Crítica de 'Nora' (2020): Caminos de tiza

Con 'Nora', la directora de Amorebieta Lara Izagirre, de igual nombre que la protagonista de la superproducción de David Lean 'Doctor Zhivago' (1965), describe el solitario periplo de Nora, una joven del mismo apelativo que el título de una película de Pat Murphy, realizada en el año 2000. Se trata de una chica dispuesta a darle un sentido a su vida, recorriendo toda una serie de caminos de tiza, insertados con el fin de enmarcar las peripecias de esta Nora de andar por casa. La cinta tiene un punto de partida seductor, pero la escenografía no logra darle entidad, fuerza y solvencia al personaje, interpretado con convicción y sin falsa modestia, eso sí, por Ane Pikaza.

El problema está en que su evanescente arranque se convierte al fin en un lirismo petrificado, sin garra en la vertiente emocional, conforme vemos al personaje central abocado a un vagabundeo eterno. Se trata de una muchacha que no nos incita seguirla a pies juntillas en su invisible huir y en su errante venir. Al tiempo, tampoco consigue convertirse en nuestra cripta embrujada, en nuestra salamandra de oro, en nuestro parterre cubierto de jazmines o en nuestra estrella de mar. La razón está en que los limitados recursos éticos y estéticos de la cinta convierten un posible buen argumento en una película que no logra conciliar entretenimiento y conocimiento.

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