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Deen Shulem.
«Espero poder ver, por lo menos una vez en la vida, a mis nietos»

«Espero poder ver, por lo menos una vez en la vida, a mis nietos»

El escritor norteamericano Shulem Deen narra su proceso de ruptura con la comunidad 'skver' de Nueva York, una de las sectas más aisladas del mundo, en el libro 'Los que se van no regresan'

Álvaro Soto

Madrid

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Domingo, 23 de mayo 2021, 17:32

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El escritor norteamericano Shulem Deen (1974) creció en la comunidad 'skver' de Nueva York, una de las sectas jasídicas con menos contacto con el exterior pese a estar establecida en la ciudad más cosmopolita del mundo. Criado en las estrictas reglas de su grupo, que le impedían siquiera encender una radio, Deen se casó en un matrimonio concertado a los 18 años. Pero poco a poco fue abriéndose al mundo hasta investigar su realidad religiosa y terminar abandonándola. Su experiencia conforma 'Los que se van no regresan' (Capitán Swing), un estremecedor relato que ahora ve la luz en España.

-¿Cuál es el papel que juega un rabino en una comunidad como la 'skver'?

-A veces se dice que un rabino decide hasta cómo debe ser el corte de pelo de un niño. No, no es así. La tradición y la costumbre deciden eso, pero el rabino es el que decide qué es tradición y costumbre. Él también es venerado en las ceremonias, oficia celebraciones familiares y es un consejero de asuntos del día a día, como cuestiones o médicas.

-¿Se sintió usted 'libre' cuando dejó la comunidad?

-No estoy seguro de que la palabra 'libertad' sea la adecuada porque todas las sociedades, seculares o religiosas, imponen construcciones y ortodoxias. Lo que sí me sentí fue bien. Había tomado una decisión muy difícil, pero correcta, y en ese sentido, sí me sentí libre, pero no del mundo jasídico, sino de la prisión de las exigencias sociales.

-¿Cuándo lo pasó peor?

-Yo no me sentía preparado al principio y tuve que lidiar con muchos problemas durante años, incluido el desempleo, la falta de vivienda y el hambre. Es muy difícil sentirse libre cuando tienes hambre. Lo que fue extraño fue el estallido de simpatía que encontré después de que se publicara mi libro. Yo pensé: «¡Yo no necesito esa simpatía porque ahora me va bien! Pero hay cientos de personas que están luchando ahí fuera y ellos son los que deberían recibir la atención de la gente«.

-Usted tiene ahora una pareja. ¿Cómo se sintió la primera vez que tuvo una cita con una mujer fuera de la comunidad?

-La primera cita da miedo, pero para todo el mundo, ¿no? En mi caso, la primera persona con la que quedé fue otra exjasídica y compartir la experiencia fue un confort mutuo y una fuente de curación. Pasado un tiempo, comencé a tener citas con otras mujeres, pero ya no fue una novedad, era más natural.

-¿Cuánta gente abandona las comunidades ortodoxas? ¿Existen redes de ayuda mutua y para compartir experiencias?

-Hay una comunidad importante y creciendo de exortodoxos, lo cual es muy importante, material y psicológicamente. No hay números concretos, pero yo estimo que varios cientos de personas en el área de Nueva York dejan sus comunidades cada año. Aunque en este punto, habría que matizar que también existen los 'modernos ortodoxos', que, ellos sí, van a la escuela y consume cultura popular. Sus dinámicas son diferentes y si dejan sus comunidades ortodoxas, lo hacen sin tanto drama.

-Usted tiene cinco hijos y alguno de ellos lo ha repudiado. ¿Cuál es su relación ahora con ellos?

-En los primeros años tras dejar la comunidad, tuve un contacto mínimo con ellos. Perder a mis hijos fue un dolor indescriptible, equivalente a la muerte de un hijo, o quizá incluso peor: los psicólogos lo describen como una 'pérdida ambigua', como cuando un soldado desaparece en la guerra y sus padres no saben si murió o no en la guerra. Pero ahora, he comenzado a aceptar la situación y he encontrado sentido a la vida en mi trabajo, en mis relaciones y en las amistades que he desarrollado. Mis hijos también están creciendo. El más pequeño cumplirá pronto 19 años. Mis tres hijas se han casado y como adultas que son, tienen el derecho de tomar las decisiones que quieran, aunque me rompan el corazón. Sé que tengo cuatro nietos, a los que me encantaría ver por lo menos una vez en mi vida. Mantengo la esperanza de que eso ocurra. Mi novia, con la que estoy desde hace dos años, también tiene hijos, y eso tmbién es una situación que me permite, por extensión, disfrutar de las alegrías y los disgustos de ser padre.

-En español, su libro se titula 'Los que se van no regresan'. ¿Eso es completamente cierto? Si usted quisiera, ¿podría regresar?

-Es cierto para mí, aunque no tiene por qué serlo para otros. Hay también una duda sobre qué significa 'volver'. Yo siempre he tenido un vínculo con la cultura y las tradiciones judías, así que es posible que pudiera reintegrarme en los viejas costumbres. Pero para mí, es muy improbable 'volver', en el sentido de reintegrarme en mi antigua comunidad.

-Usted ha expresado ciertas reservas hacia la serie de televisión 'Unorthodox', que trata la historia de una joven que abandona una comunidad ortodoxa. ¿Por qué?

-Creo que es una gran serie de televisión, con momentos de gran belleza, pero a la vez, presenta un mundo maniqueo en el que los jasídicos son todos malos y la sociedad secular, completamente buena, lo que es una fantasía destinada a halagar nuestro ego liberal. La realidad es que el mundo jasídico es más complejo y la realidad de aquellos que lo dejan es más difícil. La sociedad se comporta más con indiferencia que con aceptación hacia estas personas. En la realidad, los exjasídicos pocas veces reciben un abrazo de los otros, como retrata la serie. Tardan años en integrarse en la sociedad y hasta que lo hacen, son un grupo que sufre cierta marginación, como podría ser los LGBTQ. Es más fácil para un exjasídico acabar en la calle o desempleado que ser bienvenido en un grupo de seculares.

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