«Lo que hace grande un libro es que esté en manos de sus lectores»

-Una nueva entrega del 'Kraken', una saga de éxito y esperada por miles de lectores. ¿Supone para usted una presión?

- No, no, qué va. Yo cuando me pongo a escribir me aíslo de todo. Mi única meta es acabar bien el capítulo o la página. Solo pienso en la manera de acabarlo, en cómo darle forma... Me encierro en el despacho, cierro la puerta y todo lo demás queda ahí fuera. No hay presión porque deba hacerlo de una manera determinada. No pienso en si voy a agradar o no. Me meto en mi mundo y para mí es como entrar en un vacío.

-Habrá libros, quizá 'Aquitania' -premio Planeta 2020-, que uno escribe porque quiere, pero tal vez ahora se sienta un poco encorsetada. ¿O todo lo contrario?

- No, no. No estoy encorsetada. La editorial me da total libertad para escribir lo que quiera. Cuando me puse con 'Aquitania' quería abordar la novela histórica porque me apetecía. Y ahora vuelvo al 'thriller'. Para mí, Unai y 'La ciudad blanca' son un universo en expansión. Tiene unas raíces vitorianas pero se va ramificando y ampliando; quería desarrollar el personaje de Itaca, las falsificaciones de libros, la bibliografía... Esta es la novela que me apetecía escribir. Cada libro me lleva un tiempo de documentación, son dos o tres años de ir estudiando elementos, de viajes, de comprobar cosas, de muchas entrevistas y consultas. En todo ese proceso, la trama que surge me va tirando hacia el libro que se va generando en mi mente y se convierte en algo muy inspirador. Acabo enamorada de la temática y eso es lo que utilizo para darle el pulso al libro, darle nervio. Pero volviendo a lo anterior. Yo soy totalmente libre para elegir qué libro quiero escribir.

- Echando una mirada al hecho de escribir, ¿sufre en el proceso o todo lo contrario?

- A mí me encanta escribir. Lo he hecho desde siempre, desde que tenía 14 años. Me produce placer ponerme delante de un folio en blanco. El músculo de la escritura lo tengo muy trabajado y me encanta ver qué recursos puedo utilizar, cómo puedo afrontar un diálogo o una situación. El papel ha sido mi confidente desde siempre. En él he volcado muchas cosas y lo hago con placer. Te creas tu universo, con tus reglas y tienes un control total para cambiar, modificar, alterar... Escribir es para mí una tarea muy satisfactoria en todas sus fases. Desde el borrador, a las primeras revisiones y las versiones finales. Me encanta embellecer el lenguaje que he podido utilizar en un primer momento, mejorar el texto, dar vida a las páginas... Afinar una y otra vez. Con documentación, voy creando un universo desde la nada y eso me encanta.

- Los libros 'crecen' y dejan de ser de sus autores cuando entran en la librería. Se convierten en una especie de hijos literarios.

-Sí, claro, en el momento que entregas un manuscrito ya toma su vida propia, empieza a crecer lejos de tu control, dejan de ser nuestros. Cada lector tiene ahí su propia novela. Tengo tres millones de lectores que habrán hecho suyas mis novelas. Para cada uno será una historia personal, vivirá su propia aventura con el inspector Unai. Pero eso es lo que hace grande a un libro, que esté en sus lectores.

- Comentaba usted en la presentación del libro en Venecia que le resultaba un escenario irresistible para llevarlo al libro. ¿'Kraken' se está haciendo mayor y Vitoria se le queda pequeña?

- Son las tramas las que llevan al escenario, no al revés. En el 'thriller' y en la historia de Unai hay un trasfondo criminal y una parte personal que se van entretejiendo. Entra en una intriga de bibliografía que tiene una cara B, la de los falsificadores y las librerías de viejo. Y eso necesariamente lleva al Barrio de las Letras, en Madrid. Pasa lo mismo ahora con 'El ángel de la ciudad', en el que las tramas llevan a Venecia, que es la ciudad que más refleja la belleza artística, donde casi hay museos en cada zona. Donde se aprecia también la decadencia... Es un ambiente fenomenal para una novela.

- Por otras entrevistas, hay escritores a los que el trabajo previo les resulta muy fatigoso y se 'sueltan' escribiendo y a otros les pasa al revés. Da la impresión, y lo ha sugerido antes, que ese proceso de documentarse para nada es una carga en su caso.

- Es así. Disfruto también el proceso. Son dos o tres años, no es un tiempo pequeño, pero para mí es completamente necesario. Porque, por ejemplo, en los viajes que he hecho a Venecia he podido buscar la particularidad, encontrar algo novedoso, original. He ido muy bien guiada y he podido hablar con libreros de viejo y me contaban narraciones, cuentos orales que no salen en las agendas turísticas, pero que sin embargo forman parte de la esencia de una ciduad. Leyendas que son las que perfilan la Venecia que se pierde. Todos esos detalles son los que vas cosechando para el libro y los vas colocando en función de la trama.

- ¿El contexto mundial, con una guerra en Ucrania y recién salidos de una pandemia, le condiciona de alguna manera?

- No necesariamente. Puede que algo sí se refleje. Por ejemplo, en el 'Libro negro de las horas' contaba las consecuencias de esa pandemia, que se llevó a muchos ancianos de 80 años, los responsables en un porcentaje altísimo de las bibliotecas de bibliografía. Sin ellos todo eso se pierde, porque esos establecimientos no soportan una segunda generación. En el libro se hablaba de eso. Pero acontecimientos como el de Ucrania no tienen porqué afectar a lo que es el libro. Yo me centro en crear una ficción. Desde 2009, cuando empecé una carrera literaria más decidida, en el mundo suceden cosas y seguirán sucediendo. La actualidad repercute en los escritores más o menos, dependiendo de los casos y de las temáticas. Cada uno toma su camino.

- ¿Aprovechará esta estancia en Vitoria para echar un vistazo a localizaciones o futuras tramas? ¿O con saludar a sus fans ya tendrá suficiente?

- Bueno, a Vitoria voy bastante a menudo, y no sólo cuando lo marcan las agendas públicas. Paso cada poco tiempo. Para mí es reconfortante siempre, y no sólo para coger inspiración para futuras novelas, sino poque estoy a gusto. Y, por otra parte, estar con los lectores es un placer. Es la cosecha a todo el trabajo anterior. Yo me siento muy agradecida de hablar con ellos de mis libros, de que me comenten cosas. Es un contacto necesario para un escritor. Una verdadera recompensa.