David Río
Catedrático de Literatura Norteamericana, es un profesor habitual en los festivales vascos del oeste de Estados Unidos
Todavía se acuerda del día que estaba comiendo en un restaurante de la ciudad de Bakersfield, en el condado de Kern, California, y empezó a ... oírse una trikitixa. «La gente salió a bailar en tropel y yo, que soy de la generación de Kortatu, me quedé parado. De entrada me sorprendió pero, al ver la ilusión y el brillo en sus ojos, lo terminé entendiendo», reconoce David Río, catedrático de Literatura Norteamericana y Profesor en el Máster de la Diáspora Vasca de la UPV/EHU.
Publicidad
Habitual de los festivales vascos del oeste de Estados Unidos, sobre todo del que se celebra en Nevada, se quedó con las ganas de asistir al de Boise hace cinco años, porque la pandemia truncó sus planes. Ahora tampoco ha podido participar en el simposio porque no le cuadraba en al agenda, pero no descarta sacarse la espinita dentro de cinco años. «Es una experiencia que viviré más pronto que tarde. Merece mucho la pena».
– ¿No cree que el Jaialdi se apoya excesivamente en la tradición y los tópicos de la identidad vasca?
– Tiene su lógica. Por un lado, permite a los vascos norteamericanos mostrar su lealtad a las raíces y, por otro, actúa como un lugar de encuentro. Hay otras comunidades de inmigrantes que celebran de forma periódica actos semejantes. Piense en los italianos y los irlandeses.
– Que tienen mucho más peso histórico y demográfico que los vascos.
– Así es, efectivamente. De hecho, el primer festival vasco, que se celebró en Reno, no tuvo lugar hasta 1959. Fue fundamental para otorgar visibilidad a la diáspora vasca.
Publicidad
– ¿Hasta qué punto este tipo de eventos miran hacia el futuro?
– Pues, mire, en el caso del Jaialdi y otros festivales vascos en Estados Unidos se produce un fenómeno curioso. Son el reflejo de un cambio en el signo de los tiempos.
– ¿En qué sentido?
– Hasta finales de los 50 se hacía mucho hincapié en el concepto de 'melting pot' (crisol de culturas), ya sabe, lo realmente importante era ser americano, diluirse en esa única identidad. La reivindicación de la diversidad étnica y social no se había normalizado, solo interesaba poner el foco en el 'American way of life'. A partir de los 60 eso empieza a cambiar y eso conecta, entre otras cosas, con este tipo de encuentros y celebraciones.
Publicidad
– ¿Las terceras y cuartas generaciones con antepasados vascos tienen un especial interés con ahondar en sus raíces?
– ¡No sabe hasta qué punto! Lo quieren saber todo. Te preguntan por la txapela, los irrintzis, las melodías y danzas populares, el euskera, la comida... No quieren olvidar sus orígenes ni las tradiciones, lo cual no significa que se hayan quedado estancados. El progreso social y económico de las nuevas generaciones es evidente. Hay grandes profesionales en muchos ámbitos, aunque siempre hay detalles que les delatan, ya sea un guiño a Euskal Herria en la matrícula del coche o un pin en la solapa que dice 'Proud to be Basque'.
– Los avatares políticos en América y la deriva de Trump, ¿afectan a este tipo de festivales?
– Son eventos muy consolidados en Estados Unidos. Pese a lo que se respira en algunos sectores de la sociedad, el Jaialdi se mantiene y goza de prestigio más allá del color político de las autoridades locales o estatales. El estado de Idaho tiene un gobernador republicano y la alcaldesa de Boise es demócrata. El Jaialdi es un acto cultural y social al que no le afectan los avatares políticos ni las opiniones de Trump.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión