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Galder Gaztelu-Urrutia (Bilbao, 1974) comenzó llevando bebidas y cortando calles en los rodajes. Rodó cientos de anuncios hasta que 'El Hoyo' le puso en ... el mapa. Tras su secuela, estrena 'La fiebre de los ricos', otra distopía en la que una pandemia mundial se ceba solo con los poderosos, que deben desprenderse de su riquezas para salvarse. Una superproducción vasca rodada en inglés con estrellas como Timothy Spall y Lorraine Bracco, que llega este viernes a los cines.
–¿Es 'La fiebre de los ricos' una venganza contra quienes pasaron el confinamiento en los jardines de sus chalets?
–No, ja, ja. ¿Qué nos han enseñado todas las crisis que hemos vivido, ya sea una guerra o una catástrofe natural? Que aquellos que más tienen van a tener más posibilidades de sobrevivir. ¿Pero qué sucedería si esos privilegios se convierten en una maldición?
–¿Escribieron el guion después del coronavirus?
–Empezamos antes. Registramos el tratamiento el día que nos confinaron. Todo lo que escribimos pasaba de verdad.
–Las notas de prensa hablan de una superproducción.
–Rodamos en Barcelona, Fuerteventura, Senegal, el Yukón, Londres... Construimos un pueblo de Alaska nevado en una cantera a 25 minutos de Barcelona. El Palacio de Buckingham es un croma, las oficinas de Londres son el Caixaforum, Lampedusa es Canarias...
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Oskar Belategui
–¿Por qué le obsesiona tanto la lucha de clases? ¿Cuáles son sus orígenes?
–Clase media. Me gustan las paradojas sociales. Mi referencia cuando hago una película es el debate público: social, económico, político. 'La fiebre de los ricos' habla de la distribución de la riqueza y de cómo tratamos a aquellas personas que creemos que no necesitamos. Todo de plena actualidad: los superricos, el norte global cerrando sus fronteras... Cuando la escribíamos hace cinco años pensábamos que se nos iba a pasar el arroz, pero no. Dentro de veinte años también funcionará.
–Los multimillonarios ya no se conforman con ser ricos, quieren llevar las riendas del mundo.
–Siempre han estado detrás. El poder de las multinacionales, de los fondos de inversión, ha sido capaz de mover Gobiernos, pero ahora son ellos los candidatos. Ya no se esconden, quieren manejar el mundo abiertamente.
–¿Qué le parece Elon Musk?
–Es un personaje cinematográfico, un villano protagonista. Como la nuestra, una persona muy egoísta. Nos gustaba una villana como personaje central, la peor persona del mundo. Lo hablé mucho con Mary Elizabeth Winstead: la mayor inspiración era yo mismo. Quiero que los espectadores se interroguen sobre estos dilemas que yo mismo tengo. Creo en un reparto justo de la riqueza, pero por otro lado cada día quiero ganar más. Ambas cosas son difíciles de combinar.
–¿Reniega ahora de su formación en Gestión Empresarial?
–No. No tiene nada que ver con el cine, pero me ha servido para organizar un rodaje de este calibre. Al final, un rodaje es como una empresa en la que tienes que gestionar personal. De acuerdo que es una producción ambiciosa para los estándares en España, pero está a años luz de lo que parece.
–Muestra en el filme que los ricos hacen dinero con la filantropía.
–Un lavado de cara. La distribución justa de la riqueza no va a venir del que dona el dinero que le sobra.
–Estos ricos protagonizan la inmigración al revés, europeos blancos que piden asilo en África. Del jet privado pasan al cayuco.
–Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de una inmigración inversa, contada en primera persona desde el punto de vista de un privilegiado que, en condiciones normales, nunca sería discriminado ni perseguido. 'La fiebre de los ricos' tiene una moraleja política que yo no quiero concretar, porque se mete de lleno en todas las guerras culturales. Son temas de los que se habla en los periódicos y en el bar.
–Casi ha enlazado el estreno de 'El Hoyo 2' con esta película. Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil.
–Empecé en el cine como todos los que no tienen a alguien que les meta. A los 25 años, allá por 1999, en 'Una semana en el parque', de Toni Garzón, que se rodó en el Parque de Doña Casilda. Como meritorio de dirección me tocó cortar calles. Luego pasé a auxiliar de dirección, ayudante de producción, jefe de localizaciones, director de producción... Cortos, publis primero pequeñitas y después importantes... Todo cambió en 2019 con 'El Hoyo', marcó un antes y un después.
–¿Ha acabado odiando 'El Hoyo'?
–Me ha cambiado la vida, pero también me ha quitado bastante vida. Es un formato absorbente, en el mismo plató día tras día. Estoy harto de 'El Hoyo', pero algún día terminaremos la trilogía.
–Una vez me dijo que le gustaría rodar en su idioma, en euskera.
–No sé cuál va a ser mi próxima película, barajo dos proyectos en inglés. Y en euskera tengo un guion escrito, 'Lehen gaua' (La primera noche). Un thriller caro, que me gustaría rodar en euskera, aunque hay interés por hacerlo en inglés.
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