tanuki ibushi, estábamos atrapados en las cuevas sacudidos por el terror y la rabia, el aire se volvía cada vez más sangriento, Las heridas de los enfermos supuraban y llenaban el aire de un hedor repugnante. Afuera, el enemigo nos atacaba despiadadamente con llamas, pero dentro nos atacaban poderosos enemigos como el hambre, la sed y el dolor».
La votación en Iwo Jima
En abril de 1945 en Iwo Jima, 200 japoneses aparecieron desde el subsuelo para atacar un puesto de mando estadounidense y hubo tiroteo toda la noche. El ataque provocó una explosión de 6.000 cajas de dinamita almacenada que sacudió toda la isla. Al parecer no quedaron atacantes japoneses con vida, pero a los pocos días, dos japoneses salieron de un agujero en el suelo. Los americanos mataron a uno de ellos pero el otro se metió dentro y llegó hasta sus compañeros. «Era uno de los 72 hombres encargados de un hospital a 30 metros bajo tierra: el oficial estadounidense al mando llamó a su intérprete para informarles de que solo podían rendirse o enfrentar una muerte espantosa, que combinaría fuego y ser enterrados vivos. En una acción muy inusual, sometieron la decisión a votación, con 69 a 3 a favor de rendirse. Uno de los tres que se oponían se suicidó inmendiatamente».
La dramática historia de las 'Himeyuri'
Este es uno de los episodios más sangrientos recogidos en el libro de Jabier Les y el que más le emocionó. Japón esperaba que todo el mundo cumpliera con su parte en la guerra, así que reclutaron incluso a niños de 14 años, entre ellos las llamadas 'himeyuri', chicas de 13 a 19 años estudiantes de Secundaria. «Hacían marcha, caminaban casi 70 kilómetros al día, aprendieron a disparar, fueron moldeadas y adoctrinadas para ser tan patrióticas e inquebrantables como cualquier soldado, realizaban trabajos manuales y de construcción... Finalmente, el ejército convocó a las 'himeyuri' mayores de 15 años para que se formaran en enfermería».
Recuerda Les cómo cuando los aliados atacaron Okinawa, el 23 de marzo, 222 estudiantes marcharon para ir hasta el hospital de emergencia, pensando que encontrarían un edificio con salas esterilizadas. «Pero se toparon con una serie de túneles y cuevas embarradas. Muchos niños realizaban ataques suicidas con bombas. Cuando llegaron las tropas estadounidenses, las bajas empezaron a obstruir los túneles sin luz. Las chicas amputaban a veces sin anestesia, los túneles eran insalubres y el aire húmedo y lleno de moscas estaba cargado con los olores de los muertos y moribundos y sus fluidos corporales. No importaba cuántos gusanos eliminaban siempre había más. Sujetaban extremidades mientras eran amputadas, los pacientes descargaban su ira en ellas, sugiriendo que eran cobardes por esconderse en las cuevas en vez de luchar. También eran responsables de enterrar a los muertos, recolectar alimentos y hacer de mensajeras, expuestas a ataques aéreos y de artillería. Pasaron 79 días desde el desembarco estadounidense y ya habían perecido 19 de ellas en las cuevas hospital».
Prosigue el espeleólogo relatando cómo a las que quedaron las mandaron al campo de batalla antes de que los militares ocuparan las cuevas, «menos a las que ayudaban en la tercera cueva hospital porque se les hizo demasiado tarde. Alguien escuchó pasos fuera y guardaron silencio. Había 100 personas en la cueva, 50 de ellas 'himeyuri' que se apiñaron alrededor de los enfermos para amortiguar sus toses. Instalaron una ametralladora apuntando a la entrada y la voz en japonés de un traductor preguntó si había soldados. Pero al ver la ametralladora, los americanos lanzaron granadas de fósforo blanco a la cueva que al explotar llenaron el lugar de humo blanco y la gente comenzó a morir. Un soldado gritó que se taparan boca y nariz con un trapo húmedo y algunos se salvaron así. Otras 'himeyuri' lloraban y llamaban a sus madres, pidiendo agua, pidiendo granadas para suicidarse. Una de ellas se desmayó y despertó viva tres días después. De aquellos 100 murieron 80, 42 de ellas 'himeyuri'».
