Crítica de 'El papel de sus vidas' (2019): Dos idénticas desconocidas

Con premisas menos jugosas se han hecho comedias memorables pero Giafferi no tiene el talento por castigo, y los enredos, triples sustituciones y puertas batientes que podrían haber asfaltado el juego de espejos de Mathilde Seigner consigo misma quedan disueltos en una insípida galería de confusiones que desaprovecha ese escenario ideal para forzar situaciones disparatadas que es el plató de rodaje de una película. Porque ahí se agota todo el encanto del tercer largometraje de la autora de 'Ange et Gabrielle' (2015), en el planteamiento de una trama que reúne por azar a dos hermanas de carácteres y extracciones sociales opuestas, obligando a la segunda a ocupar el papel de la mayor mientras esta se repone de los efectos de una desafortunada operación de cirugía estética.

La crítica hacia la desmesura con la que el mundo del espectáculo devora la juventud de sus estrellas femeninas no evita que se transparenten las costuras televisivas y la falta de mordiente de una directora que ni sabe ni quiere revolverse contra esa industria a la que pertenece y que en otras manos hubiese sido el caldo perfecto para cultivar toneladas de ironía. Encasillada en el formato de pasatiempo indolente, lo mejor que ofrece 'El papel de sus vidas' es la posibilidad de que la reimaginemos bajo la batuta de Peter Bogdanovich y la maravillosa troupe de '¡Qué ruina de función!' (1992).