El debate moderado por Iñaki Esteban, periodista de EL CORREO, reunió a Miguel Zugaza, Beatriz Herráez y Juan Ignacio Vidarte en el auditorio del Bellas Artes. pankra nieto
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«Ha quedado claro que ningún museo puede prescindir de la dimensión económica»

EL CORREO reúne a los directores del Guggenheim, el Bellas Artes y el Artium en un debate sobrela cultura como fuente de riqueza

Domingo, 3 de julio 2022, 01:14

Los directores de los tres principales museos vascos se han reunido por primera vez en un debate público -organizado por EL CORREO y la consultora EY- para hablar de un tema que está en la base de la transformación de Bilbao y su entorno: la reinvención de estos centros artísticos como motor económico. Más allá del 'efecto Guggenheim', Juan Ignacio Vidarte y los responsables del Bellas Artes y el Artium, Miguel Zugaza y Beatriz Herráez, analizan el cambio de modelo que supuso y su recorrido en un escenario de crisis e incertidumbres. El retrato está cargado de matices porque los tres museos son muy diferentes y atraviesan momentos decisivos. El 25 aniversario del Guggenheim coincide con los veinte años que cumple el Artium y con las obras de ampliación del Bellas Artes.

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El moderador de la conversación, el periodista Iñaki Esteban, empezó poniendo sobre la mesa un documento que ya es histórico: el estudio de impacto económico del Guggenheim realizado en 1991, «que descubrió que había otras formas de mirar una institución cultural». Sus cifras se quedaron muy cortas -preveía un máximo de 400.000 visitantes al año- pero en sus objetivos incorporaba novedades como la financiación público-privada y la aspiración de convertirse en destino del turismo cultural que colisionaban con el modelo tradicional y encajaban en la estrategia de cambio lanzada en la ciudad.

Los años 90

Cuando la autofinanciación era «algo insólito»

«El Guggenheim cambió radicalmente la visión y la gestión de los museos y Bilbao ha sido el laboratorio de esa transformación que han vivido», asegura Miguel Zugaza. «Algo anticipaba lo que pasó en los años 80 sobre todo en París y se contagió rápidamente a Madrid, un movimiento de alumbramiento y renovación de grandes instituciones». Comenzaron a fijarse en la audiencia y a contar visitantes, «con todo lo que eso tiene de interesante y de complicado». La autofinanciación era todavía entonces «algo insólito».

Vidarte recordó que en aquellos años los museos «empezaron a adquirir dimensiones adicionales como lugares de interacción social, entretenimiento y turismo cultural». Los centros anglosajones, y sobre todo norteamericanos, aportaban nuevos referentes. «Al mismo tiempo, las instituciones vascas definieron la centralidad cultural de Bilbao como una de las prioridades del proceso de transformación de la ciudad». Encargaron un estudio «pionero» que alentó sus aspiraciones. «Entiendo que, si los resultados hubieran sido negativos, habrían tomado otra decisión», apuntó. En los 90 se produjo también «un giro educativo en el arte», recordó Beatriz Herráez. Los museos dieron más importancia al aprendizaje y la mediación. «La parte de los públicos, la parte de la escuela, es fundamental para entender una institución museística cuyo valor, aparte de ese motor económico, tiene que ver con tiempos menos urgentes», defiende. «Los réditos de los museos no son inmediatos, igual hay que esperar a ver cómo se forman las generaciones que han pasado por el Guggenheim y el Artium».

Dos bandos enfrentados

Escepticismo y tensión con los artistas locales

El enfrentamiento entre los museos con orientación económica y los que supuestamente no la tenían provocó debates enconados. Las ideas importadas de Estados Unidos tenían que adaptarse a una estructura política y social muy diferente. «Lo que hizo el Guggenheim fue incorporar las prácticas que podían funcionar aquí», precisó Vidarte. Por ejemplo, «un nivel elevado de autofinanciación y una importante presencia de patronos privados» junto a las instituciones públicas. Se toparon «con un enorme escepticismo» y hubo «tensión» con los artistas locales, que temían que el nuevo proyecto les restara «recursos y potencialidades. Pero cuando sube la marea suben todos los barcos, y eso es lo que ha ocurrido».