La Guerra de Vietnam
El sistema de túneles que hizo ganar a un ejército dos veces
Su enfrentamiento primero en la década de los 40 contra franceses y japoneses, llevó a los vietnamitas a construir un sistema de túneles para comunicarse de una aldea a otra. Relataba uno de los mandos vietnamitas: «Las fuerzas revolucionarias eran pequeñas. Habría sido imposible conservarlas si hubiéramos luchado al aire libre. Teníamos que estar en condiciones de elegir el momento, el lugar y el objetivo de un ataque. En 1948 ya habíamos excavado un sistema de túneles. Cada familia, cada aldea tenía un túnel que la comunicaba con las demás». Finalmente los franceses necesitaron llegar a un alto al fuego pues era imposible derrotar a los guerrilleros pese al apoyo de EE UU. Se firmó un acuerdo y el país se dividió en dos, la parte comunista de Ho Chi Minh en el norte y al sur una república independiente con apoyo de EE UU y base en Saigón.
EE UU volvió a meterse en una guerra en los años 60 en contra de la pretensión de unificar Vietnam; los túneles excavados tuvieron igual importancia y los americanos perdieron. La intervención en Vietnam por EE UU a gran escala comenzó en 1965. El sistema de túneles alojaba a un ejército en guerra y contenía talleres y almacenes para armas y suministros, cuarteles generales, hospitales, cocinas, salas de conferencias, dormitorios... Para unos guerrilleros pobremente armados, mantener una guerra contra enemigos que entraban en combate en helicópteros no había más opción que abrirse camino bajo tierra. Las trampillas eran indetectables.
La guerra de las Cavernas en Argelia
Cuando se lanzan armas químicas dentro de una cueva
Los militares franceses se integraron en 1956 en una unidad de comando especializada en combate subterráneo en Aurés, noroeste de Argelia. En la guerra de la independencia, entre 1954 y 1962, un capítulo fue el denominado la guerra de las cavernas, donde los franceses usaron gases prohibidos por el protocolo de Ginebra. Así, «neutralizaban las cuevas, como en la masacre de Char Ouchettouh, donde el mando del ALN-FLN había instalado un taller de costura, depósito de alimentos y medicinas y un hospital ocasional. Más de un centenar de personas, incluidos niños, se refugiaron allí. Los franceses, aparte de explosionar la cueva para hundir el techo, utilizaron las armas químicas, liberando dos barriles de gas tóxico y matando por asfixia a los que habían sobrevivido a la explosión.
Cuba y México
Las revoluciones cubana y zapatista
En el libro, Javier Les incluye varias fotos de Fidel Castro en reuniones con los suyos en cuevas como la de Santo Tomás, en Pinar del Río. También recoge los relatos del subcomandante Marcos, como el que habla sobre el repliegue de los zapatistas en cuevas ante el asalto de más de 60.000 soldados a la selva Lacandona.
Afganistán
Bin Laden horadando la roca subido a una excavadora
La aridez de buena parte del territorio de Afganistán provocó que los agricultores aprendieran a excavar el terreno para generar una serie de túneles para llegar a los acuíferos subterráneos. Se creó así una serie de galerías de una longitud considerable utilizadas durante siglos por los combatientes y la población para esconderse en caso de amenaza. Ya en 1221 durante la invasión de Gengis Khan, sus guerreros tuvieron que esperar días a que los escondidos salieran de sus cuevas por no estar familiarizados con ese tipo de lucha. Lo mismo ocurrió en la invasión soviética. Las entradas y salidas de las galerías estaban magníficamente camufladas. Los soviéticos eran reacios a introducirse en ellas y preferían verter combustible y usar lanzallamas o meter gases químicos. También el uso de explosivos detonados casi simultáneamente en varias entradas de las galerías, en lo que se llamó voladura estereofónica.
Los muyahidines las agrandaron para meter camiones, tanques y piezas de artillería. Bin Laden usó técnicas de minería para mejorar los túneles. Había cuevas naturales de kilómetros de longitud, como la de Tora Bora, a 4.000 metros de altura, con búnkeres y campamentos excavados en la roca, al parecer en algún caso por el propio Bin Laden subido a una excavadora. Este mejoró el sistema construido por los americanos cuando ayudaban a los afganos en su guerra contra los soviéticos. Tras los atentados del 11-S, los estadounidenses atacaron la cueva en 2001 pensando que Bin Laden estaba allí, pero había escapado.
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