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Sin rodeos

Contrarrevolución

Mercado del arte ·

La caída en la cotización de las criptomonedas ha puesto en solfa los altos precios pagados por los NFT artísticos, tras su crecimiento espectacular

No hay revolución sin contrarrevolución. La cita es también aplicable a la insurrección del criptoarte, del metaverso y los NFT, amenazados esta semana por esa ... otra contrarrevolución que es el desplome de los criptoactivos y el tambaleo en su especulación. En efecto, por mucho que tengan poco que ver las monedas del metaverso con los NFT vinculados al arte, la caída en la cotización de las primeras ha puesto en solfa los altos precios pagados por los segundos. Al fin y al cabo ambos son activos digitales singulares, representaciones virtuales con el valor económico que les quieran atribuir sus transacciones en el mercado. El caso es que el negocio del criptoarte ha tenido en los dos últimos años un crecimiento espectacular, cerca de 25.000 millones de dólares en 2021, logrando ensanchar el mercado y el propio concepto del arte y del coleccionismo. Comprar y vender arte en NFT ha posibilitado la promoción de muchos artistas y la reducción de la distancia entre creador y coleccionista. El problema es que la novedad de estos NFT y la especulación que empujó su éxito han generado unos precios disparatados. Y todo ello, encima, con una volatilidad extrema en los precios y también con la inseguridad generada habitualmente en el ciberespacio por las falsificaciones y los hackers. En el primer trimestre de 2022 la venta de criptoactivos ha caído más de un 90% desde su punto más alto del año pasado y en estas dos últimas semanas el goteo a la baja en las cotizaciones de las criptomonedas ha superado el 50%. ¿Pasará lo mismo con los NFT vinculados al arte? ¿Será este el final del criptoarte? La respuesta al primer interrogante es afirmativa pero matizable, puesto que la corrección en las cotizaciones es segura pero no exactamente replicable. En cuanto a la segunda, su contestación es negativa. El mundo cripto ha venido para quedarse. Las cotizaciones del criptoarte recuperarán, volverán a bajar, se ajustarán a niveles razonables y, entre tanto trasiego, siempre estarán los usuales ganadores y perdedores de cualquier utopía financiera.

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Ópera

Herencia cultural

La ópera es sin duda un patrimonio y una herencia cultural para la humanidad, por mucho que aún subsista sobre ella un prejuicio que la considera un género elitista y minoritario. Afortunadamente, el entendimiento de la ópera como valioso intangible cultural y como un fenómeno artístico que incluye por igual un espectáculo efímero y una experiencia social de aprendizaje también impulsan su consideración como patrimonio cultural inmaterial. Precisamente ahora son los italianos quienes se han adelantado solicitando a la Unesco la inclusión de la ópera italiana en la lista del patrimonio inmaterial, algo que suscita un cierto debate. Porque, ¿acaso solo la ópera italiana merece ese honor? ¿Y por qué no también la francesa y la alemana? Bueno, el intercambio de opiniones está servido. Quizás se podría citar al respecto, humorísticamente, la célebre frase de Caruso sobre la ópera: «Los franceses son perfectos para componer su música, los italianos para cantarla, los alemanes para interpretarla y lo americanos, claro, para pagarla».

Ley audiovisual

Un esperpento

El alumbramiento de la Ley del Audiovisual es un esperpento con genes autonómicos y multilingües. Puede entenderse que a las plataformas de 'streaming' se les exija dedicar el 5% de sus ingresos a producción cinematográfica española o europea, como se obliga al resto de operadores televisivos. Pero lo delirante es que también se obligue a que el 70% de ese 5% se destine a producciones independientes en español u otra lengua cooficial y que al mismo tiempo se reserve al menos un 15% de ese 70% para el catalán, el gallego o el euskera. Tampoco está claro quién puede ser considerado «productor independiente». Que una empresa privada sea considerada concesionaria de un servicio público tiene un cierto sentido, pero que encima tenga que invertir a la fuerza en otras empresas privadas con cuotas lingüísticas, al margen de su rentabilidad, suena a broma.

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