Lenguas casi secretas
Escribir en papiamento, frisio o Bildts es poner en el mapa la riqueza de lo pequeño. Una antología reúne textos de autores que han viajado por Europa como embajadores de su cultura
ELENA SIERRA
Lunes, 21 de octubre 2019, 00:45
Más de una treintena de escritores y escritoras de distintos orígenes se han movido en los últimos cuatro años por Europa para participar en un ... programa, Other Words/Beste Hitzak, que nació al calor de la capitalidad cultural de Donostia. Lo curioso de sus protagonistas es que no trabajan en las lenguas mayoritarias, ni en inglés ni en castellano ni en francés ni en ninguna parecida, sino en las que se conocen como minorizadas o pequeñas. Viven y escriben en realidades lingüísticas que a menudo los europeos desconocen, incluso los habitantes de los países en los que se desarrolla esa realidad, explica Imanol Galdos, el coordinador del programa desde la oficina de Donostia Kultura.
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Una antología reúne los textos elaborados por estos hablantes de euskera, frisio (Países Bajos), esloveno, macedonio y gaélico (Irlanda), a los que han sido invitados a sumarse algunos que se desenvuelven en su día a día en idiomas aún más pequeños como el Bildts y el papiamento. Todos sus escritos pueden encontrarse, además, en la web del programa traducidos a las otras lenguas participantes. La experiencia de vivir y escribir en lenguas minorizadas, y lo que supone hacerlo en un contexto digital, ha sido objeto de debate la pasada semana en la Universidad de Edimburgo, donde un congreso con expertos en quince idiomas ha cerrado el ciclo de actividades del Instituto Etxepare en Escocia.
El proyecto
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2016. La capitalidad cultural de Donostia fue el origen del proyecto 'Other Words'/ 'Beste Hitzak', con el que una treintena de escritores han viajado por Europa en los últimos cuatro años.
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Más que un libro. Los textos se han reunido en una antologíay pueden encontrarse en la web del programa traducidos a otras lenguas participantes.
Elvira Bonafacio
El papiamento, «una lengua fuerte y testaruda»
Los habitantes de las islas ABC (Aruba-Bonaire-Curaçao, en las Antillas Holandesas) son ciudadanos de los Países Bajos, pero su historia, la de la colonización y el cruce de culturas, hace que no solo se hablen en neerlandés, sino que tengan su propia lengua. Y como representante de ella, el papiamento, y de sus más de 300.000 hablantes, la escritora Elvira Bonafacio, llegó invitada a Belfast. Una manera de poner en el mapa lingüístico un idioma del que no se sabe mucho por aquí... «Este intercambio es de mucho valor para el papiamento porque fortalece su posición como un idioma minoritario, y esto aumenta el valor y el aprecio de los de que lo tienen como idioma materno», explica la autora en español desde Curaçao, su isla, donde la noticia de su residencia europea en el marco de Other Words la ha llevado hasta a la televisión.
Y es que el papiamento es hoy por hoy «idioma oficial en las tres islas, idioma de instrucción en los colegios, materia obligatoria para el examen final de la secundaria y con universidades que ofrecen una especialización académica a nivel de licenciatura y maestría», pero solo desde hace unos años. Antes, la historia fue otra muy distinta. «Ha sobrevivido a muchos años de opresión, como causa de nuestra historia colonial, pero a pesar de todo se mantuvo como el idioma dominante en las islas». Es, en palabras de Bonafacio, una lengua «criolla muy fuerte y muy testaruda», se ríe.
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Para ella, el viaje a Belfast supuso un choque cultural enorme y al mismo tiempo un buen impulso para el reto que se había marcado de comenzar a escribir ficción (hasta ahora se dedicaba a la poesía), porque lo que tenía en mente al hacer las maletas era un relato sobre la diversidad y la identidad. «Estar muy lejos de casa influyó mucho en mi ánimo». Eso, inscribirse en un curso de escritura de novela y una constante relación con el medio en el que vivió dos meses -incluido un programa en escuelas- la han inspirado para rato. Pronto publicará, de hecho, su primer libro para niños.
