Seis directores de cine eligen su escena preferida de El Padrino
Daniel Calparsoro, Imanol Uribe, Ángeles González-Sinde y otros colegas recibieron de EL CORREO una oferta que no podían rechazar: elegir su secuencia preferida de El Padrino. Esta es su selección
j. arrieta | I. urrutia | i. esteban
Jueves, 24 de febrero 2022
Seis directores y guionistas clave del cine español de las últimas décadas recibieron de EL CORREO una oferta que no podían rechazar: elegir su escena preferida de El Padrino. Y todos han admitido que el encargo no ha sido nada fácil. Pero Daniel Calparsoro, Ángeles González-Sinde, Luis Marías, Ana Murugarren, Imanol Uribe y Arantxa Etxebarria se han prestado al juego. Esta es su selección.
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Daniel Calparsoro, director de cine
El plan para matar a Sollozzo
'El padrino' es una de mis películas favoritas. Hay una secuencia que me parece especialmente contundente y brillante. Es en la que Michael Corleone (Al Pacino), al que ya han partido la cara, está con su hermano mayor, Sonny (James Caan), con Tom Hagen (Robert Duvall) y con los capos y dice: «Lo que hay que hacer es matarle. Sollozzo quiere hacer daño a papá, y la única solución es matarle». Ellos se ríen de él, como diciéndole que no es tan fácil, que no es la guerra, que hay que acercarse y volarle la tapa de los sesos. James Caan se acerca y le da dos bofetadas cariñosas. Y él sigue y dice: «No. Sí se puede. Tenemos periódicos, tenemos...». Y hay un 'travelling' hacia Al Pacino, que está sentado en el sofá y está adquiriendo el poder, se está convirtiendo en el padrino en ese momento. Me parece uno de los momentos más brillantes del cine no solo por la realización, la interpretación y la escritura, sino también por toda la puesta en escena, por como está montada la escena, cómo te va llevando y cómo te transmite de una forma tan clara lo que sucede, que él se hace con el control.
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Ángeles González-Sinde, directora, guionista y exministra de Cultura
La transformación de Corleone
Es esa en la que Michael Corleone (Al Pacino) se transforma de buen chico en mafioso. Transcurre en un hospital de noche, cuando acude a ver a su padre herido. Entra y no hay nadie en la recepción. Sube por las escaleras y tampoco. Donde debería de haber una enfermera solo hay un sándwich a medias. Avanza por esos pasillos desiertos, cada vez más extrañado. Al fin entra en la habitación del padre. Comprueba que respira cuando aparece la enfermera y le regaña, pero él ya tiene un plan y da órdenes. Entre los dos sacan la cama del padre y le esconden, la botella de suero balanceándose. Es la primera vez que Michael se implica en la actividad de su padre, que toma partido y juega el juego. Entonces oímos pasos. Alguien sube por la escalera vacía. No es un médico. Es un tipo con sombrero. Nos tememos lo peor. Pero lleva unas flores. Michael le reconoce. Es Enzo, el pastelero que conocimos en la secuencia de la boda. Michael le pide ayuda. Salen a la calle, le sube las solapas del abrigo y le pide que meta la mano en el bolsillo como si empuñara un arma. Llega un coche y se detiene. Con una tensión máxima, Michael y el pastelero aguantan el tipo. Tal vez los del coche los tiroteen. Pero los sicarios, desconcertados, intercambian unas palabras y siguen. Enzo el pastelero saca un paquete de cigarrillos, estrujado de puro nervio. Intenta encender uno, pero su mano tiembla y no acierta a accionar el mechero. Michael le ayuda. Su puño es firme. Ya no es el mismo de antes.
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Luis Marías, guionista
A Corleone no le tiembla el pulso
Elegir la mejor secuencia de 'El Padrino' es tarea injusta. Cada secuencia es la mejor. Así que voy a elegir la que más huella me dejó la primera vez que vi la película. Es la secuencia en la que el verdadero Michael Corleone se muestra por vez primera como es, el implacable príncipe de las tinieblas (Luis Marías coincide con la elegida por Ángeles González-Sinde). Hasta entonces se ha limitado a ser el hijo bueno de Don Vito. Buen estudiante, buen soldado y alejado por completo de la mafia. Marlon Brando, su padre, sufre un ataque de una banda rival y es ingresado en un hospital. Y aquí empieza la secuencia a la que me refiero.
