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Patxi Bisquert (Zizurkil, 1952) es actor por haberse fugado de la cárcel. No de manera metafórica, sino real. El 5 de abril de 1976 se ... escapó de la prisión de Segovia junto a otros 23 militantes de ETA político-militar después de haber cavado un túnel durante seis meses. Cinco años después, el director Imanol Uribe vio una foto suya en una entrevista del diario 'Egin' y le quiso para 'La fuga de Segovia', uno de los hitos del cine de la Transición. En 1984 vino la película que marcó su carrera: 'Tasio', de Montxo Armendariz. Por entonces, Bisquert era ganadero en Zalduondo, un pueblo de la Llanada alavesa. Llamó a su hermano para que se ocupara de las 200 gallinas ponedoras y los 50 conejos. Tenía 32 años.
–¿Le ha dado alguna vez las gracias a Imanol Uribe?
–A veces no sabes si esta profesión es para agradecer o todo lo contrario, qué quieres que te diga. Se pasan malos ratos también. Piensas que ya está todo hecho, que vas a vivir de esto, y no es así. En estos 44 años desde 'La fuga de Segovia' he tenido que volver al tajo. He regresado a la fábrica, a la construcción, he hecho muchas cosas además de hacer hijos, dirigir y seguir interpretando.
–Pero si no se hubiese fugado de la cárcel hoy no sería actor.
– No hubiera sido cineasta, está claro. Fue lo que me llevó a hacer películas. El cine no ha sido algo buscado en mi vida, como tampoco lo ha sido producir y dirigir, siempre han sido circunstancias ajenas las que me han obligado a dar el paso. Voy arrastrado por la vida. Viví unos años en Galicia y no me planteé montar una productora, pero alguien insistió. Siempre empujado por otros.
Hoy Patxi Bisquert tiene 72 años y vive solo en un precioso pueblo navarro a la sombra de la Sierra de Codés, Marañón. Se ha casado y separado en dos ocasiones. Sus dos hijos mayores están en Galicia y su hija adolescente en Pamplona. «Quitando los 30 años que viví en Vitoria, el resto de mi vida lo he pasado en zonas rurales. Me gusta la tranquilidad del campo», justifica.
El actor ha roto su sosiego para mostrar al mundo un proyecto en el que lleva embarcado la friolera de quince años: 'Ombuaren itzala' (La sombra del ombú). Un largometraje biográfico sobre el poeta y bertsolari Pello Mari Otaño (1857-1910), «uno de los grandes autores de nuestra cultura, un referente en su época, que hoy está en el más absoluto de los olvidos». El actor Joseba Usabiaga encarna a un artista que lo tuvo difícil en Euskadi debido a su condición de liberal republicano y fuerista, y que emigró a Argentina hasta en tres ocasiones.
«En 2010 se celebró el centenario de la muerte de Otaño. Se hicieron una serie de actos conmemorativos limitados a su Zizurkil natal, y eso me encabronó. Ni siquiera en el centenario había un reconocimiento con mayor relieve. Y decidí que iba a hacer una película sobre su vida y obra», explica Bisquert, hijo de madre soltera que nació en la casa cuna de Zizurkil. Tras nueve años tocando la puerta de productoras decidió que rodaría la cinta «en plan jabato».
Tal como hicieron Néstor Basterretxea yFernando Larruquert en la mítica 'Ama Lur' (1968), el actor ha producido el filme «en 'auzolan', pidiendo dinero a un montón de gente: asociaciones culturales, ayuntamientos, ikastolas...». En cuatro años de laborioso recorrido ha hecho más de 150 presentaciones por pueblos, barrios, asociaciones, institutos... Esta pasada semana acompañó las proyecciones en el Kafe Antzokia bilbaíno y en Bira Kultur Gunea. Bisquert compara la figura de Otaño con la de Jorge Oteiza, otro artista que sirvió de revulsivo a la cultura vasca. «Después de 40 años de Estatuto de Autonomía, este país está un poco dormido en sus laureles», lamenta. «No avanza, todo lo contrario, vemos lo que ocurre todos los días con el retroceso del euskera. Es momento de replantearnos ciertas cosas y, tal vez, esta película podía ser un referente para ese nuevo despertar que necesita este país».
Levantar una película sobre un bertsolari del siglo XIX al margen de la industria del cine no sorprende tanto si se repasa la biografía del actor. Del baserri pasó a la fábrica. Antes de cumplir 14 años ya era pinche en una fundición de Eibar. Trabajó en una empresa de construcción, fue granjero, montó una sidrería, vendió libros y enciclopedias a puerta fría... Ha vivido en Fuerteventura, en la Ribeira Sacra...
–¿Siempre se ha considerado actor?
–Yo me considero actor cuando trabajo, pero en cuanto dejo el set soy Patxi Bisquert, otra persona poliédrica, con muchas caras. Ahora ya estoy jubilado y no me toca volver a la metalurgia, tengo una pensión. Pero si hace falta se vuelve al tajo, ¿eh? Y cuando me llaman para un trabajo como actor, voy.
'La conquista de Albania', 'Akelarre', 'El Dorado', 'Silencio roto', 'Bosque de sombras', 'Celda 211', 'Oreina', 'Irati'... Bisquert atesora una filmografía que todavía no se ha cerrado –acaba de rodar «una pequeña intervención» en 'Las ciegas hormigas' de Igor Legarreta– y que tiene en Tasio su personaje más recordado. El actor todavía lleva muy dentro a aquel carbonero y cazador de la sierra de Urbasa. Uno diría que Patxi Bisquert también hace suyos el amor por las cosas sencillas y la libertad que defendía la maravillosa película de Armendariz, objeto de una modélica restauración a cargo de Filmoteca vasca y a punto de reestrenarse en Francia cuarenta años después.
–¿Usted tiene algo de ese alimañero?
–Alimañero no soy, pero lo he sido de pequeño. Había que llevar manduca a casa y cazaba, ponía cepos, lo que fuera en busca de proteína. También comparto el sentido de la libertad y el compromiso de Tasio. Significarse políticamente forma parte de la vida. A no ser que seas un limaco, el compromiso político con la sociedad en la que vives, pronunciarte ante las injusticias, es algo intrínseco a cualquier ser humano con inquietudes.
–¿Cómo contempla los tiempos actuales desde su pueblito navarro?
–Vivimos de nuevo una crisis social y el auge de los fascismos. Un tiempo convulso al que no se pone freno. Se supone que pasamos de la Dictadura a la Democracia con los mismos actores, y eso no era creíble. Por eso tenemos la judicatura que tenemos. Cuando el capital está en crisis recurre a la fuerza bruta, al autoritarismo. Generamos monstruos que siempre han estado ahí, adormecidos, y a los que no se les ha tocado.
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