«El enemigo de la tauromaquia está dentro»

- ¿En qué momento se le ocurrió la idea de escribir este libro, por otra parte, inesperado?

- Sí, muy probablemente lo es. Surgió de forma espontánea hace tiempo. El libro estaba terminado y lo rematé durante la pandemia. Mi editor y yo entendíamos que podía ser interesante darle una vuelta al tema y entroncar el espectáculo taurino con la ideología de izquierdas. Y a mucha gente le ha sorprendido porque parece un maridaje un poco extraño, pero a medida que lo analizas y ves los acontecimientos históricos tiene todo el sentido.

- ¿Había rehuido el debate el aficionado taurino?

- Sí, claro, nosotros estamos siempre relegados a la incomprensión, no sé si por cuestión de modas o desconocimiento, pero yo creo que la gente que somos de izquierdas tenemos derecho y razones para poder ser aficionados.

- Pero el aficionado está a la defensiva. El argumento final del taurino es: «Si no le gusta a usted, no vaya, pero deje que yo lo haga».

- No es un libro a la defensiva, ni siquiera trata de convencer, sino de demostrar un entronque absolutamente objetivo entre la izquierda y los toros, con datos concretos, tanto numéricos como históricos. Y luego cada cual tomará la posición que estime oportuna, sea a favor o en contra.

- Todo el mundo estará de acuerdo en que lo taurino está enraizado con el sentimiento popular y vinculado a muchísimos intelectuales de izquierdas. Sin embargo, los tiempos han cambiado y en algún momento pasó a parecer cosa de señoritos...

- Mucha gente tiene una imagen distorsionada y desde el momento en el que la propia tauromaquia no sabe venderse tal y como es, ni ofrece el espectáculo que debería, eso deteriora y daña su imagen. A diferencia de otros espectáculos, los aficionados a la fiesta de los toros no hemos sabido vender todo lo que conlleva y todo lo que hay detrás. No obstante, en muchísimos sitios goza de una raigambre inquebrantable, como en Deba, Zestoa y Azpeitia. Si hiciéramos un análisis político y sociológico de los votantes de la izquierda abertzale que pueden asistir a esos festejos taurinos en esos pueblos, la sorpresa sería mayúscula.

- Vincula la tauromaquia al internacionalismo, a la ecología, al feminismo, a la solidaridad, a la justicia social... Parecería que la que está fuera de lugar en los tendidos es la derecha...

- No, no, para nada. Le doy la vuelta a un argumento que gran parte de la tauromaquia ha puesto encima de la mesa y que considero un error: se ha intentado descapitalizar de ideología la fiesta de los toros, diciendo que no es de derechas, ni de izquierdas. Todo lo contrario: es tan de izquierdas como de derechas porque tiene valores de los dos. Y yo he querido poner encima de la mesa acontecimientos históricos y números. Por eso hablo de justicia social, de solidaridad, de ecología, de lucha feminista... Son cuestiones muy propias del discurso de izquierdas y que entroncan con la fiesta de los toros porque, en el momento en el que se produjo un hecho histórico relacionado con esas cuestiones, ahí entraron en juego los valores de izquierda.

- Sin embargo, ¿entiende que entre los sectores progresistas haya una oposición creciente hacia el maltrato a los animales?

- Yo no creo que sea eso, sino un falso conocimiento sobre el animalismo debido a una ruptura entre el mundo del campo y el de la ciudad. Esto provoca que se distorsione la relación entre humanos y animales, que en el mundo rural se entiende perfectamente y, sin embargo, en el urbano no termina de comprenderse porque hay una realidad distorsionada.

- ¿Cree que el toro es torturado?

- No, para nada. ¿Por qué va a ser torturado? La lidia tiene unas secuencias determinadas. Cuando me siento en un tendido no me estoy fijando en el sufrimiento del animal, sino en su comportamiento de acuerdo con los parámetros de bravura y en una creación efímera, que es lo que el torero hace delante de ese toro. Me considero torista cien por cien, lo que me gusta es el animal y lo que más valoro es su propia reacción.

- Pero el toro sufre, ¿no?

- Hay estudios que dicen que sí y otros, que no. Para gustos los colores. Yo prefiero no entrar en esa cuestión, sino quedarme con las emociones que me genera el espectáculo, que, ojo, muchas veces son favorables y otras, todo lo contrario porque muchas veces, sentado en el tendido, he sentido animadversión hacia lo que estaba viendo.

- ¿Suponen más amenaza para el futuro de la tauromaquia las malas prácticas de empresarios, determinados toreros o aficionados que quienes se oponen a la lidia?

- Indudablemente. El enemigo está dentro. La base de la tauromaquia es la integridad y la verdad, y de ahí viene la emoción. Si el animal lidiado no está íntegro o no tiene determinadas aptitudes, el espectáculo se deteriora. A mí me gusta un espectáculo que transmita verdad respecto al riesgo que realmente está corriendo la persona que se ha puesto delante. Todo lo que se salga de eso lo considero un fraude que nada tiene que ver con lo que es una corrida de toros.

- Sin embargo, ha proliferado.

- Claro que se ha producido. En cuanto el toro pierde pujanza y está destinado al lucimiento del torero en lugar de a generar emoción, todo se deteriora. Eso genera aburrimiento y en aficionados como yo, desinterés. Por eso algunos hemos tendido a seleccionar muchísimo las plazas a las que asistimos.

- Parece que mucha gente ha entrado al trapo de su libro, sin siquiera haberlo leído.

- Es algo muy propio de esta sociedad, opinar sin saber. Antes de que saliera a la venta ya hubo gente que se tiró al pescuezo. Les invitaría a que leyeran, incluso a hacerlo sobre cuestiones que te producen animadversión. Hasta para argumentar en contra debes tener un conocimiento.

- ¿Recomendaría a un antitaurino que asistiera una vez en su vida a una corrida?

- No que asistiera a una corrida, sino que empezara por la base, que es el campo. Que conociera la vida de un toro bravo, desde que nace hasta que es embarcado camino de una plaza para ser lidiado. Y después le recomendaría que visitara determinados lugares donde se crían animales para el consumo. Y también que hablara con la gente del campo porque le van a dar muchas pistas. Se quedaría sorprendido.