Matar la gallina de los huevos de oro
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Macron quiere cobrar más en los museos a los turistas no europeosEl presidente Macron quiere poner en marcha en los museos franceses el sistema de precios duales o discriminatorios, haciendo que paguen más por las entradas ... los turistas no europeos. La idea podría llegar a otros países, incluida España, incluso como respaldo a la cruzada antiturismo que proclaman algunos partidos. En el caso francés, el anuncio se justifica por la necesidad de hacer frente a los gastos que generarán las reformas en el museo del Louvre, aunque se reconoce que la medida se extenderá a otros centros culturales. Verdaderamente hay que tener cuidado con estas decisiones, no vaya ser que acaben teniendo un impacto desmotivador en un sector como el del turismo, que es fuente de riqueza nacional. Es cierto que si un museo público se financia con los impuestos que pagan los contribuyentes de un país concreto, entonces tendría sentido que esos ciudadanos paguen menos que los turistas extranjeros. Otra cosa es el concepto de la ciudadanía europea, es decir, una pertenencia que confiere derechos y deberes adicionales a la nacionalidad, con lo cual los visitantes de la Unión Europea se homologan a los residentes. Nada que ver con los turistas extracomunitarios -por ejemplo, los ingleses y los norteamericanos-, que pagarían su entrada a mayor precio.
También hay quien sostiene como acertado este sistema de precios duales, alegando que aliviaría la masificación de ciertos espacios museísticos, que pondría freno a la degradación de algunos centros culturales, que restaría dependencia económica del turismo o que incluso generaría menos emisiones de CO2. Pues quizás, pero si de un lado ya hemos olvidado por completo la vieja reivindicación de la gratuidad en el acceso a los museos, por otro parece que ahora también queremos desconocer que el sector turístico aporta una parte fundamental del PIB, que genera empleo e impacta en el desarrollo regional o que contribuye a la promoción de nuestra cultura. Cuidado por eso con las tasas al turismo o con los precios discriminatorios en los museos, no vaya a ser que matemos a la gallina de los huevos de oro.
Libertad de expresión
En la América ultrapolarizada de Trump la racionalidad en un punto intermedio parece cobardía. Por ejemplo, el presidente de los dicterios por tierra, mar y aire dice de Springsteen que es un «cascarrabias», que «está completamente sobrevalorado» y que es un «imbécil prepotente». No se corta el rockero, faltaría más, calificando a Trump de «corrupto e incompetente». Le respaldan Neil Young y otros artistas encuadrados en la Federación de Músicos Estadounidenses, partidarios de señalar la responsabilidad que tienen los artistas a la hora de dejar clara su postura en un clima político tan retorcido. Eso sí, en este cuadro polarizado faltaba la esperada opinión de Taylor Swift, cuya deliberada ausencia el pasado lunes en los premios AMA de Las Vegas ha sido muy mal vista por los opugnadores de Trump. Pues no, porque la callada como repuesta no es ningún desdoro, sino que también puede ser la forma de expresar desacuerdo e indiferencia ante la inmoderada grosería del boquillero de la Casa Blanca.
Patrimonio histórico
Los enconos identitarios en la España multiforme siempre impregnan de fanatismo cualquier asunto. Sucede con las pinturas murales del Monasterio de Sijena (Huesca). El Supremo ha ordenado el retorno de las pinturas a su lugar de origen, tras haber sido extraídas de sus muros durante la Guerra Civil y haber sido conservadas y albergadas hasta ahora en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Naturalmente, la sentencia ha servido como lamento jeremíaco para el agraviado independentismo y como triunfo glorioso para los de la España finisecular. Ahora la muchachada del «¡Volem!» quiere asimilar las pinturas al 'Guernica', alegando que su estado de conservación impide su traslado. Por contra, los de la España unitaria han desvelado que las pinturas ya viajaron a Londres y Nueva York. ¡Qué tremolina más abstrusa, que discordia más galopinada!
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