Lazkano invita en un libro a acercarse al arte sin miedos ni prejuicios
El creador quiere bajar «la pintura del pedestal para decir a todos que pueden participar en el juego»
El arte da miedo para el que nunca se ha acercado a él. Pero no hay nada que temer y sí mucho de lo que ... disfrutar. Jesus Mari Lazkano (Bergara, 1960) reconoce que los de su gremio, los artistas, comisarios e historiadores que organizan exposiciones, se han puesto con frecuencia demasiado estupendos en sus textos y exposiciones.
Ha sido una vía para adquirir prestigio y un lastre para atraer a los que no están dentro del círculo. «He querido bajar el arte del pedestal para acercarlo a la experiencia cotidiana. Los creadores tenemos que esforzarnos por salir de nosotros mismos y decirles a los demás que también pueden participar en el juego», considera el artista, que acaba de publicar '¡Maldita pintura! 1001 Ideas para amarla y entenderla' (Abada Editores).
En sus páginas se adentra en el proceso creativo, en la actitud desprejuiciada y a la vez crítica frente a las miles de imágenes diarias que atraviesan la retina, y en los matices y significados de los colores. También toca la tensión entre la vocación individualista del creador y la necesidad de situarse en un contexto, en un mercado si puede llegar a él, en un marco institucional.
Lazkano parte en el libro de la densidad de imágenes característica de la sociedad actual. «Nos da la sensación de que nos ahogamos en ellas. Cuanto tenías un rollo de 24 o de 36 fotos, pensabas en lo que merecía quedarse como imagen y lo que no. Ahora podemos sacar tantas cuantas queramos y las vamos amontonando sin criterio en el ordenador».
La obra desconocida
Pero no hay nostalgia cuando lo dice. Cree que entre la avalancha también surgen oportunidades. «Yo defiendo que hay que fijarse en el cine y en la televisión, en la publicidad y en los documentales, en la moda, en los tejidos. Hay que estar abierto, alerta, porque la chispa puede saltar en cualquier sitio. Y al mismo tiempo, tienes que despegarte de todos los prejuicios y de lo más convencional para romper las dinámicas habituales de la mirada».
Dentro de la estrategia para recrearse y profundizar en el placer del arte está el no dejarse abrumar por los grandes nombres, por lo que se supone que es bueno o malo. «Saber por qué El Greco merece un buen sitio en la historia viene luego. El primer contacto es emocional. Debemos reivindicar que somos dueños de nuestras emociones y libres para cultivar nuestra sensibilidad. Es verdad que tenemos unos valores y que algunos pintores siguen estando en la cumbre después de siglos. Será por algo. Pero si alguna vez nos gusta una obra de un desconocido, que hemos visto en un restaurante de carretera, no tenemos que justificarnos porque no esté en la colección del MoMA».
El libro tiene 1001 entradas, textos cortos basados en sus experiencias como artista y espectador, y también como profesor de la Facultad de Bellas Artes de la UPV/ EHU, por cuyas aulas han pasado miles de aspirantes a hacerse un hueco en el mundo artístico. «Nadie puede pensar que es un genio y que por eso le van a ir a buscar al estudio. Tienes que ser consciente de que estás dentro del sistema del arte y de que tienes que moverte dentro de él. Hay que socializar, abrir tus redes, conocer la profesión que has elegido y cultivar la autoestima para seguir peleando por lo que crees».
Precariedad
Lo difícil es mantenerse. Los artistas tienen en la pantalla del ordenador toda la información sobre becas y estancias en el extranjero. Su mercado ya no es el local, sino que su obra se puede ver en China o en cualquier otro país, pero ahora hay más creadores que nunca. «Quizás en mi generación decidirte a ser artista era algo más raro y estábamos muchos menos. Ahora la figura del creador se ha socializado mucho, es más mediática y eso tiene sus efectos. De todas formas, la precariedad ha existido siempre, en todos los sentidos. También hay que pensar en que los materiales artísticos son caros».
Reconoce que en los años ochenta, cuando su generación sacó la cabeza, había «un coleccionismo privado más extendido», especialmente en Euskadi. «Todo eso ha desaparecido, también Madrid, aunque sigue habiendo compras por parte de las instituciones y de las empresas».
Aun estas estrecheces, recomienda no plegarse, adoptar el papel del 'outsider' y defender la autonomía del artista. «La mayoría de las decisiones para que se conozca tu obra no las tomas tú. Son los comisarios, directores de museos, galeristas y coleccionistas los que tienen esa capacidad de que entres en una exposición colectiva o en un centro cultural local. Es paradójico, porque tú haces el cuadro pero no tienes ningún poder sobre él», incide.
Así que lo mejor es que cada uno tome su camino. Él lo hizo optando por una pintura figurativa que no estaba de moda. «La manera hegemónica de colocarse a lo contemporáneo era apuntándose a la última novedad y echando por tierra, o al menos desestimando, otro tipo de prácticas, digamos, más asentadas en el tiempo. No sé si hubo una falta de información. Porque yendo fuera te dabas cuenta de que la pintura seguía funcionando, y ahora los jóvenes la reivindican».
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