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La gran temporada de la moda no es la de primavera-verano o la de otoño-invierno, sino la de los premios de Hollywood y ... su negocio desfilante de siluetas, pedrerías, maquillajes y peinados por la alfombra roja, este año más que nunca un remedio milagroso como el del doctor Dulcamara para toda diagnosis, es decir, un tónico para la taquilla descendente, vigorizante ante la crisis del lujo o incluso un sortilegio visual para que el inminente Trump indulte la desafección usual de Hollywood.
Por eso en estos Globos de Oro el limitado orden de atención jerárquica impuesto por Zac Posen en la alfombra roja -primero los vestidos, después el maquillaje-, se trastocó y amplió a un igualitario «todos a una», en el que entraron todas las categorías actuales del negocio integrado del glamour, dígase la atención a la diversidad, el marketing de las productoras, la publicidad de las marcas de moda, el show de la alta joyería y la competencia de los estilistas.
Tres horas de telecast desde el Beverly Hilton, en definitiva, incluido el vistoso prefacio de la alfombra roja: tonos más bien sobrios con negros intensos, azules medianoche, grises y dorados, ciertos looks rojos y, eso sí, un revival del glamour hollywoodense de los 50 y 60 para resituar el negocio. Entre los divos, bien fuera del «mainstream», destacaron Andrew Scott -su smoking de Vivienne Westwood en tono azul no se sabe si «Klein» o no iluminó las redes sociales-; y sobre todo Colman Domingo, cuyo tuxedo de Valentino era de una elegancia tan estrambótica como sublime.
En el difícil ranking de las estrellas tal vez triunfó el estilismo de Law Roach en el vestido de Zendaya, un prodigioso bustier de columna de Louis Vuitton, de estructura medio sirena y con cola plisada, en satén de seda y en color azafrán, a juego de su color de pelo y de unas joyas de Bulgari que quitaban el hipo. Fantástico el Balenciaga sin espalda y de malla bordada de Nicole Kidman, encima decorado con diamantes de imitación de cristal. Gran revival interpretativo y estilístico el de Demi Moore, también, con un perfecto «tailleur» Armani Privé de seda y sin tirantes en tono champán.
Dos notable creaciones de Chanel fueron las lucidas por Tilda Swinton y Margaret Qualley. La primera insuperable con una falda negra de vuelo bajo y una chaqueta de inspiración tweed en blanco y oro; y la segunda con un vestido de seda blanca, en corte romántico y con volantes. No menos notables fueron el maravilloso «vintage»1953 de Balmain que vistió Elle Fanning o el de lentejuelas en color chocolate y con capa que diseñó Anthony Vacarello para Zoe Saldaña, la misma que le quitó el premio a Karla Sofía Gascón.
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