Michael decide ir a visitarle por la noche. Al llegar al hospital no encuentra ni al poli que debía estar de guardia, ni a ninguno de los hombres de su padre. Pero sabe que, sin protección, rematarán a Don Vito a la menor ocasión. Es entonces cuando los cimientos de ese buen chico se remueven y asoma el verdadero Michael. Temeroso, pero decidido, saca al padrino de la habitación asignada. Sale al pasillo a vigilar. Entonces llega un hombre con un ramo de flores. Michael desconfía. Pero se trata de Enzo, un italoamericano inocentón que viene a traerle flores a Don Vito. Sin dudarlo, Michael le saca a la puerta del hospital. Le dice que tire las flores y haga como que son dos matones. Asoma un coche por la esquina. Un coche que se acerca demasiado lentamente al lugar en el que están. Michael se alarma. Los ocupantes del coche miran a los dos presuntos guardaespaldas y tras dudarlo, siguen su camino y se van. Y aquí viene lo mejor. Pasado el peligro, el tembloroso Enzo no logra encender un cigarrillo. Michael coge el mechero y le da fuego con un pulso firme y tranquilo. Lo cual sorprende (¿y quizá asusta?) al propio Michael. ¿Él es así? Qué detalle de guion, mínimo y magistral.
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Ana Murugarren, directora
La paliza de Sonny a su cuñado
Sonny Corleone, hermano mayor y previsible heredero al trono de la familia (un inmenso James Caan), descubre que su cuñado ha golpeado salvajemente a su querida hermana Connie y sale enfurecido a buscarlo por el barrio. Unos niños se refrescan y juegan en una improvisada fuente que ha formado una boca de riego rota. En prácticamente un único plano secuencia, Caan baja del coche, persigue al cuñado y le propina una paliza de antología (años después el actor que la recibió, Gianni Russo, revelaría que muchos de los golpes fueron reales y no estaban previstos). Esta es una de mis escenas preferidas de «El Padrino», aunque la película tenga otras inolvidables que ya son historia del cine, como el tiroteo a Marlon Brando con las naranjas rodando por el pavimento o la ejecución que un todavía joven Al Pacino perpetra en un pequeño restaurante italiano. Pero la verdad que transmite la secuencia, la fuerza que le aporta James Caan con los contundentes golpes, rematados con la tapa del cubo de basura, y la aparente sencillez de la planificación, con ese largo plano con tele sostenido, son elementos que otorgan a la escena una escalofriante veracidad. Cada vez que la veo me deja sin aliento.
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Imanol Uribe, director
La boda, la escena que resume todo
«La secuencia que tengo en la cabeza es la boda que abre la película. Se puede decir que es la secuencia madre de toda la saga. Ahí, a través de la celebración de esa boda, se cuenta la esencia de lo que es un padrino y se estructuran todos los personajes. Es una secuencia larguísima, probablemente supera los veinte minutos, en la que se cuenta todo y de la que han bebido después muchísimas películas que se han hecho sobre la mafia. Cuando vi 'El Padrino' por primera vez, yo no había leído la novela de Mario Puzo y no tenía ni idea de cómo era la mafia italiana ni de cómo funcionaba. Y con esta secuencia Coppola te lo cuenta y te lo explica todo. Con una de esas grandes celebraciones de tradición católica, te explica cómo son esos lazos de fidelidad familiares en los que se basa. Creo que es una de las secuencias más potentes de toda la saga».
«Con la boda de la hija de Don Vito de fondo, se presentan perfectamente caracterizados a los tres hermanos, cada uno con sus personalidades, sus defectos, y su relación dentro de la estructura de la familia y por eso me parece una secuencia modélica. Cuando vi 'El Padrino' por primera vez creo que solo había hecho mi primer cortometraje. Todavía iba al cine sin fijarme en los entresijos de cómo estaba hecha una película, así que esta la disfruté muchísimo como espectador. Para mi desgracia, sí que ahora no puedo ver una película sin fijarme en la técnica, ahora me cuesta abstraerme de ese aspecto. Esta película es una maravilla. Es una de las más emblemáticas de la segunda mitad del siglo XX».
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Arantxa Etxebarria, directora y guionista
El traspaso de poderes entre Brando y Pacino
«Siempre recuerdo la escena de la conversación entre Don Vito (Marlon Brando) y su hijo Michael (Al Pacino), que parte de una relación complicada, casi de amor - odio entre ambos, y en la que de pronto ves un amor inmenso. El padre le dice que le hubiera deseado otra vida, más legal que la suya, pero no queda más remedio que continuar. Ves cómo se desmorona una persona y la otra acepta lo que le toca, ser el próximo don, el siguiente don Vito. Es una escena muy tranquila. Desde el punto de vista de la planificación, es una escena muy sencilla y espectacular al mismo tiempo. Todo son los personajes y los diálogos, lo que el Padrino le está diciendo a su hijo: 'toma, te doy la llave de la familia'».
«'El Padrino' es una película magistral. Desde cómo empieza, con toda la secuencia de la boda, hasta el final. Es un trabajo excepcional, no solo cinematográfico, porque también es un trabajo sensorial. El uso de la música, el sonido, los disparos y el siliencio. El trabajo de los actores, que están brutales, y lo que te están contando es tan espectacular que, sinceramente, solo puedo decir que es una obra maestra desde el primer hasta el último plano. Lo difícil no es escoger una escena que te guste, lo difícil es encontrar una que no lo haga».