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«Una quijotada hecha desde Bilbao». Así define Carlos Juárez, uno de sus productores, 'La fiebre de los ricos', ambiciosísima distopía apocalíptica que salta de ... una subasta en el Palacio de Buckingham a un poblado nevado en Alaska, que hace estallar un crucero en el puerto de Barcelona y recala después en Senegal. Galder Gaztelu-Urrutia, autor de 'El Hoyo' y su secuela, vuelve a hablar de lucha de clases a partir de una ingeniosa premisa: ¿qué sucedería si un virus solo ataca a los ricos y poderosos, a los que no les queda más remedio que desprenderse de sus posesiones para salvarse?
Nacionalidad España (2024)
Director Galder Gaztelu-Urrutia.
Intérpretes Mary Elizabeth Winstead, Timothy Spall, Lorraine Bracco, Rafe Spall.
Duración 119 min.
Mary Elizabeth Winstead, la actriz de 'Fargo' y 'Ahsoka', es nuestra guía en este tránsito del viejo mundo al colapso. Una alta ejecutiva de una productora a la que conocemos en un hotel de lujo escuchando 'pitchs' o resúmenes de proyectos. Divorciada y madre de una hija, se lleva a matar con su ex, un guionista que no soportó que ella viviera solo para su trabajo. Un excéntrico magnate (Timothy Spall) la contrata para que se haga cargo de la división cinematográfica de su imperio. De pronto, su ambición se ve recompensada con millones. Por fin es rica. Justo cuando una pandemia afecta a la élite del mundo, cuyos dientes brillan como una luz fluorescente antes de morir por el virus.
«Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar», afirma la cita de Henry David Thoreau con la que arranca el filme, extraída de su obra más popular, 'Walden', en la que llamaba a vivir en armonía con la naturaleza. 'La fiebre de los ricos' remarca su moraleja y carga política a través de la paradoja. «Contened el virus, quemad a los ricos», proclaman las pintadas. Son los europeos blancos del Primer Mundo los que ahora tienen que solicitar asilo en África. Arrancamos a bordo de un jet privado con champán francés y concluimos en un cayuco luchando por un botellín de agua.
El tercer largo del director bilbaíno llega a las salas con un montaje más corto que el presentado en el Festival de Sitges. Gaztelu-Urrutia es amante de la acción febril y el diálogo continuo. En el retrato inicial del mundo del cine como un nido de víboras hipócrita y arribista no hay pausas. El diseño de producción es digno de cualquier película de Hollywood, aunque ese poblado de Alaska sea en realidad una cantera a veinte minutos de Barcelona.
El guion de Pedro Rivero, David Desola, Sam Steiner y el propio director bebe de la realidad. Magnates que defienden el libre mercado y el impulso humano de ganar dinero como garantes de la paz mundial. Comunidades en las que sus miembros se desprenden de los objetos superfluos, entre ellos -conviene fijarse- un pin del Athletic de Bilbao. No es el único guiño de una cinta en la que su protagonista se llama -mira tú qué homenaje más oportuno a Lynch- Laura Palmer.
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El ritmo de 'La fiebre de los ricos' se remansa cuando llega el éxodo y se produce la reunificación familiar. De triunfadores a refugiados, a los que ya no les sirve de nada el dinero ni las riquezas materiales. Gaztelu-Urrutia no busca que nos caiga simpática la avariciosa heroína en busca de redención, que en un buen detalle de guion roba una crema del avión de lujo: su codicia bebe del complejo de clase.
Lejos del gore y la violencia de 'El Hoyo', 'La fiebre de los ricos' está más cerca del cine de acción que del terror, de la ciencia ficción con mensaje -quizá un poco machacón- que de las intrigas pandémicas. Drama migratorio, sátira del mundo del cine, denuncia de la distribución de la riqueza... Muchos temas para una sátira que demuestra el poderío del cine vasco.
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