Anjel Lertxundi, en la playa de Zarautz, localidad en la que reside Juantxo Lusa

«Hace 40 años ni soñábamos con tener una cultura en euskera como la actual»

Recibirá mañana el Premio BBK Gutun Zuria por una trayectoria que incluye novelas, literatura infantil, ensayos, cine y series como 'Goenkale'

Jueves, 16 de marzo 2023, 00:34

Anjel Lertxundi (Orio, 75 años) tiene la sensación de que él y su generación han tenido que ir haciendo cosas a medida que surgían las ... necesidades, siempre con urgencia. Como profesor de la ikastola de Zarautz y de la Escuela Diocesana de Magisterio en San Sebastián, se encontró con que faltaba literatura infantil y juvenil en euskera a la altura de los tiempos. Se puso a la tarea. Lo mismo ocurrió con el cine y dirigió el primer largometraje rodado en euskera, 'Hamaseigarren adanez', o con la televisión, pues estuvo dos décadas como guionista de 'Goenkale'.

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Autor de novelas como 'Otto Pette' ('Las últimas sombras'), 'Azkenaz beste' ('Un final para Nora') o 'Eskarmentuaren paperak' ('Vidas y otras dudas'), obra con la que ganó el Nacional de Ensayo en 2010, recibirá mañana el Premio BBK Gutun Zuria Bilbao por su trayectoria. Compartirá el galardón del festival literario de Azkuna Zentroa con la autora mexicana Cristina Rivera Garza, que conversará a partir de las 18.30 con Isabel de Naverán.

– En su poema 'Instantes', Borges decía que, si pudiera volver a vivir, escribiría menos y viajaría más. Vivir o escribir: ¿Tiene sentido la alternativa?

– No. Escribir también es vivir. Lo que sí haría es no publicar tanto. Cuando empecé, estaba todo por hacer en el mundo del euskera. Cualquier camino abierto era importante. Sí intenté, en la literatura para chavales, que lo didáctico no anulase lo creativo. Me inspiró Asun Balzola, con la que colaboré. Gustaba mucho y tenía una calidad artística extraordinaria.

– ¿Cuándo decidió que se dedicaría a la escritura?

– Estaba en el seminario, con 14 o 15 años, y me pregunté si lo que estaba escribiendo era lo que quería o lo que me imponía el dogma. Como la escritura necesita libertad, dejé el dogma.

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– ¿Qué recuerda de la dirección de 'Hamaseigarren adanez', basada en su novela del mismo título?

– No tenía conocimientos técnicos. Armamos un buen equipo, con unos actores maravillosos. Imanol Uribe iba a ser el director, pero puso como condición que, si conseguía financiación para uno de sus proyectos, se metía con él y dejaba el nuestro. Y la consiguió. Ya habíamos hecho las localizaciones y había participado en ellas, había escrito la novela, me costaba decir que no...Trabajar en aquella película me enseñó mucho.

¿En qué sentido?

– Desde entonces empiezo a escribir con una cámara en la mente. Me ayuda a secuenciar la narración y a evitar descripciones innecesarias porque ya se las imaginan los lectores. Antes, las escenas de caballos en el cine se alargaban durante dos minutos. Ahora ves las patas en movimiento y por el contexto ya sabes que están persiguiendo a alguien.

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– La novela 'Otto Pette', traducida como 'Las últimas sombras', supuso un antes y un después en su trayectoria.

– Me enfrenté al reto de escribir una novela en euskera situada en la Edad Media. No tenemos ningún testimonio escrito de la lengua vasca de ese periodo. Había que inventarse un euskera creíble que sonara a Edad Media. También sucede con otros idiomas. La diferencia es que en castellano, en francés o en inglés hay muchos precedentes; y en euskera, no.

– Es una historia sobre la brutalidad del poder.

– Sobre la falta de escrúpulos del poder. El protagonista deja que una pandemia se expanda para tener más y más poder. Trata también sobre el odio que se profesaban el poder político y el eclesiástico y sobre cómo se necesitaban a la vez. Me interesaba la aparición del personaje que conoce todo el pasado del baronet Otto Pette, cuando ya está retirado. No sabe quién es, si viene para ejecutar una venganza. Sabe absolutamente todo de él. Fue una aventura literaria que yo disfruté muchísimo, también por la necesidad de crear un lenguaje.

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– Fue su salto al ámbito de la literatura española y de las traducciones.

– Temía que la novela acabara circulando de editorial en editorial. Tuve la suerte que le gustara a Pere Gimferrer y a otros editores de Seix Barral. Me ayudó mucho Jorge Giménez Bech, director de Alberdania, que había traducido la novela y que la ha reeditado en su editorial.

– En aquella década, en los noventa, publicó novelas fantásticas o de fantasmas, como 'Un final para Nora', 'El huésped de la noche' o incluso 'Los días de la cera', esta con más humor.

– Estaba leyendo a autores centroeuropeos como Leo Perutz y Joseph Roth. Para hablar de vampiros no hace falta ir a Transilvania. Puedes hacerlo adaptando las leyendas vascas. En toda Europa hay una tradición compartida y eso me permitió en 'Un final para Nora' cambiar al judío errante por una judía errante, y que la historia transcurriera en el País Vasco.

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– Y de la judía errante pasó a una novela, 'Línea de fuga', protagonizada por un joven nazi que descubre que tiene sangre judía.

– Le adoptaron unos padres que no eran judíos y lleva 17 años demostrando su odio antisemita hasta que conoce esa verdad y le da pánico que sus amigos se enteren.

Una década sin terrorismo

– ¿Tenía esa separación violenta entre nosotros y ellos una lectura específica en el País Vasco?

–Muchos lectores la hicieron. Como escritor, te influye el contexto, no sólo en los argumentos, sino hasta en los detalles.

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– Llevamos más de una década sin terrorismo.

– La vida ha cambiado. Eso es evidente. Pero hay todavía un déficit en cuanto a la confesión del daño hecho. Tenemos que asumir de verdad que lo hicimos muy mal.

– ¿Habla en plural?

– Sí, porque toleramos, nos abstuvimos, permanecimos en silencio, aunque no estuviéramos en absoluto de acuerdo. Algunos más que otros, eso sí. Solo puede haber reconciliación si asumimos lo que hicimos, sobre todo los responsables directos de aquello que sufrimos durante tantos años.

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– En 'Vida y otras dudas' ('Eskarmentuak paperak'), realiza una especie de examen de lo que ha sido su trayectoria.

– Hace 40 años ni soñábamos con tener una cultura en euskera como la actual. Me imaginaba que mi trayectoria como escritor sería casi anónima, o reducida al público euskaldun, que tampoco creía que iba a ser tan numeroso.

– ¿Por qué se han superado sus expectativas?

– Por varias razones. Destacaré la unificación del euskera. Sin ella no hubiéramos tenido un lectorado tan constante. Como autor, quieres forzar la lengua para sacarle todo el jugo, pero la mayoría de los escritores de mi generación fuimos disciplinados como espartanos con el batua. Fue importante para la enseñanza, para la administración, etcétera. Entonces tú también tienes que ser más o menos ejemplar con ese movimiento.

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– Otra de sus facetas es la de guionista, sobre todo de la serie 'Goenkale'.

– Quisimos que toda la familia se sentara para ver un capítulo y que la lengua fuera el factor de unión entre niños, jóvenes y adultos. Ahí también se produjo un fenómeno de creación del euskera coloquial a través de los diálogos.

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