Elvira Bonafacio
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¡Qué sufrimiento! «Mi caso es parecido al tuyo. Mi abuela me dijo que hubo grandes discusiones antes de que llegaran a un acuerdo sobre mi nombre. Mi padre quería llamarme como su madre, la abuela muerta. La madre de mi madre quería mantener nuestra tradición religiosa, y ponerme el de la santa del día de mi nacimiento, según el librito de Bristol. Pero mi madre, la más testaruda, insitió en que había que hacer una combinación».
Bart Kingma
El sentimientode saberse minoría
El frisio se hizo presente en Pasaia de la mano del periodista y escritor Bart Kingma, nativo de la provincia del norte de los Países Bajos llamada Friesland. Allí hay 600.000 habitantes y la mitad más o menos tienen el frisio como lengua materna, a los que se suman hablantes en otros lugares debido a sus orígenes. «En total solemos decir que habrá alrededor de medio millón». Cuentan con una infraestructura que posibilita un uso habitual de la lengua: reconocida como la segunda del país, se enseña en las escuelas, hay medios de comunicación audiovisuales que casi por completo emiten en frisio -Kingma trabaja en la televisión- dos periódicos que dedican cierto espacio a textos en este idioma, editoriales que publican libros... que no se leen. «Si un novelista o un poeta vende un par de cientos de ejemplares, ya va bien», dice, a pesar de que pone por las nubes la calidad de la poesía que hacen sus colegas.
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El problema es que la gente no lee en frisio. La amenaza para esta lengua, dice, no es la falta de protección, sino la actitud de los propios hablantes. «Muchos no están muy interesados en aprender a leer y escribir en frisio y muchos padres creen que es más importante para sus hijos hacerlo bien en holandés e inglés». Es la maldición del idioma minorizado: parece menos útil, menos importante. Que fuera elegido para participar en un programa internacional como 'Other Words' supuso darle la vuelta a eso. «Lo bueno es que te da la oportunidad de sentirte como si no fuera una lengua minoritaria. Es difícil que los medios nos presten atención en Holanda y, cuando lo hacen, las entrevistas y los artículos se refieren siempre a ser minoría. Los hablantes de lenguas mayoritarias no saben cómo es eso». En el País Vasco, por primera vez supo lo que era que su trabajo literario recibiera atención por el contenido, por la escritura en sí, no como rareza.
De la experiencia Kingma sacó mucho más, porque aparte de comenzar a escribir una novela que verá la luz en 2020 -cuyo argumento transcurre entre Gipuzkoa y Friesland e incluye referencias y paralelismos con las vidas de Sarrionandia y Yoyes- descubrió el bertsolarismo y hasta realizó un documental para televisión que ya ha podido verse en su tierra. «Idoia Noble, de 'Other Words', me llevó al campeonato de Iparralde y me impresionaron las aptitudes de los artistas, lo que hacían en tan poco tiempo». Le gustaría mostrarlo en Friesland, pero «pero llevará su tiempo y su esfuerzo».
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Bart Kingma
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'Sera'. Le gusta el ambiente al entrar en la sala. Está claro que el espectáculo de la tarde no ha hecho más que empezar. Algunos jóvenes están ya balanceándose, los espectadores de más experiencia siguen hablando en grupos, saben que lo mejor no ha llegado aún.
Beatriz Chivite
La hermandad de las lenguas pequeñas
La poeta navarra Beatriz Chivite ya ha llevado su lengua muy lejos muchas veces, porque desde adolescente ha estudiado y trabajado en diversos lugares. A los 16 fue a Italia a terminar el Bachillerato, después estuvo de voluntaria en Nepal y entonces decidió estudiar Historia del Arte Oriental y Filología China en Londres, lo que más tarde la llevó a vivir un año en Pekín. Así nació su poemario 'Pekineko kea'. También vivió en Hong Kong gracias a una beca y desde hace un tiempo reside en Yakarta, donde trabaja para la Embajada Española.