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Beatriz Herráez, que entonces estaba estudiando, recuerda «el escepticismo» que se respiraba en la comunidad artística. «Yo no creo que exista un modelo y un contramodelo», asegura. Artium también nació «a la contra de otros muchos museos» en Vitoria en 2002. Tiene su origen «en una colección previa» de 1.800 obras de arte, «un patrimonio público, cuando en aquellos años muchos centros se crearon como un contenedor». A su juicio, la diversidad de fórmulas enriquece «el ecosistema del arte en Euskadi». Pone el ejemplo de June Crespo, que exhibe un conjunto de esculturas en el exterior del Bellas Artes. «En Artium trabajamos con esas piezas y pronto expondrá en el Guggenheim. Somos capaces de construir un tejido y eso es lo que hace que seamos un territorio al que mira mucha gente».

Vidarte asegura que el tiempo «ha borrado aquellos dos bandos que parecían existir en los 90. Se asume con naturalidad que los museos tienen muchas otras dimensiones más importantes, pero ninguno puede prescindir de la económica». Incluso Zugaza rememora ahora con una sonrisa la «dolorosa» entrevista que concedió Frank Gehry tras visitar el Bellas Artes, con el titular 'Bilbao se merece algo mejor'. «Se nos han quitado un montón de complejos».

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La crisis

Mantener el modelo pese a los recortes

Miguel Zugaza vivió la apertura del Guggenheim como director del Bellas Artes y luego trasladó su modelo al Prado. Pero la crisis de 2008 le enfrentó «a una paradoja. Los museos que habíamos hecho un esfuerzo para mejorar nuestros resultados y nuestra autofinanciación fuimos penalizados igual o más que los que estaban menos comprometidos», recuerda. Sufrió un recorte del 60%, de 24 a 11 millones. «Ahí me planteé si realmente era un modelo que se podía ajustar a nuestra realidad. Te decían: 'busque usted el mecenazgo', pero esta no es una sociedad como la norteamericana». Considera «un tropiezo muy relevante» que el Guggenheim se quedara varios años sin fondos para ampliar la colección.

Vidarte se muestra convencido de que «una institución tiene que ser fiel a su modelo. Lo que hicimos fue comprometernos a mantener la financiación pública en los niveles acordados y destinar los recursos adicionales que se generan a la programación». Así se forma «un círculo virtuoso» con más visitantes y muestras de mayor calidad. El Artium también sufrió drásticos recortes antes de la llegada de Beatriz Herráez, que lo dirige desde 2018.

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Exposiciones temporales

Una fórmula en auge que atrae al público de la ciudad

El auge de las exposiciones temporales ayuda a los museos a conectar con su comunidad más cercana, «hacer que vengan una y otra vez». Artium tiene 900 amigos con clara mayoría de mujeres, «gente que lo siente suyo y participa en las actividades», resalta Herráez. Las muestras temporales «relacionan a artistas vascos con creadores internacionales, lo que empieza a dar frutos, y generan economía, en torno a ellas trabaja mucha gente».

El Guggenheim cambia parte de la programación «cada cinco o seis semanas» y mantendrá su apuesta por las exposiciones temporales, «aunque con mayor presencia de la colección permanente que ahora», pese a que cada vez «resulta más complicado organizarlas por la logística y los costos», afirma Vidarte. Zugaza, que presenta la colección del Bellas Artes de diferentes maneras para sorprender a los bilbaínos, cree que «las exposiciones blockbuster se van a ir matizando con el tiempo». Cita a Neil MacGregor, que dirigió la National Gallery, al hablar de la proporción ideal de visitantes de un museo: «una tercera parte de extranjeros, otra de ingleses y otra de londinenses».

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