A Diane Keaton uno siempre la ha recordado en una impagable escena de 'La última noche de Boris Grushenko', aquella película que era un homenaje ... paródico a la decimonónica literatura rusa y a sus personajes genuinamente atormentados, eternamente enamoradizos e infaliblemente propensos a debatirse en plúmbeos devaneos filosóficos o teológicos en los instantes más críticos. En esa secuencia, el personaje de Natasha, encarnado por la actriz norteamericana Jessica Harper, mortifica a su pobre prima Sonia (una Diane Keaton disfrazada a lo Anna Karenina) con un enrevesado monólogo de amoríos contrariados que es un verdadero 'tolstonazo' y con el que solo consigue que a esta última se le vayan cerrando lenta, pesada, encantadoramente los párpados: «Alexi quiere a Tatiana como a una hermana. La hermana de Tatiana quiere a Trigorian como a un hermano. El hermano de Trigorian es el amante de mi hermana, a la cual le gusta físicamente, pero no espiritualmente…».
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En esa escena, Diane-Sonia interrumpe a su prima con un divertido «Natasha, se está haciendo tarde», al que sigue una ridícula perorata de consuelo («Amar es sufrir, sufrir es amar, sufrir es sufrir…») que termina con un «Y dejémoslo ya que esto es un lío».
Diane Keaton tenía el don de una gamberra expresividad que saboteaba en la pantalla cualquier amago de tomarse en serio. Leo un artículo que ubica su modo de vestir en el 'power dressing', el estilo de mujer resuelta, solvente, profesional que empezó a usar trajes de hombre en los años 70. Pero la ropa de Diane Keaton en 'Annie Hall' no era la de la ejecutiva agresiva sino su parodia anarcoide y payasa. Era un 'power dressing' alocado e histriónico, pasado por el 'pop hippie' del 68. Sus corbatas, gafotas, sombreros y bombachos eran demasiado grandes e informales como para transmitir poder, seguridad, deseo de integración en el mundo de los hombres competitivos. Eran signo de lo contrario: de rebeldía e irreverencia gansa. Si Diane Keaton fue novia de alguna América, ésta fue la de la generación que hablaba de Mcluhan y Lacan en las colas de los cines; de psicoanálisis y existencialismo, como el Woody Allen que en esa misma película hace el papel de exnovio nostálgico.
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