Con 'Metro' y Biennale' ha ganado varios premios, como el Lauaxeta y el Blas de Otero. «Llevo años viviendo fuera y presentando el euskera en todo tipo de países, y el escribir en una lengua tan pequeña, antigua y extraña siempre me convierte en un personaje exótico. Pero en Eslovenia, o entre los holandeses que hablan Bildts, tenemos una especie de hermandad, un entendimiento de lo que supone hablar una lengua casi secreta», explica.
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Ella pasó un verano «inolvidable» en Maribor, Eslovenia. «No era la primera vez que vivía en esa zona de Europa, ya que hace 12 años estudié el bachillerato internacional con una beca de Colegios del Mundo Unido en Trieste, que hace frontera con Eslovenia», recuerda. En la cabeza llevaba el proyecto de escribir una colección de poemas «sobre las fronteras, las migraciones, nacionalismos y movimientos. Eslovenia era el país adecuado geográficamente (hace frontera con Austria, Italia, Croacia, Hungría y el mar), históricamente (parte de la antigua Yugoslavia) y políticamente (actualmente está recibiendo un gran número de refugiados)». Aparte de ese trabajo -que se editará en Pamiela- viajó por todas las fronteras, realizó actividades con una ONG de apoyo a refugiados y recitó sus textos en festivales literarios. Lo suyo fue una inmersión total. «Al final de la estancia tenía casi más conocidos en Maribor que en Burlada, el pueblo donde crecí pero donde no vivo desde hace 12 años», confiesa.
Beatriz Chivite
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'Omonia Plaza' en Mugagabea. Quietud y velocidad de andamios y plástico verde está cubierta la plaza a la sombra palomas quietas | Alrededor coches dando vueltas motos deprisa taxis amarillos pitan
Gerard de Jong
Una lengua de seis mil hablantes
Seis mil hablantes tiene el Bildts, otra lengua de los Países Bajos, ésta nacida al principio del siglo XVI, cuando gentes provenientes de dos lugares de Holanda se juntaron para reclamarle tierra al mar construyendo diques. Con una gramática específica y palabras propias, diferenciadas, no es sin embargo reconocida como tal por el Estado, ni se enseña en las escuelas a no ser que algún maestro que lo hable se empeñe en ello. Amenazada, seguro, sobre todo por la globalización, dice el escritor Gerard de Jong, que recaló en Pasaia para darle forma a su novela. Será de los pocos que escribe ficción en bildt. «Podrías contarlos con las dos manos», ilustra.
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Él debutó con 'Blau fan dagen, griis fan onrust', una historia del despertar de su lengua materna a través de las vivencias de tres generaciones desde 1980 hasta ahora. «Hay una nueva conciencia sobre la importancia del Bildts, y un pequeño pero comprometido grupo de Bilkerts (gente de het Bildt) que tratan de preservarla y llevarla al futuro». A De Jong, que durante muchos años ha estado al frente del periódico que dirigió su abuelo en esta lengua, lo entrevistaron en la televisión de su país a raíz de su experiencia vasca, lo que significa que por fin se habló de un tema tan delicado y frágil como este.
Esa es una de las cosas positivas de participar en un programa internacional. «Es una plataforma fantástica». Supone un intercambio literario y cultural, pero también «ser el embajador de mi lengua» y hasta sentirse entendido, explica el periodista. «A veces de broma digo que ahora hay más gente vasca que sabe sobre el Bildts de la que hay en Holanda». Es un nuevo impulso en su trabajo. «Sentirme tan entendido me dio nueva energía para hacer lo que puedo para preservar el Bildts. Sin 'Beste Hitzak', eso no habría ocurrido. Los vascos son expertos en cuidar y celebrar el euskera». Y sobre eso ha escrito un ensayo para que su pueblo tenga un ejemplo de cómo mantener vivo ese legado.
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Gerard de Jong
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'Huellas en la arcilla'. El presentador le pregunta:- ¿Cuánto tiempo cree que le queda al Bildts? Él sonríe brevemente. - Esa es una buena pregunta... Mi abuelo coge el abrecartas, mira hacia arriba, se lo piensa un poco y decide: - Le doy al Bildts lo que yo viva.
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