Alaitz Leceaga sitúa en Ea su novela más misteriosa, premio Fernando Lara
'Hasta donde termina el mar' destapa secretos familiares y una historia de jóvenes desaparecidas a comienzos del siglo XX
El faro de Santa Catalina de Lekeitio, y las cuevas que se conocen por el mismo nombre, seguirán siendo los mismos. Los acantilados, la mar, ... toda la línea de costa vizcaína entre esta localidad y Mundaka, también. Y lo mismo pasará con el puente más antiguo de Ea, así como con su playa y su ría, que desde luego no serán otros. La casa panelada en azul que da al río entre los dos puentes de piedra de Ea, y la que lleva el rótulo de Denda Aloña -con sus ribetes rojos sobre blanco- y la de pescadores sobre sus pilares justo a la entrada del puerto, y la subida a la Atalaya, y la playa de Natxitua... Todos estos rincones son los mismos hoy que ayer, pero desde ayer resulta que tienen otra dimensión. La literaria. Es lo que pasa cuando una escritora decide que es este escenario el que tiene que acoger las peripecias de los personajes de su última novela.
La autora es Alaitz Leceaga (Bilbao, 1982); la novela, 'Hasta donde termina el mar' (Planeta), la ganadora del último Premio Fernando Lara, dotado con 120.00 euros. Ea, lo dicho, es Ea; Lekeitio, Lekeitio. Pero como suele ser habitual en las ficciones de una escritora que en solo cuatro años va por su tercer título publicado -los dos primeros fueron best-sellers con traducciones a unas cuantas lenguas, uno de ellos con adaptación audiovisual en marcha- todo pasa a ser otra cosa.
Al leer sobre la galerna de 1878, que se cobró la vida de 350 personas, pensó en cómo la muerte arrasa los pueblos pequeños
La afición de Leceaga por los escenarios góticos y misteriosos, con influencias de las Brontë y de Poe, transforma lo que está ante los ojos en escenario de leyenda. Los temporales ayudan, asegura. De hecho, la primera idea de 'Hasta donde termina el mar' nació al leer sobre la gran galerna del último cuarto del siglo XIX en la costa cantábrica. Ese fenómeno natural que aparece de repente en un día soleado y calmo, y que en otros tiempos se llevaba por delante las vidas de cientos de marineros y pescadores, es el germen de la historia.
«Comunidades unidas»
Pensar en cómo la muerte arrasa pueblos pequeños -en aquel Sábado de Gloria de 1878 perecieron 350 personas- y lo que eso significa en «comunidades unidas» puso en marcha esta tercera novela, la primera que la autora publica con la editorial Planeta. En la Ea que ella imagina, y que tiene mucho que ver con la real de comienzos del siglo XX, pone patas arriba el mundo de dos hermanos, Dylan y Ulises Morgan, y cambia por completo la de la chica que aparece flotando en Natxitua vestida de novia. Todos tienen secretos, «algunos no los conocen ni ellos». Y lo mismo ocurre con todas las personas de su entorno. Una galerna se encarga de comenzar a destaparlos.
«Sirenas, lamias o monstruos marinos recorren estas páginas»
Así surge el misterio, más presente en esta novela que en las dos anteriores de Leceaga. La joven cuyo cuerpo encuentran en la orilla es idéntica a otra que desapareció años atrás, y en los pueblos de la zona hay varias mujeres que llevan años perdidas. «Desde el principio me cautivó la idea de acercarme más al misterio y a la investigación. Como autora, eso supuso planear y escribir una historia de suspense, pero siempre manteniendo mi estilo».
Es un estilo que da siempre gran importancia al paisaje, creador de atmósfera. Aquí los acantilados, el agua, los bosques, la niebla confluyen para darle un aire de leyenda a la trama, con referencias a lamias y sirenas. «Los pueblos costeros de la zona, por su cercanía y su relación con el mar, son ricos en su propia mitología y dan pie a muchas leyendas, por eso mismo el imaginario colectivo tiene un gran protagonismo en esta novela: sirenas, lamias o monstruos marinos recorren las páginas», explica. Y todo ocurre aquí, pero en una Ea donde la casa azul es la casa de los Morgan, la tienda Aloña es la de las hermanas Arrieta, de la playa ha desaparecido el edificio de viviendas y un caserón en Bedarona acoge a las mujeres de la familia Amara.
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