Crítica de 'Tailor (El sastre)' (2020): Cajón de sastre

Hacía tiempo que el cine griego no alcanzaba nuestras pantallas de estreno -la filmación de '¡Mamma mía!', de ABBA, en la isla de Skopelos, es otro cantar-, desde que Nikos Koundouros con su singular 'Jóvenes afroditas' (1962) o Theo Angelopoulos gracias a 'El viaje de los comediantes' (1975) llamaron la atención de medio mundo. Ahora nos llega 'Tailor', un filme modesto, pero muy digno, que sale en busca de espectadores tras competir con éxito en festivales internacionales. La trama se centra en un sastre, a quien la brutal crisis económica le obliga a reconvertirse en cortador ambulante, a bordo de una furgoneta por las calles de Atenas.

A pesar del desafío al que debe hacer frente dicho artesano, la película de Sonia Liza Kenterman elabora un canto al espíritu humano, enmarcado en tiempos difíciles. Por fortuna, 'Tailor' se convierte en una historia optimista, desarrollada en unos años conflictivos, en los que Grecia hizo caso omiso del Pacto de Estabilidad promulgado por la CEE. Pero, la película pone el foco en el pueblo llano, en una persona, representativa de muchas otras, que hace frente a la adversidad con coraje e imaginación. Así pues, no importa cómo se llame. Aunque, ¿cómo podríamos llamarle? Seguramente Alegría, porque se trata de un hombre alegre, íntegro y feliz. ¡Que el dulce júbilo sea con él!

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