Echevarría y el atrevimiento del color
El Bellas Artes dedica una sala al fauvista vasco con motivo de la presentación de su catálogo con la totalidad de su obra
Había estudiado el bachillerato en Angulema (Francia), inglés en Eton (Oxford), Filosofía y Literatura en Lovaina (Bélgica) e Ingeniería Mecánica en la Universidad de Mittweida ( ... Alemania). Además estudiaba piano con seriedad. Su padre creía que debía tener una buena educación para entrar en el negocio familiar, dedicado a la siderurgia.
Juan de Echevarría (Bilbao, 1875- Madrid, 1931) no le defraudó y a los 25 años se puso a dirigir la empresa. Pero no estuvo mucho tiempo en ella. Se sentía artista y le parecía que llevaba una vida falsa. Sus hermanos pensaban que no sería capaz de decirle a su padre que quería ser pintor. Lo hizo. En 1903 ya subía y bajaba por las pendientes de Montmartre, el barrio de los artistas en París, con una importante colonia vasca y española.
Aquí empieza su carrera de verdad, de la que da cuenta la historiadora Verónica Mendieta en el catálogo razonado sobre la obra del pintor, titulado 'Modulando la vibración', presentado este viernes en el Bellas Artes de Bilbao. En él se recoge toda la producción de Echevarría conocida hasta hoy, así como su descripción. Es un instrumento muy valioso para detectar falsificaciones, que las ha habido según comentó la autora. Y supone también «oro molido para futuros proyectos y el conocimiento de nuestros propios fondos», incidió Javier Novo, responsable de colecciones del museo.
Azules fríos
Para enmarcar esta publicación, el Bellas Artes ha dedicado la sala U (de urdina, azul) a mostrar diez obras de Echevarría de su propiedad. El azul es por el uso de este color, en sus tonos fríos, en parte de la obra del pintor, la que se refiere a Castilla y a sus habitantes, marginados del progreso que se estaba produciendo en otras partes de Europa. Muy afín a la visión de la Generación del 98, y muy amigo de sus miembros, hizo cuadros muy conocidos en esta línea, como 'El paria castellano', que presentó a la histórica Exposición Internacional de Pintura y Escultura de Bilbao de 1919, y que fue adquirido para formar parte de los fondos del museo, junto con otra obra.
Pintado en Ávila, 'El paria castellano' viste con un abrigo con agujeros y mira al espectador «con un desafío emocional muy intenso, para perturbar a las conciencias acomodadas», explicó la autora del catálogo razonado, sobrina-nieta del pintor.
En la selección del Bellas Artes también hay sitio para cuatro bodegones. A él y a su maestro Matisse este género les parecía muy idóneo para plasmar la expresión del color dentro de unas intenciones decorativas. En la misma sala destacan sus cuadros de gitanos, inspirados en Gauguin, cuyas obras había visto en el estudio parisino de Paco Durrio, muy buen amigo del francés, fallecido en 1903 en las islas Marquesas.
Un año antes había muerto la madre de Echevarría, Felipa Zuricalday, gran aficionada a la música. Fue uno de los motivos que le hizo reflexionar sobre su verdadera vocación. Comenzó a asistir a las clases del pintor Manuel Losada -que años más tarde sería primer director del Museo de Bellas Artes de Bilbao- y se relacionó con Adolfo Guiard, Darío de Regoyos y Francisco Iturrino, quien acompañó en 1910 a Matisse en su viaje a Sevilla, y luego a Tánger, y que influyó en el exotismo de Echevarría.
Salió de Bilbao para establecerse en París. Conoció de primera mano las vanguardias postimpresionistas, en las que destacaba Cézanne, y sintonizó con la propuesta del expresionismo 'fauve' (fiera, en francés). «La elección de los colores debía nacer de la observación, del sentimiento y de la experiencia de la sensibilidad», resumió Mendieta. Había que atreverse a elegirlos, por encima de lo que pudiera 'decir' la realidad.
Le fue bien en la capital francesa. Logró que Apollinaire le apoyara en sus críticas y que el importante galerista Paul Rosenberg le representara. No perdió el contacto con sus amigos y en 1911 formó parte de la fundación de la Asociación de Artistas Vascos. También se preocupaba de su situación económica y compró obra a Regoyos, Iturrino y Arteta. El estallido de la Primera Guerra Mundial le hizo volver a España, primero a Bilbao y luego a Madrid.
Se integró en la intelectualidad de aquel periodo, al que se ha llamado la Edad de Plata por su efervescencia y calidad cultural. Pintó varios retratos de sus amigos, como Pío Baroja, Miguel de Unamuno y Ramón María del Valle Inclán. Escribió en las publicaciones del momento y destacó por sus conocimientos culturales. Cada mañana, antes de ponerse a pintar, tocaba el piano.
Murió en 1931, a los 56 años, de un ataque cardíaco. El influyente historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari era director del Museo de Arte Moderno de Madrid y compró un importante lote de obras suyas para dedicarle una sala. Ahora están en el Reina Sofía.
Como dijo la autora del catálogo razonado, la figura de Juan de Echevarría no ha tenido la misma proyección que la de amigos suyos como Regoyos y Arteta, por citar dos ejemplos. Vista la publicación, se podría ir pensando si no sería una buena idea cambiar de criterio.
Los posados de Baroja y las lecturas del artista
Juan de Echevarría pintó los retratos de la mayoría de integrantes de la Generación del 98, como Ramiro de Maeztu, Azorín, Miguel de Unamuno y Pío Baroja. A partir de 1927, visitaba a Unamuno en Hendaya, donde estaba exiliado. Con Baroja tuvo una relación especial. Al escritor no le molestaba posar siempre y cuando hubiera conversación. Y se fiaba mucho del gusto literario de Echevarría. Tanto que le mandaba sus obras para que las leyera antes de ser publicadas.
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